Entre el motivo de la consulta figuran antecedentes de patología hereditaria o, al menos supuestamente hereditaria, por la coincidencia de casos en el árbol genealógico. Otras veces se trata de repetidos fracasos generativos y también la incidencia durante el embarazo de circunstancias que sugieran o determinen diagnósticos de riesgo. Menos comunes, aunque más que ocasionales, pueden ser las consultas en relación al sexo de un futuro nacimiento. A veces por curiosidad, conveniencias varias o por patología ligada la cromosoma X.
Cuando el sistema de representación de las naciones es la monarquía hereditaria, la herencia biológica se convierte en un determinante. Ya previamente lo es la nupcialidad entre familias que pertenezcan a una elite como son las familias reales que, en Europa, en un momento u otro han estado todas emparentadas. Ello contribuía a los problemas añadidos de la endogamia.
La historia de las familias reales en España en los últimos 500 años, que son los que el actual estado considera como la historia dinástica, se encuentra llena de incidencias de una forma u otra atribuibles a las dificultades genéticas o generativas. Y no pocas situaciones en las que la enfermedad física o mental han condicionado el progreso de la sucesión al trono. Desde la única hija superviviente de los Reyes Católicos, hasta las dificultades en asignar un heredero el abuelo del actual, y acabado de abdicar, monarca, apenas ha transcurrido una generación sin dificultades.
Encima, la inconstitucional preeminencia de un sexo sobre otro en la sucesión, la conocida como Ley Sálica, que continua vigente en el ordenamiento español, contribuye a confusiones ahora. Hace 150 años causaba guerras fratricidas que destrozaron el país.
La monarquía hereditaria es una situación social que está ligada a problemas biológicos. Los problemas biológicos de las familias reales pueden ser determinantes de dificultades sociales y políticas. Esto entra de lleno en lo que conocemos como Pediatría social.
Testigos como somos de las veleidades de la biología, seguimos pensando que ligar el destino de los pueblos a la genética o la capacidad reproductora de unas familias concretas, avanzado ya el segundo milenio de esta era, no es algo prudente.
Por ello y desde aquí, creemos que la actual situación política del Reino de España ofrece una buena oportunidad para plantearse, al menos, si los ciudadanos de este país estiman que este sistema de representación del estado es el más deseable. Y decidir sobre ello.
X. Allué (Editor)