El mecanismo arquitectónico de le corbusier

Por Marcelogardinetti @marcegardinetti

Por Marcelo Gardinetti “Abrid los ojos! Comemos en un pequeño restaurante de cocheros en el centro de Paris; al fondo están el bar y la cocina, un altillo corta en dos la altura del local, su parte anterior de a la calle. Un buen día se descubre esto y se ven las pruebas de que facilita todo un mecanismo arquitectónico que pueda corresponder a la organización de la vivienda humana” (1) El período formativo de Le Corbusier transcurrió en una búsqueda casi obsesiva de elementos genéricos sobre los cuales desarrollar los conceptos de una nueva arquitectura. En su afán por captar a través del dibujo todo lo que observaba, dedico sus viajes de aprendizaje a la representación sistemática de edificios de la antigüedad, como un ejercicio que le permita rescatar para si, los principios de estructuración de la arquitectura clásica y forjar su ideal de valores. Cada apunte es un nuevo concepto, un carácter, la concepción de una nueva idea. Un ejemplo de lo que representan en su indagación arquitectónica, puede leerse en los escritos al borde de los dibujos realizados en la visita a la cartuja de Ema: “celda de un hermano en la cartuja de Ema. Lo aplicaría admirablemente a las casas obreras, siendo el cuerpo de alojamiento completamente independiente”  (2)  En su derrotero por los estudios donde trabajo, fue nutriendo de nuevos conocimientos esas experiencias: descubrió los secretos del hormigón en el estudio de Auguste Perret y concibió la mecanización como impulsor de una nueva cultura en el estudio de Peter Behrens, cultura que admiró al visitar la producción de las empresas en su viaje a Alemania. Concluye entonces que la arquitectura de los primeros años del siglo XX no está a la altura de los avances técnicos logrados en la misma época y replica estos conocimientos, con la ayuda de Max Dubois, en el desarrollo del sistema Dom-ino, un diseño pensado para fabricar en serie, que sintetiza el orden que descubrió en la arquitectura clásica. Este puede considerarse el punto de partida de un compendio de criterios rectores que aplica en la concepción de sus diseños, basados en la geometría como medio para expresar la pureza, las formas primarias que dan carácter universal a la arquitectura, la precisión y el orden matemático y la estandarización de los elementos de la construcción. Estos rígidos conceptos se amalgaman con los criterios plásticos derivados de su actividad pictórica, para resultar una combinación que hace de su arquitectura única e irrepetible. En esos años sucede el hecho relatado en el texto al comienzo del artículo, producto de una conversación que mantenía con un grupo de colaboradores durante un almuerzo en un café de Paris. El relato sintetiza con cuanta facilidad la capacidad de observación de Le Corbusier se transformaba en el detonante de sus ideas. Al examinar como el salón principal del bar estaba jerarquizado por su altura respecto de las actividades de servicio divididas por un entrepiso, Le Corbusier define esa diferencia como un “mecanismo arquitectónico” que perfectamente puede aplicarse a la vivienda. Concreta así otro criterio rector para su trabajo, un elemento genérico que “mecaniza” el espacio y lo transforma en un elemento serial, constitutivo del conjunto de elementos que dan forma a la arquitectura. El mecanismo arquitectónico así definido, se convierte en una constante que utiliza sistemáticamente en el diseño de sus villas, a tal punto que podría considerarse como otra de las “certezas” no incluidas en los famosos “cinco puntos”. En la concepción del doble espacio como elemento articulador, Le Corbusier define las jerarquías espaciales de la vivienda del hombre. La anécdota del café Parisino encabeza la presentación de la primera versión de la Casa Citrohän en el primer tomo de las Obras Completas, un hecho que transforma el mecanismo concebido en un manifiesto. En esta primera aplicación, el doble espacio es el alma de la casa Citrohän, articula la escala de la ciudad con la vivienda y genera una dinámica visual en la percepción del espacio interior, tanto en horizontal como en vertical, que no había sido utilizada en viviendas unifamiliares de esa escala hasta entonces. A partir de esta obra, el mecanismo arquitectónico pasa a ser estructurante de sus diseños domésticos. Lo utiliza en forma transversal a la vivienda en las distintas variantes de las casas Citrohän, como espacio articulador longitudinal en el área social de la Villa Cook, para diferenciar un sector del área social en la Casa Curutchet, como articulador con el exterior en la Villa Stein, estratificado alternadamente en la villa Shodan, destacando lugares de trabajo en el atelier Ozenfant o en la Petite Maison d’Artistes a Boulogne, definiendo el espacio para exposiciones en la Maison La Roche,  o transformado en un elemento definitorio en la Unite d’Habitatión. Esta concepción del espacio como elemento mecánico es propia de Le Corbusier y puede trasladarse a otros criterios que aplica en su obra, pero en todo caso, debe entenderse como parte de una exploración frenética para determinar las verdades de la arquitectura, investigación sobre la que siempre posó su mirada. Esta exploración constante convierte en vanguardia a toda la obra de Le Corbusier. A diferencia de muchos de los maestros contemporáneos a él, Le Corbusier jamás cejo en la búsqueda de la universalidad de su arquitectura, renovando su repertorio formal, optimizando su concepción espacial, alterando la textura y el color en el uso de los materiales componentes, pero siempre tomando al hombre como el fin único de cualquier realización. Cualquier dibujo o escrito de Le Corbusier es un aprendizaje, cualquier obra o proyecto realizado por él admite una relectura. Su trabajo siempre permite una nueva mirada, aun en el disenso. La obra de Le Corbusier es un manantial de concepciones espaciales, formales, de bases teóricas o intuitivas, que exige la articulación permanente entre ideas y conceptos, y despierta un flujo de percepciones arquitectónicas difícilmente equiparable a otros trabajos.