Para realizar el mencionado estudio los investigadores utilizaron dos tabletas y un Smartphone en un cuarto oscuro configurados previamente con diferentes niveles de iluminación. Asimismo, los participantes del estudio los usaron a diferente distancia de la cara a fin de compribar cuál era la más adecuada. Así descubrieron que cuando los niveles de brillo se reducían y los dispositivos se situaban a más de un palmo de la cara, se reducía el riesgo de que la luz fuera lo suficientemente brillante como para suprimir la secreción de melatonina y perturbar el sueño.
Y esto, en determinadas condiciones puede afectar a la calidad del sueño, algo que los investigadores han observado sólo cuando la luz de la pantalla estaba al máximo. En niveles medios o bajos, por el contrario, estos dispositivos son suficientemente brillantes como para utilizarse.
En definitiva, como volvemos a repetir, que cada cual lo interprete según le convenga y crea en este tipo de estudios. ¿O no?