Estamos en el madrileño Centro Comercial de Xanadú, un lugar entre los más grandes de Europa en su género y al que el 99,9% de sus visitantes acuden en coche, motivo por el que habrán de ocupar alguna de las miles de plazas de aparcamiento habilitadas para los usuarios, aunque respetando -eso sí- aquellas que han sido específicamente reservadas para los discapacitados y que, por existir en un número muy superior a las previsiones más optimistas, siempre permanecen vacías.
Entre los tímoratos jardines que rodean al centro pueden verse pancartas informativas que ubican a algunas plantas y que se cuidaron de hacer accesibles también para los invidentes, motivo por el que vieron triplicar su tamaño y probablemente también su precio, al incorporar la versión Braille..Las posibilidades de que un ciego vaya solo hasta Xanadú son nulas, entre otras cosas porque no podría hacerlo sin coche... Pero es aún más improbable que alguno de ellos llegue a pasar el pulpejo de sus dedos por la superficie de estos letreros, puesto que habría de aventurarse en el jardín, adentrándose entre las plantas, para hacerlo...Por supuesto que apoyo toda forma de ayuda útil y posible a los discapacitados, pero por favor, sin que perdamos el norte: el que nos ocupa es el típico ejemplo que más que ayudar, proclama que lo hace.