El poder de las aguas termales es su alto nivel de hidratación. Un básico en cualquier neceser, son aliadas de belleza desde tiempos ancestrales.
Las virtudes dermatológicas de las aguas termales se cuentan por decenas y, aunque en España haya menos tradición, en otros países como Francia es muy habitual que los médicos prescriban curas de balneario ante determinadas patologías.
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Más allá de la dermatología, el poder de las aguas termales lleva desde hace siglos en los rituales de aseo y de cosmética. Su propiedades refrescantes, hidratantes, anti-inflamatorias, calmantes, descongestionantes y antioxidantes las convierten en líderes de venta en farmacias para pieles atópicas, pero lo cierto es que tienen muchos otros usos estéticos, desde dar el toque final y fijar el maquillaje a calmar el contorno de ojos, hidratar durante un vuelo en avión, mejorar el aspecto de cicatrices, aliviar el picor de picaduras o sarpullidos…
Curiosamente, las cuatro aguas termales más vendidas en España y muchos otros lugares del mundo, Uriage, La Roche Posay, Vichy y Avène, son de procedencia francesa y todas tienen una larga trayectoria.
Las primeras pruebas documentales del poder curativo del agua termal de Uriage datan del siglo II, con una carta de un soldado romano que está en Verona y cuenta cómo se curó de sus heridas de guerra de forma inesperada, bañándose en agua del valle de Uriage, en el corazón de los Alpes franceses, cerca de Grenoble. La construcción del balneario no llegó hasta muchos siglos más tarde, en 1825, y hoy continúa con su actividad combinada de tratamiento médico y placer estético (con 4.500 pacientes al año), después de haber alojado en sus habitaciones a huéspedes ilustres como Coco Chanel o Jean Reno.
El establecimiento termal de Uriage recibe cada año a 4.500 pacientes, que se someten a tratamientos de tres semanas.
En el año 1992 se fundó la firma de dermocosmética que, basándose en las propiedades del agua termal de Uriage, ha terminado por desarrollar una amplísima gama de productos, casi todos ellos con patentes exclusivas.
El poder del agua termal de Uriage se basa en que su composición es similar a la del agua del cuerpo y tiene una alta concentración de 11 gramos de sales minerales por litro de agua, “es decir, dos veces más que el resto de aguas termales, lo que le confiere propiedades excepcionales como hidratar, aliviar, proteger y reforzar la piel”, explica Aurora Barranger, product manager de Uriage España. “Con una sola pulverización, una hora más tarde se asegura un 33 por ciento más de hidratación”, añade. Es el único agua isotónica, es decir, que las células de la piel no se alteran con su utilización. Su composición es comparable a un suero fisiológico, así que puede incluso utilizarse para ojos, nariz y mucosas.
Los usos de las aguas termales son dermatológicos pero también cosméticos. Prueba a pulverizar el rostro después de maquillarlo
Esa alta concentración en sales minerales y oligoelementos se explica por sus 75 años de filtración, desde que cae desde 1600 metros de altura hasta 80 metros de profundidad. Ha demostrado eficacia anti-inflamatoria en pacientes con dermatosis facial, mejorando los picores, tirantez y eritema.
El manantial de Uriage está en pleno corazón de los Alpes franceses.
La Roche-Posay es un pequeño pueblo que se encuentra en el centro de una región central de Francia llamada La Vienne. Su fama mundial se debe a su agua termal que se obtiene del agua de lluvia que se filtra a través de las gruesas rocas calizas, así como de aguas profundas de 1.700 años de antigüedad que fluye a través de las arenas profundas del periodo Cenomanio. Su rareza se debe a su contenido excepcional de selenio, particularmente beneficioso para la piel y se relaciona con los mecanismos de defensa esenciales de la piel contra los radicales libres, responsables de gran número de problemas.
Las aguas termales son muy puras y están enriquecidas con diferentes minerales, con propiedades beneficiosas para la piel
Con un pH casi neutro, el agua termal de La Roche-Posay está reconocida científicamente como calmante, suavizante y con propiedades antioxidantes que ayudan a evitar el envejecimiento.
La leyenda dice que Bertrand Du Guesclin, un alto comandante de Carlos V, descubrió los manantiales en su camino de vuelta a casa de las campañas españolas a finales del XIV. Paró para beber pero su caballo, que padecía un eczema, se sumergió en el agua y, voilà, salió de ella curado. La construcción de un hospital para tratar las enfermedades de la piel no se produjo hasta principios del XIX, por orden de Napoleón, pensando en sus soldados, que volvían de la campaña de Egipto. El primer centro termal se abrió en 1905.
Casualmente, la historia del agua termal de Avène también comienza con un caballo, en este caso el del marqués de Rocozel, que se curó de un prurito intenso en 1736, después de bañarse varias veces. Se declara de interés público en 1874, años después de que los primeros cursivas se reunieran en el valle de Orb, en el manantial de Santa Odile, en el corazón del Parque natural de la región del alto Languedoc. En 1990 se crean los laboratorios dermatológicos y la estación termal sigue acogiendo a 2.600 pacientes por año.
El agua termal de Avène es bacteriológicamente pura, no está contaminada por ningún microorganismo y se mantiene pura en cada spray gracias al uso de técnicas de vanguardia.