El pasado mes de abril fuimos a visitar el monasterio cisterciense de Santes Creus, situado en la comarca catalana de l'Alt Camp. Junto con los monasterios de Poblet y Vallbona de les Monges, constituye la Ruta del Císter, un recorrido artístico y cultural de gran interés. Santes Creus es el único monasterio de la ruta en el que no existe vida monástica y es uno de los conjuntos cistercienses mejor conservados.
La Orden del Císter tiene su origen en el año 1098, cuando Roberto de Molesmes fundó la abadía de Cîteaux, en la región de la Borgoña. Era una orden monástica reformada: promovía el retorno a la pureza de la regla benedictina. Por aquel entonces, los monasterios benedictinos, como Cluny, se habían corrompido por el exceso de lujo. Los cistercienses rechazaron el fausto y fomentaron la construcción de iglesias sin decoración, austeras. Los monjes, vestidos con túnica blanca y escapulario negro, siguieron la estricta observancia del ora et labora. De Cîteaux surgieron abadías filiales: La Ferté, Pontigny, Clairvaux y Morimond. Y de éstas, nacieron muchas más que se fueron expandiendo por el territorio. Santes Creus es hijo del monasterio francés de la Grand Selva, filial de Clairvaux. Fundado en el año 1168, obtuvo protección y patrocinio real: Pedro III de Aragón prefirió ser enterrado en su iglesia, en un rico mausoleo ubicado en el crucero, y también su hijo, el rey Jaume el Just y su esposa, Blanca de Anjou.
Santes Creus es un monasterio de visita imprescindible. Para conocerlo un poco mejor, acompañaré mis fotografías con la explicación proporcionada en el catálogo informativo. Si alguna vez venís de viaje por esta región, ¡no olvidéis visitarlo!
Fachada de la iglesiaSiglos XII-XIV
En la fachada se advierten tres etapas constructivas o momentos históricos: en primer lugar, la portalada y las ventanas laterales de arco de medio punto pertenecientes al románico; después, el ventanal gótico con vitrales de la nave central; y, finalmente, las almenas construidas cuando, hacia el año 1376, Pedro el Ceremonioso, ordenó la fortificación del monasterio. La portalada está decorada con arquivoltas y los capiteles están ornados con motivos zoológicos y vegetales. A ambos lados, unas columnillas molduradas y adosadas a la fachada se han interpretado como los restos de un posible nártex o pórtico destinado a cubrir la entrada en la iglesia.
ClaustroSiglo XIV
Su construcción se inició en el año 1313 bajo el patrocinio del rey Jaume el Just y de la reina Blanca de Anjou. La evolución de la obra se vio favorecida por la llegada, en el año 1331, del maestro de obras y escultor Reinard des Fonoll, que dirigió los trabajos de construcción durante unos años y participó en la realización de los motivos escultóricos de los capiteles. En 1341, el abad Francesc Miró (1335- 1347) dio la obra por finalizada y procedió a su bendición. El claustro es de estilo gótico, muy rico en decoración y, por lo tanto, se aleja de los preceptos de sencillez y austeridad propios de los monjes cistercienses. Las galerías están cubiertas con bóvedas de crucería y los ventanales de arcos ojivales se llenaron de magníficas tracerías. La descripción de las imágenes de los capiteles o la explicación de su simbolismo serían tarea demasiado larga y compleja; aún así, hay que valorar la calidad artística y la amplia variedad de los motivos representados: seres fantásticos o mitológicos, motivos zoomórficos, escenas bíblicas, elementos heráldicos y todo un abanico de personajes diversos. Fruto de los vínculos y los privilegios establecidos con amplios sectores de la nobleza catalana, el espacio se convirtió en una necrópolis nobiliaria.
Sala capitularSiglo XII
Aquí los monjes, que se sientan alrededor de la sala en los peldaños adosados a las paredes, se reúnen con el abad para la lectura diaria de un capítulo de la Regla de San Benito. Es una de las estancias monásticas más importantes y más logradas a nivel arquitectónico. Cuenta con una planta cuadrangular y una cubierta de bóvedas de arista. Los nervios de los arcos confluyen en cuatro columnas centrales de piedra que reproducen con fidelidad una palmera: la columna sería el tronco del árbol; y los nervios, sus hojas. Austeridad, sencillez y equilibrio son adjetivos adecuados para esta dependencia.
Claustro posteriorSiglos XIII-XVII
Su construcción aún plantea algunos interrogantes históricos y arquitectónicos. La planta es trapezoidal y está cerrada por una serie de arcos apuntados de factura arcaizante. Las aberturas en forma de ventanales o de grandes ojos de buey son testimonio de la existencia de un piso superior. El claustro cuenta con un patio ornado con un surtidor central y ocho altos cipreses. Este proyecto de ajardinamiento fue elaborado por el arquitecto Jeroni Martorell en época de la Mancomunitat. La combinación de elementos arquitectónicos y ambientales origina un espacio para el recogimiento y la reflexión y, a la vez, rezuma serenidad y quietud.
Palacio RealSiglos XIII-XVI
La construcción se inició por iniciativa del rey Pedro III de Aragón pero la finalización de la edificación –fechada en el año 1310– y su enriquecimiento estuvieron a cargo de Jaume el Just y Blanca de Anjou. Finalmente, en la época de Pedro el Ceremonioso se inician una serie de intervenciones y ampliaciones, de la mano de algunos abades, con el objetivo de transformar la residencia en palacio abacial. Su estructura es la propia de los palacios de la época medieval pertenecientes al gótico civil catalán; es decir, un patio a cielo abierto, una escalera de acceso y una galería superior con las estancias articuladas a su alrededor. La galería presenta una serie de arcadas sostenidas por esbeltas columnas y en el techo aún se puede ver un artesonado decorado con policromía. La barandilla de piedra de la escalera tiene en los dos extremos decoración figurativa consistente en representaciones animales; y la columna de pórfido integrada en esta composición, una pieza exótica y lujosa, manifiesta el contraste entre la austeridad monacal y la exuberancia real.
Estancias primitivasSiglos XII-XVII
Conjunto de restos constituidos por diferentes arcos de piedra y por testimonios en alzado de antiguas paredes que correspondían, probablemente, a las dependencias monásticas necesarias para establecer el asentamiento de los primeros monjes procedentes de Valldaura. Entre los restos se encuentra un monolito conmemorativo dedicado a fray Guillem Mestres, monje de Santes Creus nombrado, después de la exclaustración de 1835, vicario de la parroquia de Santa Llúcia. El fraile se convirtió en custodio y defensor de la integridad del monumento y se le recuerda como el primer restaurador del monasterio.
Capilla de la TrinidadSiglo XII
Erigida para acoger las plegarias y los oficios religiosos durante los años iniciales de establecimiento en Santes Creus, con los siglos se convirtió en la capilla de la enfermería nueva. Es una iglesia de dimensiones reducidas, con una planta rectangular sin ábside y cubierta por una bóveda de cañón ligeramente apuntada. La abertura a levante y a poniente de las dos ventanas de arco de medio punto, así como la orientación del templo –de este a oeste– garantizan que la luz solar se aproveche al máximo. La capilla coincide con la tipología propia de muchas iglesias de finales del siglo XII. En la cabecera se colocó la talla de madera de un Santo Cristo Crucificado elaborada en el siglo XV.
DormitorioSiglos XII-XIII
Es una sala espaciosa –de 46 m de largo por 11 de ancho– y transcurre por encima de la sala capitular, del locutorio y del escritorio. La edificación se inició en 1191 y finalizó en 1225. La solución adoptada para cubrir la estancia, una cubierta de doble vertiente o a dos aguas sostenida por once arcos de piedra diafragmáticos, destaca por su alto valor arquitectónico. Los arcos diafragma, ligeramente apuntados, descansan sobre las gruesas paredes y sobre unas ménsulas piramidales con decoraciones vegetales. El resultado es una dependencia sin columnas ni pilares y, por lo tanto, de gran amplitud. Esta tipología arquitectónica fue aprovechada por la propia orden –por ejemplo, en el dormitorio de Poblet–, por las órdenes mendicantes –en la iglesia de Sant Francesc de Montblanc–, y en muchas otras construcciones civiles. Los monjes dormían en comunidad, vestidos, sobre lecho de paja y en una misma dependencia. Con el paso del tiempo se toleraron las celdas individuales y aparecieron las primeras camas con jergón de paja.
La iglesia mayor presenta una cabecera con una pared plana y un conjunto constituido, de forma sencilla, por un gran rosetón y tres ventanales alargados de arco de medio punto. Las aberturas aseguraban la iluminación interior del edificio y, al mismo tiempo, también tenían un simbolismo evidente relacionado con el misterio de la Santísima Trinidad: Dios, una sola naturaleza, representado por el rosetón; y la Trinidad –Padre, Hijo y Espíritu Santo–, por las tres ventanas. El rosetón, que ha sido fechado alrededor del año 1193, cuenta con dieciséis lóbulos y está cerrado por un ajedrezado. En 1992 la iglesia fue restaurada y conserva buena parte de sus vitrales originales, hoy considerados de los más antiguos del tipo cisterciense.
El cementerio será un reflejo de la austeridad, la humildad y la sencillez propias de la reforma monástica cisterciense, así como de la funcionalidad o del sentido económico de sus realizaciones. La muerte se entendía como un tránsito y un momento solemne para la comunidad. Cuando se producía una defunción, se desnudaba y lavaba al monje fallecido y se lo volvía a vestir con el hábito. Después de su traslado a la iglesia y de la vigilia, se oficiaban las exequias por su alma y, sin ataúd, se lo enterraba en el cementerio. En este espacio sólo ha perdurado el sentido o el espíritu original del Císter. Una gran cruz de piedra es el único símbolo necesario para acoger a todos.
IglesiaSiglos XII-XIV
La iglesia abacial es de ábside truncado y reproduce fielmente el plano bernardino. Tiene una gran capilla central de planta cuadrangular y dos capillitas más pequeñas a cada lado. En su interior hay diversos retablos elaborados a lo largo del siglo XVIII. El más valorado artísticamente es el retablo mayor, obra de Josep Tramulles, esculpido y decorado entre 1647 y 1679. Este retablo barroco sustituye al anterior, de estilo gótico, trabajado por Lluís Borrassà. En los años iniciales, la cabecera estaba presidida por el espléndido rosetón, arriba de todo, y los tres ventanales debajo. El evidente simbolismo de la composición y de la luz a través de los vitrales bastaba para llenar la iglesia y el espíritu de la comunidad. En el rosetón y las ventanas de la zona norte de la nave transversal se conservan vitrales elaborados a principios del siglo XIII y considerados uno de los pocos conjuntos de vidrio cisterciense que se conservan en Europa.Las obras de la iglesia mayor del monasterio se iniciaron en el año 1174, con el abad Pere de Santes Creus, y se la abrió al culto –consagrándola, como era habitual en el Císter, a la Virgen María– en 1211, bajo el abadiato de Bernat de Àger. En 1225 se habían erigido los tres primeros tramos; aún así, no se terminó definitivamente hasta el año 1411. La iglesia tiene planta de cruz latina con tres naves separadas por sólidos pilares que se encargan de soportar, con la ayuda de los gruesos muros del edificio, un techo de bóvedas de crucería y anchos arcos fajones ligeramente apuntados que se integran en los pilares de la nave central a través de una solución arquitectónica original y austera: una especie de rollos o ménsulas acanalados. La monumentalidad de la construcción contrasta con su falta de decoración escultórica. El gran ventanal gótico de la fachada, elaborado alrededor del año 1300 y con vitrales ricamente policromados, es la única licencia decorativa en la extraordinaria austeridad del templo.