El increíble hombre menguante: Reflexión sobre el sentido de la vida

Por Androsmalv


"Lo increíblemente pequeño y lo increíblemente vasto eventualmente se encuentran: como el cierre de un gigantesco círculo. "

El ya fallecido director Jack Arnold, fue unos de los exponentes más interesantes del cine de serie B, no sólo por lograr películas de gran calidad visual con pequeños presupuestos, sino por imprimir sus visiones de la vida a través de estos argumentales de ciencia ficción. Arnold, tuvo una fructífera carrera cinematográfica en los años 50, donde rodó películas de los más diversos géneros y, su obra maestra: The Incredible shrinking man, un clásico de la ci-fi y de  la serie B, pero con una inteligente reflexión sobre la presencia de la humanidad en el mundo, y efectos especiales que para la época, no sólo eran de gran calidad sino de un gran ingenio, que aún al día de hoy, pueden sorprender por la capacidad de éstos.

Todo un artesano del cine, el director nacido en New Haven (Connecticut) inició como actor teatral y documentalista, pero su amor por la ciencia ficción, lo llevó a trabajar con Universal demostrando su capacidad para dirigir con ínfimos presupuestos historias donde la psique humana y un cierto lirismo marcan sus películas impecablemente realizadas.

Jack Arnold  (Traje) y Grant Williams

El cine de Ciencia Ficción de los años 50, es un retrato del convulso contexto socio-político en los Estados Unidos, del desmedido miedo que acongojaba a una sociedad que venía de la posguerra y estaba en plena guerra fría; las invasiones extraterrestre, monstruos radioactivos eran sólo una metáfora del temor exagerado y desmedido de una sociedad/política que veía no sólo en sus enemigos sino en su propia casa, los mayores peligros.

Esta película es un gran ejemplo de cómo se puede realizar un producto fílmico con poco presupuesto pero con un buen guión, actores a la medida y una creativa puesta en escena, que va más allá de los efectos especiales, sino el trabajo de cámara, composiciones y demás que muestran la debilidad y dificultades a la que se debe someter el personaje de Grant Williams.

El increíble hombre menguante, inicia con una secuencia intrascendente que muestra la relación de Scott Carey (Grant Williams) y su esposa Louis (Randy Stuart), mientras pasean en un bote, sin embargo de la nada una extraña niebla se acerca al barco y lo cubre, afectando principalmente a Scott. A partir de ésto, unos meses después y una mezcla de insecticida, hacen que el cuerpo de Scott se vaya reduciendo, menguando, y su mundo alrededor no sólo afecte su moral sino se convierta en un peligro,y en cierto modo un infierno para el protagonista del filme.



A pesar de la inocencia de algunas escenas y de la obviedad de los recursos técnicos, esta película de escasos 81 minutos, es todo un disfrute para los sentidos, y un gran logro para su época - aún para ésta-, cargada de esa bella artesanía cinematográfica que marcó a los años 50´s en su cine de invasiones, monstruos y personajes radioactivos. Pero más allá de sus logros técnicos, la fotografía de Ellis Carter y los efectos especiales de Everett H. Broussard, y Roswell A. Hoffmann - verdaderos obreros del cine de estudio-; la dirección y visión psicológica del personaje de Williams y sus dificultades con su entorno, y el ingenioso guión y cuento de Richard Matheson, generan este filme tan recordable e importante del cine de Ciencia Ficción y de la cinematografía estadounidense.
Una película que muestra las capacidades de Arnold detrás de cámaras, no sólo como ejercicio de entretenimiento sino como labor reflexiva del hombre, con ese ingenioso y seudo científico monólogo final:
"Yo continuaba menguando, convirtiéndome... ¿En qué? ¿Lo infinitesimal? ¿Qué era yo? ¿Aún un ser humano? ¿O era yo el hombre del futuro? Si hubiera otros despliegues de radiación, otras nubes yendo a la deriva por mares y continentes, ¿podrían otros seres seguirme hacia este vasto Nuevo Mundo? Tan cerca lo infinitesimal y lo infinito. Mas repentinamente, yo sabía que había en realidad dos fines para el mismo concepto. Lo increíblemente pequeño y lo increíblemente vasto eventualmente se encuentran: como el cierre de un gigantesco círculo. Miré hacia las alturas, como si de algún modo pudiera aprehender los cielos. El universo, mundos más allá de su enumeración, el tapiz plateado de Dios se esparce por la noche. Y en ese instante, supe la respuesta al enigma del infinito. Yo había pensado en términos de la limitada dimensión del propio hombre. Yo había sido arrogante hacia la Naturaleza. Que la existencia comienza y finaliza es una concepción humana, no de la Naturaleza. Y sentí mi cuerpo menguando, fundiéndose, convirtiéndose en nada. Mis miedos me desbordaron. Y en su lugar llegó la aceptación. Toda esta vasta majestuosidad de creación debía significar algo. Y entonces comprendí algo, también. Sí, más pequeño que lo ínfimo, comprendí algo, también. Para Dios, no existe la nada. ¡EXISTO!"


De las películas más destacadas que he visto no sólo de este director sino de la ciencia ficción de los años 50s -junto a El día que la tierra se detuvo- con los logrados efectos especiales, y esa lucha interior y exterior del personaje principal con sus monstruos, que van desde sus complejos hasta la impresionante y lograda lucha con la tarántula. Un filme, que no niega sus influencias kafkianas , y que por el contrario las utiliza de la mejor manera y con la propia personalidad del director nacido en New Haven, que da respuesta espiritual a un personaje, que en su encogimiento moral y físico, encuentra la validez de sus existencia.

Una verdadera proeza técnica, y artesanía cinematográfica, que esconde mucho más allá de una historia de ciencia ficción sino un cuestionamiento a el papel del hombre en la tierra, una reflexión de la sociedad de la época, y un sentido poético de las complejidades humanas frente a la diferencia y el sin razón.


 

Zoom in: La película es una adaptación de la novela El increíble hombre menguante de Richard Matheson .

Se intentó realizar una segunda parte del filme, pero la idea era tan ridícula, que nunca se llego a filmar.
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