El Museo Nacional de Bosnia y Herzegovina. Última víctima

Por Lparmino @lparmino

Museo Nacional de Bosnia y Herzegovina
Fotografía: Luis Pérez Armiño

En cierto modo, podría explicarse como un último parte de guerra de un conflicto que cesó hace 17 años a través de los acuerdos de Dayton pero que, sin embargo, se mantiene latente en el ambiente político y social bosnio. El pasado día 4 de octubre de 2012, el director del Museo Nacional de Bosniay Herzegovina, Adnan Busuladzic, en la capital Sarajevo, anunciaba el cierre de la institución. En todo momento se puso el acento en las causas financieras que han impedido a los trabajadores del museo cobrar su sueldo desde hace un año; o la amenaza de posibles cortes eléctricos que implicarían numerosos problemas de seguridad tanto del propio edificio como de las colecciones custodiadas. Sin embargo, a todas luces y según han indicado numerosos especialistas, existe un evidente trasfondo político en esta decisión, con unas instituciones gestoras inexistentes y unos responsables políticos que han decidido, en estos años de supuesta paz, no afrontar una cuestión tan delicada como la de la cultura en un país de complejo entramado étnico, social y político como es Bosnia y Herzegovina.

Museo Nacional de Bosnia y Herzegovina
Fotografía: Luis Pérez Armiño

Miguel Ángel Villena, en un artículo de opinión publicado el 4 de octubre en el diario El País, aludía a la importancia simbólica del puente en Bosnia y Herzegovina. De hecho, consideraba el cierre del Museo Nacional comparable con la destrucción del puente viejo de Mostar a manos de la artillería croata. El Museo, a través de sus 124 años de historia, ha servido como punto de encuentro de todo el acontecer histórico bosnio, resaltando la diversidad del entramado histórico de una de las regiones más convulsas de la vieja Europa. Y precisamente, el museo entendido como un punto de encuentro de culturas implicadas en el territorio bosnio, de croatas, bosnios – musulmanes y serbios, incluso de religiones, significa el principal lastre de esta institución, cuyo cierre puede considerarse como una victoria de la intolerancia que todavía domina el panorama político de un país que, ni siquiera, es capaz de disponer de un gobierno uniforme que aporte un mínimo de estabilidad.El Museo fue fundado en el año 1888, cuando el país se encontraba bajo una reciente administración austro – húngara. Desde el primer momento, bajo las premisas de una museología decimonónica, el Museo empezó a destacar por su actividad investigadora articulada en diferentes campos del saber. En la actualidad, la estructura administrativa del museo depende de tres departamentos: el de arqueología, el de etnología y el de historia natural, además de contar con una importante biblioteca. A lo largo de su trayectoria vital, la institución, considerada como uno de los principales centros científicos del país, ha destacado por la acumulación de una importante y muy interesante colección arqueológica y etnológica, además de contar con un rico jardín botánico, mediante la que se logra una acertada reconstrucción de la historia bosnia desde sus orígenes prehistóricos.

Museo Nacional de Bosnia y Herzegovina
Fotografía: Mazbln - Fuente

El cierre del Museo no es más que un ejemplo de la pésima política cultural desarrollada por las autoridades bosnias. De hecho, podría considerarse que no existen unas directrices básicas en esta materia. Los acuerdos de Dayton ni mucho menos consideraban cuestiones referentes a las antiguas instituciones culturales y las partidas presupuestarias son ridículas. Los siete principales centros culturales del país se reparten apenas un millón y medio de euros. El Museo Nacional de Bosnia necesita para un funcionamiento básico unos sesenta mil euros mensuales. Sin embargo, los problemas financieros no son más que la demostración de una actitud por parte de las autoridades políticas del país que nunca han demostrado interés por la supervivencia de centros culturales nacionales. El país se entiende como una federación compuesta por dos entidades anónimas: una república serbia y una federación croata – musulmana. A todo ello se suma la incapacidad de conseguir un gobierno de mínima unidad nacional que pueda desarrollar una política cultural de base que permita el mantenimiento de museos y bibliotecas de ámbito estatal. El famoso Hagadá, un manuscrito sefardí del siglo XIV de un valor patrimonial incalculable, ejemplifica la sinrazón cultural bosnia. Siendo una de las principales piezas del Museo y estando expuesto en la sede de Sarajevo, las autoridades serbo – bosnias propusieron que la pieza se expusiese de forma rotativa en territorio serbio y bosnio. Una propuesta, evidentemente, rechazada. El resultado final ha sido el cierre del Museo. Mientras, los organismos internacionales en materia patrimonial parecen haber decidido convertirse en meros espectadores del colapso cultural bosnio. La historia del cierre del Museo Nacional de Bosnia no es nueva. Una institución que ha sido capaz de superar dos guerras mundiales y el brutal proceso de desintegración yugoslava finalmente ha sucumbido frente a la lógica financiera abrumadora y la incompetencia de los responsables políticos de turno, más interesados en objetivos partidistas y en fomentar nacionalismos absurdos cuya único resultado ha sido palpable en la sangría bosnia. La intransigencia étnica y religiosa en Bosnia y Herzegovina acaba de cobrarse una nueva víctima y, quizás, no la última.Luis Pérez ArmiñoGrupo SAVE The National Museum of Bosnia and Herzegovina