El lobby “bueno” y el lobby “feroz”

Por Miguel @MiguelJaraBlog

Hace años, en 2007, tres periodistas de investigación publicamos el libro Conspiraciones tóxicas. Trata sobre el fenómeno del lobby; la corrupción de la democracia a manos de, sobre todo, las grandes empresas, que son quienes pueden permitirse disponer de departamento de relaciones con los políticos y las personas influyentes en sus ámbitos.

La palabra lobby significa “vestíbulo” aunque en lo que en cierto modo han convertido la democracia formal es en un prostíbulo. Lo argumenta bien el programa Salvados de La Sexta que firma Jordi Évole con el título El lobby feroz: dinero, viajes, influencia, poder, tráfico de influencias, encaminados a proteger y aumentar los beneficios económicos privados por encima del bien común.

En abril de 2008, el entonces eurodiputado “verde” español David Hammerstein, nos invitó a presentar el citado libro en Bruselas, en la sede del Parlameno Europeo. Nos reunimos con muchos periodistas y tuve la oportunidad de hablar en una conferencia internacional ante un aforo lleno (y boquiabierto) sobre la suplantación “de buen rollo” de la democracia por el poder corporativo, lo que llamé Totalitarismo Global Corporativo.

Tuve la ocasión de comprobar, documentos en mano, lo que cuenta David en su artículo Los lobbies y el interés común:

Puede que donde más se puede percibir la gran efectividad de la mano negra ejercida por los grandes lobbies empresariales es en las nuevas iniciativas legislativas y en las mismas enmiendas presentadas a las proposiciones de ley por parte de muchos eurodiputados.

Mediante el simple ejercicio de “copiar y pegar” al pie de la letra lo ya previamente redactado por los lobbistas industriales, los eurodiputados firman enmiendas poniendo en su nombre lo que en su origen son propuestas legislativas e intereses empresariales.

Y así ocurre a menudo que las formulaciones redactadas por la misma industria directamente acaban convirtiéndose en la misma letra de la ley finalmente aprobada, llegando así a formar parte del derecho y las decisiones comunitarias, sin que nunca pueda conocerse por parte de la ciudadanía europea el verdadero origen de los textos y la legislación que rige nuestras vidas.

En este artículo el ex eurodiputado de Los Verdes cita la existencia del lobbismo “bueno”. Éste encamina su trabajo, muy similar en cuanto a estrategias (no tanto en recursos) al de las corporaciones, tiene como fin el bien común:

Esto se contrapone radicalmente a la falsa idea de que en nuestras sociedades plurales, llenas como están de desigualdades y divisiones sociales, solo se dan intereses particulares en lucha y competencia para conseguir ventajas comparativas. Bienes comunes y colectivos tan fundamentales y básicos, como son la salud, los derechos humanos, la libertad de expresión, el acceso a la cultura, los derechos digitales, la biodiversidad, el bienestar animal, la igualdad social, la igualdad entre mujeres y hombres, la protección ecológica de los sistemas vivientes que mueren aceleradamente.

El “interés común” tiene su lugar y existencia propia, separada de otros intereses y aspiraciones particulares, y puede estar amenazado o lesionado por el predominio de los intereses sectoriales y particulares. No ha de ser suplantado por los intereses particulares y frente a las políticas neoliberales extremas y las fuerzas económicas transnacionales se hace más urgente su reconocimiento y defensa.

Se hace necesaria la existencia de lobbies fuertes en favor del “interés común” como contrapeso y freno al dominio ejercido por los distintos lobbies de intereses comerciales, particularistas o nacionalistas. Es verdad que los debates y la construcción de las opiniones políticas en sociedades tan plurales y desiguales como las nuestras están atravesados por numerosos conflictos de intereses, poderes, valores y creencias en confrontación. Pero la consideración del “interés común” no puede eliminarse de tajo en nombre del “todo depende desde donde se mire” ni del fuerte relativismo propio de la cultura posmoderna reinante.

Para concluir y aunque no lo he leído aún, puede ser interesante leer el libro de Juan Francés ¡Que vienen los lobbies! El opaco negocio de la influencia en España que también plantea lo de los lobbies positivos.