Recientemente, el rotativo (se dice rotativo aunque hace ya años que los periódicos no emplean prensas rotativas en su edición, pero uno es así de antiguo) La Vanguardia publicaba una referencia a un estudio realizado en la Universidad de Leipzig (Alemania) y presentada en la revista PNAS, que ha analizado las llamadas Cinco Grandes dimensiones de la personalidad en función del orden de nacimiento dentro de la familia: extraversión, estabilidad emocional, cordialidad, responsabilidad y apertura a nuevas experiencias. Asimismo, se han analizado datos de capacidad de imaginación y de pruebas de inteligencia. En algún punto viene a decir que los hermanos mayores son más listos.
Casi simultáneamente, ELPAIS publica su interpretación: http://elpais.com/elpais/2015/10/19/ciencia/1445264350_392745.html
Y en la misma semana, la revista TIME publica la suya http://time.com/4074292/oldest-middle-youngest-child-personalities/?xid=newsletter-brief, también distinta.
Lo cierto es que lo que hemos podido leer del estudio es sugerente, pero en absoluto definitivo y acaba diciendo que hacen falta más estudios.
Esto supone que existen muchos factores que pueden influenciar en la vida, que la inteligencia es uno de ellos y que las otras dimensiones de la personalidad contienen mucha subjetividad y están influenciadas por importantes factores socioculturales.
Recuerdo que mi padre, un viejo pediatra que ejerció en la segunda mitad del siglo pasado, hablaba del “niño bocadillo” refiriéndose al hermano nacido después del primogénito y antes de otro más pequeño y algunas de sus peculiaridades. Pero eso es de cuando las familias tenían varios hijos. las familias con uno solo se ahorran estas preocupaciones. Pero es que, además, no va a ser lo mismo haber nacido en Albacete en una familia de tres hermanos que en Ruanda en una familia de siete. Ni haber nacido hace treinta años que dentro de veinte.
Cuando el tema “hermanos” surge me vienen a la memoria algunos episodios bíblicos, consecuencia de mi cultura judeocristiana. Los dos primeros hermanos, Caín y Abel, acabaron mal (Génesis 4:8). Esaú y Jacob, lentejas aparte, tampoco lo tuvieron fácil (Genesis 25:34). A José sus hermanos los vendieron a unos mercaderes (Génesis 37:28), por citar sólo algunas referencias. Napoleón era el cuarto hijo de una familia de nueve…
En principio yo voy a seguir insistiendo a las familias que cada niño es único e irrepetible y que los padres deben hacer lo que buenamente puedan en su educación.
X. Allué (Editor)