A raíz del post sobre la (polémica) exposición del Cristo gay, Pablo me avisó de una noticia del pasado mes de noviembre, donde el Papa Benedicto XVI en una recepción especial que realizó en la Capilla Sixtina a más de 260 artistas de todo el mundo, les dijo:
-Dedicaros a la auténtica belleza, que abre el corazón humano a la nostalgia, al deseo profundo de conocer y de amar, de ir hacia el Otro.
-Si aceptamos que la belleza nos toque íntimamente, nos hiera, nos abra los ojos, entonces redescubriremos el goce de la visión, de la capacidad de asir el sentido profundo de nuestra existencia.
-Cuidado con la belleza ilusoria y falaz, superficial y que encandila hasta la nausea, porque en vez de hacer salir a los hombres de sí y abrirlos a horizontes de verdadera libertad, al atraerlos hacia los demás, los encierra en sí mismos y los vuelve aún más esclavos, privados de la esperanza y la alegría. Es una belleza seductora pero hipócrita, que despierta el apetito, la voluntad de poder, de posesión, de predominio del otro y que muy pronto se transforma en su contrario, adquiriendo los rasgos de la obscenidad, de la transgresión y de la provocación como fin en sí.
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