El mejor regalo que me han hecho

Por Drajomeini @DoctoraJomeini

¿Cuál es el mejor regalo que me han hecho? Esa es la pregunta que lanza Maitasun en su blog a todos los que nos animemos a hacer un post para la ocasión. Cuando lo leí me dije ¿por qué no?: Y me apunté. Así que aquí estoy pensando en cuál es el mejor regalo que he tenido en mi vida. ¿Qué podría decir?Mis hijos son un regalo. El amor de mi santo y de mi familia, también. Mis amigos, tanto tangibles como virtuales, son un regalo. El oir, ver, sentir, disfrutar de cada día de la vida es un regalo. Pero imagino que Maitasun se refiere a algo material y seguro que, leyendo esto, está torciendo el gesto y pensando: "La Jomeini ya se me está yendo por los cerros de Úbeda, para variar". Vale, vale, me centro. Algo material. A ver. Me viene a la mente un dibujo de Susanita:- Mira, mami, esta eres tú.En el folio, había pintada una muñecaja cabezona, con unas piernas kilométricas y dos pelos lineales a los lados de la cabeza. Remataba la boca un corazón de un intenso tono escarlata.- Es preciosa, mi vida, gracias.Porque ese regalo es mucho más que un dibujo. Es recibir el amor totalmente desinteresado de mi hija. O un trozo de queso que me dejó el Terro el otro día en mi mesa del despacho, con el que consiguió convertir mis apuntes en un hormiguero en danza.- Es que - me dijo, lloroso, mientras yo arreglaba el desaguisado - a tí te gusta mucho ese queso, así que te dejé un poquito del mío. O una nota de mi santo que encontré en la almohada, después de una guardia terrible: "Me llevo a los niños al parque. Aprovecha para dormir. TQ".Pero, tal vez, el mejor regalo que me hayan hecho nunca, me lo hicieron mis padres con 8 ó 9 años. Me regalaron un libro: mi primer libro. Era un tomo de cuentos de Hans Christian Andersen, que todavía acumula polvo en mi estantería. Mi madre me lo tendió y dijo:- Te hemos comprado este libro, porque ya es hora de que tengas libros de verdad.Hasta ese momento, mis lecturas se limitaban a cuentos infantiles y tebeos. Esto era totalmente distinto. El libro era gordo, con tapas duras y letra pequeña. Apenas tenía dibujos. Y olía a nuevo. Tardé semanas en leerlo, poco a poco, trabajosamente. Desde entonces hasta ahora, han pasado por mis manos miles y miles de libros. Por eso, tal vez, haya sido uno de los mejores regalos que me han hecho. Mis padres no me regalaron sólo un libro. Me regalaron el primero de muchos. Me regalaron la llave de la puerta de la literatura y, con ella, la posibilidad de escabullirme a otros mundos, otras vidas, otras mentes.