El mono estresado ¿Se puede controlar el miedo?

Por Seo Bloguero

“Pasar miedo controlado entrena al organismo para superar el estrés”
José Enrique Campillo, médico experto en nutrición y alimentación.

El estrés crónico es el causante del 70% de los problemas que llevan a la consulta de un médico. Ante una situación de estrés mantenido, en el cuerpo humano se acumulan numerosas hormonas y metabolitos. En la naturaleza, estas sustancias preparan al organismo para dos de sus funciones básicas: la reproducción y la supervivencia. A diferencia de los animales, el hombre no solo debe enfrentarse a sucesos reales que le generan estrés, sino a numerosas situaciones irreales que imagina con su cerebro. La percepción de estas amenazas dispara todos los mecanismos del estrés y, ante la imposibilidad de huir o de resolverlo de inmediato, como ocurre en el medio natural, le generan una situación crónica que minan, poco a poco, su salud. Para aplacar estos mecanismos, se pueden poner en práctica técnicas de respiración y relajación, practicar ejercicio físico de manera regular, acudir a sesiones de terapia cognitivo-conductual y pasar miedo de forma controlada, según explica en esta entrevista José Enrique Campillo, autor de ‘El mono estresado’. Este médico, que fue catedrático de Fisiología de la Universidad de Extremadura, es experto en nutrición y alimentación, materia que imparte en la Universidad de Mayores de Extremadura, y colaborador de la Universitat Oberta de Catalunya.

La palabra “estrés” se utiliza muy a menudo, de forma coloquial, pero no significa ir con prisas o tener mucho trabajo, ¿no es así?

Ese es su principal problema. Se ha convertido en una palabra baúl que emplea la población e, incluso, los profesionales para referirse a muchas vivencias o situaciones. Así que uno no tiene una idea exacta de lo qué es y del peligro que supone para la salud. El estrés, desde el punto de vista fisiológico y biológico, es una respuesta del organismo frente a una amenaza que atenta contra la supervivencia o la reproducción. La gacela responde ante un peligro concreto, cuando se le acerca una leona, corriendo, y se soluciona de inmediato, porque salva su vida o es cazada por la leona. Pero el hombre tiene un instrumento, el cerebro humano, que, a pesar de ser una maravilla, a veces sufre fenómenos extraños. Está muy estudiado que hay personas a las que una simple amenaza les altera la vida, como el hecho de que un vecino le deje la basura delante de su puerta todos los días. Esas personas están pendientes de si el vecino sale de su casa y solo ver la bolsa les produce una gran tensión. En cambio, otras, que sufren un accidente grave o atentados terroristas, no lo padecen tanto.

Puesto que menciona el cerebro, ¿qué importancia tienen los peligros imaginarios en el desarrollo del estrés?

El recuerdo, la rememoración de sucesos estresantes, es un problema de los seres humanos que hace que la preocupación se acumule, cause tanto daño a la salud y se sienta miedo, como ocurre al andar por calles apartadas y solitarias. Debido al cerebro, se puede sentir como una gran intimidación algo que es imaginario, y no solo las amenazas reales.

De modo que son tan importantes las amenazas imaginarias como las reales.

“El 70% de los motivos que llevan a la consulta médica están relacionados con el estrés”

Exacto. Por este motivo, conviene prevenir y tratar los distintos tipos de estrés, si es preciso, con la psicoterapia o terapia conductual. Mediante distintas técnicas se enseña a las personas que imaginan estas amenazas al afrontamiento de la situación que les resulta ansiosa, para que les haga el menor daño posible. Hay que tener en cuenta que el estrés, en la naturaleza, sirve de manera individual para saber qué hacer frente a un peligro concreto. El problema es cuando se reitera.

¿Qué ocurre entonces?

Se hace crónico y lo que hace daño son las hormonas, metabolitos y todos los mecanismos que se liberan frente a una reacción, lo que constituye un verdadero problema.

Así como en su anterior libro (‘El mono obeso’) describía la obesidad y otros trastornos de la sociedad de la opulencia, ¿diría que el estrés también es una enfermedad de la opulencia?

Más que de la opulencia, se lo atribuiría a las sociedades desarrolladas. Los yanomamis que viven en la selva del Amazonas, o los cum, del desierto de Kalahari, del sur de África, no tienen este riesgo. Activan todos sus mecanismos cuando se ponen en peligro y tienen que ir a cazar. O, cuando se pasa una hambruna, en situaciones normales y naturales, el organismo activa todos los mecanismos de defensa para superarla. En la naturaleza, el estrés es instantáneo. No es repetido. Pero en las sociedades desarrolladas sí que se está sometido a un estrés diario y crónico. Es el caso del empleado que ve al jefe a media mañana y que sabe que le echará la bronca por cualquier motivo. Ese trabajador vive en una situación de estrés personal, porque siente la amenaza de que le echen, piensa en su familia, en cómo la mantendrá y en cómo pagará la hipoteca. Se produce una reacción de defensa frente a esa circunstancia, pero el empleado ni puede salir corriendo, ni luchar, sino solo permanecer sentado y parado, mientras se disparan todas las hormonas (adrenalina, cortisol, etc.) y mecanismos del organismo. Y tiene estar ahí, un día y otro día, lo que va dañando sus arterias y sus células y le lleva a desarrollar alguna enfermedad.

¿En qué medida el estrés es responsable de las enfermedades que padece el ser humano?

El 70% de los problemas que llevan a la consulta de un médico a una persona están relacionados de manera directa o indirecta con el estrés. Está demostrado de manera científica que produce daños y muy serios. Tiene una importancia significativa sobre el envejecimiento. Así, alguien que padece una situación mantenida, como el hecho de tener un hijo enfermo de cáncer y cuidarlo, envejece antes.

¿Cuál ha sido el motivo que le ha llevado a escribir ‘El mono estresado’?

“Pasar estrés controlado es más eficaz y causa menos daño”
Porque quería tratar el estrés de forma global y explicarlo con palabras muy sencillas, para que la gente tenga claro cómo identificarlo y saber qué les puede dañar -porque puede que no se esté dando cuenta-. Un ejemplo: el abuso diario de sal en la alimentación provoca un estrés hipersódico, que constituye una amenaza para un organismo diseñado para tener poco cloruro de sodio. Esta situación crónica, tras varios años, puede causar hipertensión. Hay muchas formas de amenaza que provocan una reacción de defensa frente a la tensión y que puede conducir al desarrollo de una enfermedad, y que la población no identifica porque piensa que el estrés solo se produce por sufrir un accidente de tráfico o un atentado terrorista, entre otras.

Usted cita tres tipos de estrés: el homeostático, el alostático y el pantostático. ¿Qué son?

El estrés homeostático lo descubrió un médico inglés, Walter Cannon, en 1928, quien fue el autor del concepto de estrés. El homeostático es el que atenta contra la composición del cuerpo y se produce al atiborrarse, por ejemplo, de dulces. Como el organismo no está diseñado para contener mucha glucosa, constituye una amenaza y, al cabo de un tiempo, puede terminar en una diabetes. El estrés alostático es el que afecta al cambio de parámetros vitales, como el latido cardiaco. Este varía en función de si una persona está sentada o en reposo, posición en la que se tienen unos 70 latidos por minuto, y, de repente, debe levantarse y correr a contestar al teléfono; entonces las pulsaciones le suben de 60 o 70 a cerca de 100 o 110. A estos parámetros cambiantes se les denominan alostasis y, por eso, a este tipo de estrés se le denomina alostático. Después, hay un tipo de estrés a la totalidad de circunstancias, como accidentes de tráfico, sufrir un atraco en la calle, la bronca del jefe en el trabajo o el acoso que sufre la chica de oficina, que no son situaciones homeostáticas ni alostáticas.

¿A qué estrés se refiere?

Es el estrés pantostático, del que asumo la autoría y responsabilidad del término. Hay, pues, tres formas de amenazas al organismo a las que este se tiene que enfrentar todos los días. Así, tóxicos como el alcohol, el tabaco, el exceso de glucosa o de sal, sufrir acoso o problemas laborales conducen a los distintos tipos.

¿La crisis ha aumentado el padecimiento del estrés?

“El ejercicio diario, adaptado a cada uno, es la forma más eficaz de controlar todo tipo de estrés”
Sí, esta crisis genera mucha tensión, incluso para quien no la sufre de forma directa. Así, un jubilado que cobra pensión, cada vez que oye la radio, ve la televisión o lee el periódico, percibe una situación de amenaza, de riesgo para la supervivencia y para su bienestar. Cuando su organismo percibe una amenaza presente o futura, reacciona con los mecanismos de estrés. Al ver las noticias, su cerebro se pone “en danza” al oírlas. Es cierto que esto no afecta tanto a los optimistas, pero hay personas que se desmoronan.

¿Y cómo puede una persona saber que está estresada de verdad? ¿Cuáles son los síntomas?

El problema de los síntomas del estrés crónico es que son muy variados. Difiere entre personas, depende de su personalidad y es difícil diagnosticarlo. Los médicos llegan a su diagnóstico cuando eliminan problemas de tiroides, de hipertensión o de insomnio, etc. Además, una persona no puede identificar que está sintiendo estrés, si no lo conoce, ni tampoco saber qué se lo causa, ya que los motivos pueden ser variados. Cuando se identifica, la primera intervención debe ser evitar la situación angustiosa. Aunque, a veces, no es posible. Yo siempre pongo el ejemplo de que me gusta ir siempre salir a correr, pero como no me gustan los perros, para que no me causen tensión ni un susto, trato de ir por donde sé que no hay.

Pero, ¿qué ocurre con los empleados que hoy, en plena crisis, sufren estrés en el trabajo y no pueden dejarlo?

Es evidente que no pueden dejar el trabajo. Pero algo muy simple y muy eficaz que pueden hacer son las técnicas de relajación y respiración. En el momento en que se sienta esa situación, se debe aplacar lo antes posible mediante el control con técnicas de yoga. Basta con aprender dos o tres e, incluso, las puede realizar sentado en el automóvil, en la oficina o en casa. Pero la única forma de aliviar una conmoción que le ha producido una situación es mediante el ejercicio físico, ya que quema o consume las hormonas y metabolitos que se han activado debido a la situación estresante. Por eso, hay que intentar practicar actividad física, aunque sea a destiempo o en diferido. Durante la hora de ejercicio físico se quema la grasa y la glucosa. El ejercicio diario, al nivel que cada uno pueda, es la forma más eficaz de controlar el estrés. Además, si uno cree que sufre estrés pantostático, las técnicas de psicoterapia y terapia cognitivo-conductual pueden ayudarle. Y, también está lo que denomino “vacuna contra el estrés”.

¿Vacuna contra el estrés?

“La crisis actual genera mucho estrés, incluso para quien no la sufre de manera directa”
Funciona igual que la vacuna de la gripe contra la que se inyecta el virus de la gripe para que el organismo padezca una ‘minigripe’ de forma controlada y ponga en marcha los mecanismos de defensa que le permitirán defenderse con eficacia frente a la gripe de verdad. Esta vacuna puede ser practicar actividades como puenting o subirse a atracciones de “vértigo” como una montaña rusa; también es muy eficaz ver películas de terror, porque el organismo, de forma controlada, sufre una reacción que hace activar todos los mecanismos de estrés. Sufrir miedo controlado entrena al organismo a superar el estrés, confiere una ventaja para superar las situaciones incontroladas por otras circunstancias. De hecho, hoy en día hay empresas que dan a sus empleados un casco y un bate de béisbol y se los llevan frente a un coche para que lo desguacen o a practicar “paintball”: se entrenan a pasar tensión mediante el juego. Pasar estrés controlado es más eficaz y causa menos daño que el verdadero.

¿Es necesario realizar todo esto?

Depende del nivel de estrés al que se esté sometido. A nivel particular, no se hace mucho. La situación idónea es que la gente se reúna para hacer estas actividades que, además de realizar ejercicio físico, suponen cierto riesgo controlado y, por lo tanto, activan las defensas del organismo para responder ante estas circunstancias.

Entonces, ¿qué se puede hacer?

Hay que pasar miedo de forma controlada, como ver películas de terror o suspense, en las que el público grita y el organismo reacciona como si tuviera una situación de estrés, ya que descarga las mismas hormonas, aumenta ritmo cardiaco y la respiración, aunque el cerebro sabe que son ficción. De esta forma, cuando llega el verdadero, no se sufre tanto.

La medicina de la evolución

La medicina darwiniana o de la evolución es una forma reciente de comprender y practicar la medicina, tanto para diagnosticar como para tratar. “Consiste en entender la medicina desde un punto de vista evolucionista. Según esta, muchas enfermedades son incompatibilidades entre el diseño del organismo humano, el cómo está fabricado y cómo ha evolucionado a lo largo de millones de años, y el uso que se hace de este en las sociedades desarrolladas. Lo que sucede es que, a veces, el empleo que se hace del cuerpo choca con el diseño que tiene, debido a la evolución, y entonces surgen las enfermedades”, explica José Enrique Campillo.
Un ejemplo es el ejercicio físico diario, ya que “en la naturaleza no hay ningún animal que no deba moverse y correr para comer. Sin embargo, en las sociedades desarrolladas se consumen grandes cantidades de calorías sin haber gastado una sola caloría, sin haber hecho ningún gasto muscular. Por eso, el sedentarismo conduce al padecimiento de enfermedades”, añade.
Además, a corto plazo, no se prevé que el organismo se adapte a los estilos de vida de las sociedades desarrolladas. “Los cambios genéticos se producen pasados miles de años. Como especie, los humanos han cambiado poquísimo. Los genes que se han estudiado de huesos fósiles han revelado que somos como hace 200.000 años. Los antepasados que pintaron las cuevas de Altamira eran idénticos a nosotros. El problema es que el cambio en la forma de vida se produce a tal velocidad que al organismo no le da tiempo a adaptarse. Por eso, hay que ser lo más paleolítico que se pueda: en el ejercicio físico y en la alimentación, que debe ser paleolítica”, expone Campillo.

Funete: www.consumer.es