el lado b de la respiración asistida

Por Rferrari @saludigital

La difícil recuperación post COVID-19 de aquellos conectados por largo tiempo

En 2021, María, una mujer de 65 años sana hasta ese momento, enfermó de COVID-19. Su estado se complicó y tuvo que ser internada en terapia intensiva con respiración mecánica durante un mes. Afortunadamente, se curó y pudo de a poco recuperar su vida normal.

Unos meses después, un día cualquiera y sin que pudiera asociarlo a nada en particular, comenzó a sentir que le faltaba el aire y que seguramente iba a desmayarse y casi ocurrió. Varias veces volvió a sentirse así y sin muchas ganas consultó un psicólogo por lo que -claramente- eran ataques de ansiedad y pánico. Desde ese momento hasta ahora ha cambiado sus hábitos, duerme casi sentada por miedo a que se repita esa sensación y ha desarrollado diversos mecanismos de «control», lugares a los que no va, situaciones que prefiere no vivir, siempre en la creencia de que en cualquier momento podría sucederle algo.

Tuvo que aceptar que aquella enfermera de la terapia del hospital quizás estaba en lo cierto cuando le recomendó que no solo hiciera fisioterapia como parte de su recuperación sino también iniciara un tratamiento psicológico.

El caso de María no es original, los psicoterapeutas hemos comenzado a recibir en la consulta, casos de personas que han atravesado el COVID-19 con experiencias de coma farmacológico y respiración asistida y que presentan distintos grados de estrés postraumático, ansiedad y depresión.

Y es que para aquellos que se han enfermado gravemente en la última pandemia, un ventilador mecánico significaba la diferencia entre la vida y la muerte. Aproximadamente la tercera parte no lograron superar la prueba y aquellos que sí lo hicieron se han visto expuestos a diversos grados del síndrome de cuidados post-intensivos (PICS), un conjunto de signos y síntomas físicos, pulmonares, cognitivos, psiquiátricos y psicológicos que ya se habían observado con frecuencia después de internación en unidades de cuidados intensivos (UCI) en estudios pre-pandémicos (1).

Luego del alta , casi todos los sobrevivientes de enfermedades críticas experimentaran algún grado de este síndrome. Los factores de riesgo para desarrollar PICS incluyen períodos más largos de ventilación mecánica, delirio, tratamiento con esteroides, fármacos vasoactivos (noradrenalina, adrenalina, dopamina) y sedación, entre otros.

Desde el contexto neuropsicológico, se detecta con frecuencia algún grado de déficit cognitivo, alteraciones de la atención, la concentración y la memoria así como de las funciones ejecutivas (razonamiento, toma de decisiones, planificación) y problemas de salud mental, como ansiedad, depresión o estrés postraumático.(2)

Una investigación realizada en el Hospital Universitario La Paz (3) se centró en el objetivo de determinar la prevalencia (frecuencia de aparición de casos nuevos) del síndrome post intensivo (PICS) a los 3 meses del alta hospitalaria en una cohorte de pacientes con síndrome respiratorio agudo severo por coronavirus 2 (SARS-CoV-2).

Se estudiaron adultos que sobrevivieron a la infección por SARS-CoV-2 y que sufrieron ventilación mecánica invasiva. Un total de 186 pacientes fueron evaluados a los tres meses del alta hospitalaria. La media de edad fue de 59 años, 126 (68%) eran pacientes varones que estuvieron una media de 14 días con respiración asistida.

Aproximadamente 3 de cada 4 pacientes (n = 139, 75%) cumplíeron los criterios de PICS. Se encontraron síntomas de trastornos cognitivos en 59 (32%) y psiquiatricos en 58 (31%) pacientes.

91 (49%) pacientes tenían debilidad muscular. 69 pacientes (37%) estaban de baja por enfermedad, mientras que 32 (17%) habían reanudado el trabajo en el momento de la evaluación.

Se encontraron trastornos cognitivos en 59 pacientes (32%) y psiquiátricos en 58 (31%) pacientes. En 47 pacientes (25%), los trastornos cognitivos fueron leves, mientras que 12 pacientes (6%) presentaron trastornos cognitivos moderados.

Los trastornos psiquiátricos predominantes fueron ansiedad, depresión y estrés postraumático.

En otro estudio similar (4) realizado en pacientes con COVID-19 ingresados en la unidad de cuidados críticos (UCI) del Consorcio Hospital General Universitario de Valencia, encontraron que 9 de cada 10 sobrevivientes de neumonía por SARS-CoV-2 ingresados en terapia intensiva presentaban al menos algún síntoma de PICS a las cuatro a seis semanas del alta hospitalaria.

Se detectó alteración del estado cognitivo en el 62% de los casos, ansiedad o depresión en el 27% (ocho pacientes), con predominio en las puntuaciones de ansiedad, y presentaron TEPT el 20% (seis pacientes).

Todas las personas que han pasado el COVID pueden experimentar algún grado de malestar emocional, pero la desestabilización emocional será mayor si ha habido hospitalización porque a la experiencia de estar enfermo se suman estresores   ambientales que agravan el impacto emocional . Pensemos en lo que significa estar muy enfermo y además aislado, sin la comunicación con nuestros seres queridos o ser testigos de otras muertes o sufrir la impresión de ver a otras personas, conectadas a respiradores. Ahora imaginemos que somos nosotros quienes sufrimos esa experiencia.

La sensación de «falta de aire» que refiere María no es sino la recreación de un trauma que se inscribe en su historia personal y que todavía no ha sido resuelto.

La psicoterapia tendrá que trabajar en ayudar a elaborar el miedo a la muerte, la sensación de pérdida de control del espacio y del tiempo, la vulnerabilidad extrema y sobre todo apuntar a la resiliencia como única estrategia para otorgarle un sentido a este tipo de experiencias extremas.

Sobre todo, será importante ayudar a los pacientes a transitar estas etapas sugiriendoles compartir sus vivencias no solo con familiares sino también con grupos de personas que han atravesado ese mismo camino para sentir que lo que les sucede es esperable y que solo se trata de su mente tratando de recuperar el equilibrio perdido. En éste sentido, la psicoterapia de grupo aparece como una herramienta casi imprescindible.-

En ocasiones, es importante también trabajar con el grupo familiar para que comprendan el contexto de aparición de estos síntomas y elaboren ideas preconcebidas sobre todo lo vivido.

Contar con espacios de encuentro para abordar estos aspectos, hablar de sus dudas y prejuicios, manejar los tiempos adecuados para acompañar esos estado de ansiedad o pánico de su familiar, los ayudará a transitar la recuperación de esa experiencia traumática que han compartido desde otro lugar con una base emocional más sólida para ofrecer a su ser querido el sostén, la comprensión y la ayuda que tanto necesita.

Referencias:

(1) Needham, D. M. et al. Improving long-term outcomes after discharge from intensive care unit: Report from a stakeholders’ conference. Crit. Care Med. 40(2), 502–529. https://doi.org/10.1097/CCM.0b013e318232da75 (2012).

(2) Delgado Hito, P., Romero García, M., & Heras la Calle, G. (2017). El
síndrome post-UCI. In G. Heras la Calle (Ed.), Humanizando los cuidados
intensivos. Presente y futuro centrado en las personas. (pp. 217–248).
Distribuna

(3)Nanwani-Nanwani, K., López-Pérez, L., Giménez-Esparza, C. et al. Prevalence of post-intensive care syndrome in mechanically ventilated patients with COVID-19. Sci Rep 12, 7977 (2022). https://doi.org/10.1038/s41598-022-11929-8 https://rdcu.be/dcb5Q

(4)Síndrome post cuidados intensivos en COVID-19. Estudio piloto unicéntrico.Eva Mateo Rodrígueza,, Francesc Puchades Gimenob, Aida Ezzeddine Anguloc, Juan Asensio Sampera, Cristina Saiz Ruiza, María Dolores López AlarcónaDOI: 10.1016/j.medcli.2021.11.014