El monje avaro. Cuento zen.

Por Chocobuda

Foto: BBC

Esta es la historia del monje avaro.

Hace muchos años en China había un pueblo a las faldas de una montaña. En la montaña estaba un monasterio budista donde vivía un monje muy avaro. Cada que había un donativo al templo o llegaba dinero para los monjes, él era el primero en la fila.

Oficiaba ceremonias y servicios solo para seguir almacenando riqueza. ¡Decían que con lo que tenía podía comprarse la casa más lujosa del pueblo!

Tenía tanto deseo por el dinero que parecía que solo eso le daba alegría. Nunca gastaba en nada, ni siquiera para él mismo. Sus ropas eran viejas y rotas, a pesar de que todos sabían de sus ahorros.

—Ahí va el monje avaro en sus ropas raídas— se escuchaba decir a la gente del pueblo. —Es tan tacaño que ni siquiera se compra algo para él mismo.

Entonces llegó la temporada de lluvias antes del invierno. Un día comenzó a llover sin cesar por varias semanas. El pequeño pueblo fue arrasado por las aguas. Las casas quedaron destruidas, los sembradíos se inundaron y el ganado murió ahogado.

El invierno llegó y los aldeanos no tenían casa o alimento para sobrevivir a la estación. Reinaba la tristeza y desesperación.

Una mañana el pueblo despertó con la sorpresa de que la plaza central estaba llena de carretas. Al inspeccionarlas  de cerca, los aldeanos vieron que estaban repletas de sacos de arroz y frijoles, cobertores, ropa y hierbas medicinales. ¡También habían yuntas, arados, azadones y cuatro fuertes bueyes para trabajar la tierra!

Justo en medio de las carretas estaba el monje avaro con sus ropas apestosas, meditando en silencio. Inmóvil.

El alcalde del pueblo se acercó a él y le preguntó de dónde había venido todo esto.

—Soy un monje Chan (Zen)— dijo discretamente. —Hace muchos años, durante mi meditación, vi el futuro de este pueblo. Pude ver y sentir que el desastre vendría. Desde entonces me dediqué a ahorrar todo lo que pude para este día.

El monje sonrió y entregó al alcalde el dinero que aún le restaba. Se despidió con una sonrisa y se alejó entonando un sutra.

Cuando los aldeanos vieron esto se sintieron avergonzados por haber tratado y pensado mal del monje.

—¡Qué gran bodhisattva!— comenzaron a gritar.

Esta es la historia del monje avaro.