Llevo llevando a Hans en la consulta ya dos años y, teniendo en cuenta que las únicas palabras que se sabe en español son "Adiós" y "Gracias", que son las mismas dos que yo me sé en alemán, nos hemos apañado sorprendentemente bien. Sobre todo porque Hans trae consigo a su intérprete. Y nunca mejor dicho. Su intérprete se llama Anna. Anna traduce mis palabras al alemán y las de Hans al español e interpreta las cosas a su manera.
Hans es cabezón, borrachín y fumador y tiene pinta de putero. Al principio, le sugerí que podía cambiarse con mi compañero, que es alemán, y así tenía un médico que hablara su idioma, pero me dijo que no. Anna opinó: "Es que el otro médico es muy feo". Así que Hans se quedó conmigo.
Hans tiene una estenosis de canal que no ha respondido a muchos tratamientos y que no es operable. Pero no para de fumar. El cigarrillo se lo está fumando a él, poco a poco. No es posible ponerle las dosis de opiáceos que necesita por eso. No es posible ponerle el oxígeno - que también necesita - por eso.
- Es el café - opina Anna - Él dice que no fumaría si no tomara café.
- Pues que no tome café - le digo, como si fuera lo más obvio de este mundo.
No hace falta que se lo traduzca. Hans va enumerando cosas diciendo "Nein" y, por último, se señala sus partes y levanta el dedo con la punta hacia abajo.
- Eso no voy a traducirlo - replica Anna, colorada.
Sonrío porque no hace falta. Hans está diciendo que los médicos, como siempre, prohibiendo los placeres de este mundo.
Lo único que puedo ofrecerle es una infiltración de una raíz lumbar a ver si mejora. Le explico:
- Se hace con anestesia local, va tendido boca abajo para verle con un aparato de rayos...
- Ufff, eso tampoco voy a traducirlo.
- Pero, Anna, es que necesito que me dé el consentimiento.
- Y usted lo que quiere es que le dé a él un infarto.
- ¿Cómo?
- Que sí, que con lo histérico que es, le digo que tiene que ponerse boca abajo en una camilla de un quirófano y lo tenemos un mes y medio sin dormir. Que no, que no traduzco eso.
Hans intrigado le pregunta algo en alemán. Y ella dice cuatro palabras que seguro que no son lo que yo le he dicho. Por un momento, me siento como Yogurtu N'gue dictando la carta a su tío Oblongo.
- Bueno - digo, conciliadora - Se lo voy a dar por escrito. La noche antes se lo explica. ¿De acuerdo?
Ella asiente. Y coge el papel. Y se levanta.
- Adióssssss - dice Hans, todo sonrisas.
- Auf widersehen - le contesto, como siempre.