El lomo de mi tesis

Por Arquitectamos
Dedicado a los cinco amigos que menciono
al final. Muchas gracias, majetes.
A veces (demasiadas) utilizo este blog para desahogarme y limpiarme de mis múltiples mierdas y vosotros sois tan pacientes como psicoterapeutas, y además sois gratuitos. Perdonad que abuse una vez más de vuestra paciencia para quitarme de encima otra espinita justo al empezar el año.
El caso es que para algunos asuntos me considero inteligente, pero para otros soy el más tonto del mundo. Por ejemplo, para lo burocrático soy de lo que no hay. En ningún curso de la ETSAM conseguí matricularme bien: Un año no había rellenado bien las asignaturas, otro había olvidado poner la cuenta bancaria (la de mis padres), otro había escrito lo que no era y donde no era... El caso es que todos los años, TODOS, o aparecía en una lista oprobiosa de torpes o incluso recibía una cartita para que me pasara por secretaría a corregir lo que fuera. Parece una exageración, pero lo digo completamente en serio: Ni una sola vez hice bien  la matrícula.
Esta actitud tiene un efecto perverso, y es que a la hora de cumplimentar cualquier trámite ya sé de antemano que lo voy a hacer mal, y entonces leo las instrucciones nervioso, o me salto párrafos... Y acabo autocumpliendo mi autoprofecía: "Me va a salir mal"; "lo voy a hacer mal". Y me sale mal.
Hace ya muchos años que he entrado en una espiral sin solución.
Bueno, pues os quiero contar hoy una de mis innumerables meteduras de pata. Que no son sólo eso, meteduras de pata, sino humillaciones, penas, vergüenzas, amarguras y arrepentimientos.
Cuando me disponía a presentar mi tesis doctoral, conociendo esta deficiencia mía me informé con todo cuidado sobre cómo tenía que encuadernarla. En la secretaría de doctorado me dieron unas normas que -de verdad que sí- estudié a fondo.
Con todo lujo de detalles se indicaba qué tenía que poner en la portada. Lo repasé todo mil veces para no olvidar ningún detalle ni poner ninguno de más.
Mi tesis doctoral, que os recuerdo que podéis descargar si queréis clicando el icono de arriba a la derecha de este blog.
Universidad, escuela, título de la tesis y después "tesis doctoral", mi nombre y mi título ("arquitecto") y la fecha. (La presenté en 1991 y la leí en marzo de 1992). Todo ello en letra negra sobre fondo gris.
La única frivolité que me permití fue escribirlo todo con la tipografía de Van Doesburg, que tenía importancia en mi tesis. (Bueno, si a eso vamos también la tenía la de Frank Lloyd Wright, pero no me atreví a dibujar en vegetal todo eso con la letra de Wright. La de Van Doesburg era mucho más fácil). Hasta me compliqué la vida pensando cómo poner las tildes sin desvirtuar mucho el modelo del holandés, que no las tenía.
A ese nivel de paranoia estaba.
Bueno, pues en ese nivel de paranoia leo en las instrucciones que "en la parte superior del lomo se inscribirá el número de la escuela técnica superior", y luego una lista en orden alfabético en la que a Arquitectura le correspondía el 03.
A mí me habría hecho ilusión que en el lomo apareciera mi nombre y el título de la tesis, como en los libros de verdad. Al fin y al cabo este era mi primer libro (como digo en la dedicatoria y agradecimientos), y me parecía muy pobre que el lomo fuera mudo y sólo tuviera el 03. Me daba pena que mi primer libro quedara con un lomo tan cutre.
Quise pensar que la nota para el lomo se refería a que había que poner un 03 claramente visible, además de todo lo demás. Pero no decía nada de eso. Releí las instrucciones cien veces y la cosa era rotunda. Las instrucciones explicaban con saña exhaustiva el montón de cosas que había que poner en la portada, y en el lomo el número. (No decía más).
Un asqueroso defecto que tengo y que ha marcado algunos de los peores errores de mi vida es que no pregunto por no molestar. Por no ser pesado ni incordiar. Os aseguro que no evito preguntar por soberbia o altanería, ni por vaguería. Es por el apuro de molestar. Soy así. Y a mis cincuenta y siete años ya sé que seré así hasta que me muera.
¿Qué me habría costado ir a secretaría y preguntar? Pues nada. No lo hice.
-Por favor, ¿el 03 del lomo es además del título y mi nombre?
-Pues claro, so lelo.
-Jeeeee. Jejeje. Muchas gracias.
Que no pregunté. Leí muchas veces las instrucciones con angustia creciente, pero no pregunté.
So lelo.
El caso es que me presenté en Faster (en San Francisco de Sales, Madrid) con el original de la tesis y el vegetal para la portada y les encargué unos cuantos ejemplares (los preceptivos para la entrega más unos pocos para regalar). El encargado -que estaba harto y más que harto de encuadernar tesis doctorales- me preguntó por el grabado del lomo, y cuando le dije que no, que en el lomo iba sólo el 03, se encogió de hombros.
¿Por qué? ¿Por qué me tuvo que tocar un encargado complaciente y pasota? ¿Por qué no me tocó un listo, un peleón, un polemista?
El caso es que mi tesis quedó así:
Los dos ejemplares que me quedan. En mi estudio. Qué cosa más triste y más sosa.
(Sí, lo de al lado son las obras casi completas de Enrique Jardiel Poncela)
Y de esto llevo arrepintiéndome veintiséis años.
Mucho tiempo después osé (estuve años dudando: otra vez el miedo a molestar) enviarle un ejemplar a Jorge Oteiza. Tuve noticias indirectas de que le había gustado. Y mucho después vi emocionado (ya lo conté aquí) que estaba en la sala del Museo Oteiza dedicada a exponer su biblioteca personal. Lo que creo que no dije fue que al lado de la mía había otra, igualmente de lomo mudo con sólo el 03. Y sentí una especie de afinidad en la candidez. Otro doctor arquitecto por la ETSAM había interpretado las instrucciones exactamente igual que yo. Otro pardillo.
Dicen que mal de muchos consuelo de tontos. Pues sí, pues vale, pues de acuerdo.
No saqué foto de la vitrina en la que están ambas tesis (otra vez el miedo a preguntar y a molestar, y eso que el personal del Museo Oteiza es la gente más amable con la que me he cruzado en mi vida), pero os pido que si vais os entretengáis en ver los dos tomos grises cuyo lomo sólo dice 03. Los números son levemente distintos. Se nota que no son dos ejemplares de la misma tesis.
Molesto por este recuerdo amargo que sigue desazonándome y que me vuelve de forma recurrente (como tantos otros), pedí en twitter a amigos doctores, gente normal, perfectamente integrada y positiva, que me mandaran fotos de los lomos de sus tesis y me autorizaran a ponerlos aquí. Me contestaron cinco. La muestra es escueta, pero impresionante:
Juan Carlos Arroyo Portero, Ingeniero de C.C.P. Doctor con tesis leída en la Escuela Superior de Arquitectura y Tecnología de la Universidad Camilo José Cela de Madrid. Encuadernada en rústica, sobria, dice todo lo que tiene que decir.
Alberto Cerezo Narváez, Arquitecto, Doctor Ingeniero por la Universidad de Cádiz. Tapa dura y también dice todo lo que tiene que decir.
Blanca Espigares Rooney, Arquitecta, Doctora por la Universidad de Granada. Baúl con cientos de libros, cuadernos, mapas... una lupa, un pen drive, una regla con escala... y creo que una brújula, un sextante, un tomahawk, una guía de carreteras y qué sé yo.
Carlos Santamarina Macho, Arquitecto. Doctor por la Universidad de Valladolid. Rizando el rizo aún más: Ejemplar con cubierta negra según normas de su universidad (pero con el texto del lomo descendiente, a lo anglosajón, porque sí, porque le gustaba así), y complemento de camisa en blanco, rojo y azul, ilustrada, para poner encima porque le mola más.
David García-Asenjo Llana. Arquitecto. Doctor por la ETSAM. Este me duele aún más que los otros porque es de la ETSAM y ha tenido que pasar por el mismo aro que yo, el gris y el 03, pero me restriega por las narices que lo otro también valía y cabía. (Por cierto, veo que el 03 ahora va abajo. Estos de la UPM han relajado sus normas).
En definitiva, todos ellos son gente que hace las cosas bien, son gente despierta, despejada, que va por la vida con decisión.
A su lado soy el paleto metepatas que nunca atina, que nunca va vestido para la ocasión y que siempre se queda con el paso cambiado y en la habitación de al lado de donde está ocurriendo lo gordo.
A ver si en este año que empieza me centro un poco y me atrevo a preguntar o a fijarme bien para enterarme de dónde es la fiesta y de qué hay que llevar.
Feliz año a todos.