El Instituto de Obesidad apuesta por el equilibrio de la dieta mediterránea como forma de prevenir y tratar los problemas de obesidad y sobrepeso

Por Fat
Diversos estudios sitúan las primeras referencias científicas hacia la dieta mediterránea en el año 1948, cuando Leland G. Allbaug decidió estudiar el modo de vida y los hábitos alimentarios de los habitantes de la isla de Creta, comparándolos con los ciudadanos griegos y americanos. Desde entonces, numerosos académicos profundizaron en los beneficios de un estilo que pasó a denominarse mediterráneo, y que contaba, entre otras cosas, con una dieta rica en frutas y verduras, cereales, pasta, legumbres y frutos secos; aceite de oliva, pescado, moderadas cantidades de carnes y productos lácteos, huevos y vino.
De este modo, y gracias a sus características, esta dieta se configura como una de las formas más adecuadas para prevenir y tratar los problemas derivados de la obesidad y el sobrepeso. Su escasez en ácidos grasos saturados, así como su elevado contenido de grasos mono insaturados –derivados del aceite de oliva- hace de ella una dieta con claros beneficios para la salud. Así, diferentes estudios han comparado las ganancias que puede producir esta dieta en comparación con otras que apuestan por la reducción de hidratos de carbono o la restricción del número de calorías procedentes de la grasa, demostrando que la alimentación mediterránea permite una reducción proporcional y más elevada de peso, al tiempo que facilita una mejor asimilación por parte del paciente.
Además, la dieta mediterránea proporciona una disminución de los riesgos de padecer enfermedades cardiovasculares -produce una mejora del perfil lipídico, reduce la oxidación de los lípidos, disminuye el riesgo de aterotrombosis, y mejora la función endotelial y de la pared vascular-; diabetes -mejora los niveles de glucosa, la resistencia a la insulina y el perfil lipídico-; cáncer de colon –gracias al consumo de aceite de oliva y de grasas derivadas del pescado, antioxidantes y fitoesteroles-; o cáncer de mama –debido a un correcto consumo de grasas mono insaturadas y aceite de oliva-.
En definitiva, una adecuación a este tipo de dieta permitiría mejorar sensiblemente las cifras arrojadas por la obesidad en nuestro país, evitándose desde el principio una desviación inadecuada del correcto patrón alimenticio. Así, conviene recordar que el número de obesos se incrementa cada año en gran medida por los cambios experimentados por los jóvenes en lo que a hábitos alimentarios se refiere. Para evitarlo, la dieta mediterránea surge como la mejor opción en vez de apostar por otros regímenes puntuales mucho menos equilibrados y con mayores riesgos para la salud.