Por Paula Baldo
Peter Stutchbury propone una arquitectura simple y sensible, y en esa combinación radica su potencia. Se dedica mayormente al diseño de viviendas suburbanas camufladas entre los árboles de los bosques australianos y ha hecho aún de los pequeños encargos obras plenas de poesía.
Poesía arquitectónica que se vale de luz natural, con todos los tamices posibles, y de la articulación de los espacios, cuyos límites, en algunos casos, están completamente desdibujados. Stutchbury lleva la tan mentada relación interior-exterior de los espacios modernos hasta el extremo.
La integración es plena y se disfruta con los sentidos: los perfumes del bosque, el color de la vegetación o el sonido del mar, se cuelan en los ambiente.
Discípulo de Glenn Murcutt (Premio Pritzker 2002), Stutchbury se estableció como uno de los referentes de una nueva generación de arquitectos australianos. Es reconocido por su acercamiento innovador a la sustentabilidad y su defensa de la arquitectura vernácula. Su estudio recibió 39 premios del Instituto Australiano de Arquitectos en los últimos 15 años.
Stutchbury resuelve la implantación de los edificios con impronta sustentable . Las viviendas transmiten una fuerte sensación de pertenencia al sitio y de respeto por un entorno (generalmente) natural e impactante. Suspendidas sobre pilotes, las construcciones se elevan sobre terrenos escarpados y boscosos para ganar vistas.
La casa Israel, uno de sus primeros encargos, es el paradigma de unas cuantas “casa del árbol” que todos quisimos tener en nuestra niñez. Stutchbury dedicó seis años a su diseño (1986-1992) y uno a construirla junto a su dueño. La vivienda está implantada sobre un acantilado, accesible sólo desde una vertiginosa pasarela y un deck de madera que se extiende sobre la roca, con vistas al mar y al bosque. Son tres ambientes apilados , con una superficie en una planta de solo 4,25 metros cuadrados. En un basamento dispuso los servicios. El nivel medio (estar) y el superior (dormitorio) están construidos íntegramente con madera, con detalles inspirados en la náutica. Tiene un remate acristalado hacia el norte y el este, y un expresivo techo curvo para como protección del sol del oeste.
Esa tipología ha sido ampliamente desarrollada por Stutchbury en otros proyectos de mayor superficie. En todos ellos vuelve sobre las mismas ideas fundantes en cuanto a la concepción de los espacios, utilizando un lenguaje y una materialidad que los caracteriza.
Su estilo personal se plasma en las cubiertas delgadas de chapa, en sumayoría de forma alabeada, que se extienden en amplios voladizos desafiando la gravedad. Igual que las terrazas y decks de madera. Todo con una terminación artesanal y cuidada en los detalles.
En la arquitectura de Stutchbury se pueden descifrar rasgos de la tradición japonesa, particularmente en la forma en que las viviendas orientales se funden con el entorno verde.
vía El imperio de los sentidos.