La película adapta el libro He's Just Not That Into You: The No-Excuses Truth to Understanding Guys (2004) de Greg Behrendt y Liz Tuzillo, coguionistas de un buen número de episodios de las dos últimas temporadas de Sexo en Nueva York (1998-2004), en los que sin duda volcaron numerosas ideas del libro que escribían a medias. Por su parte, los guionistas Abby Kohn y Marc Silverstein afilaron anécdotas y recursos en Opposite sex (2000), una comedia de quinceañeros de corta existencia (apenas ocho episodios) que pasó sin pena ni gloria. Ya sea por unos o por otros, la cosa es que el formato del filme se apoya descaradamente en el falso documental de campo que popularizó SNY: al comienzo de cada bloque temático, unos desconocidos narran a la cámara sus experiencias y reflexiones sobre lo que estamos a punto de ver, incluyendo el mismo toque humorístico y desencantado de la famosa serie de TV. Así que a los fans de Carrie y sus chicas no les supondrá ningún problema adaptarse a la estructura y al tono de la historia.
El verdadero problema es que el conjunto resultante se parece más a una especie de informe Warren sobre las relaciones urbanas que a una comedia romántica al uso. Y no me refiero únicamente al estilo soso y carente de ritmo, sino a la excesiva duración (con la mitad de tiempo habría resultado entretenida), a la predecible banda sonora ochentera (¡se supone que han pasaso veinte años!), a la sobreabundancia de protagonistas femeninas (tres sería el número perfecto; cuatro parecería un calco demasiado obvio de SNY, así que se atreven con cinco). Y ya puestos a redondear el paralelismo con las conclusiones de la comisión Warren, resulta que también encontramos las mismas mentiras y lugares comunes sobre hombres y mujeres en busca de una pareja.
Y es que, a estas alturas, se puede afirmar que nos hallamos bastante cerca de un consenso sobre comportamientos, costumbres, manías y crueldades de ambos sexos en esto de comenzar idilios, de modo que los valientes que se empeñan en profundizar sobre este tema en la pantalla deberían ser más conscientes de que el tratamiento y los personajes marcan la diferencia y la impresión final del espectador; porque lo cierto es que los argumentos (quizá falte por descubrir alguna mutación genial, pero es dudoso que aparezca en esta década) están todos descubiertos.
La última pega es estrictamente personal: Aniston y Johansson no coinciden en ninguna escena, así que se va al traste mi deseo de verlas interactuar. Es una lástima porque no habrá muchas más oportunidades: la comedia blandengue es el único género que tienen en común.