Imagina que estás desarrollando un nuevo medicamento para una enfermedad que ya tiene tratamiento efectivo.
-¿Qué sentido tendría hacer eso? -podrías preguntarte en un primer momento.
-Mucho -te respondería.
Quizás entonces defenderías el sentido del desarrollo de tu fármaco argumentando que posiblemente fuera superior en algunos aspectos a los medicamentos ya existentes. Eso se estudia gracias a lo que se conoce como ensayos de superioridad.
Pero, hoy en día, también se realizan otro tipo de ensayos, llamados de no-inferioridad, que no pretenderían demostrar que tu fármaco es superior a los que ya existen sino, simplemente, que no es peor.
-¿Y entonces mi nuevo fármaco tendría cabida en el mercado?
-Sí, seguramente. Sólo tienes que demostrar que es significativamente menos tóxico, que posee menos interacciones o que ofrece ventajas en su vida media.
Precisamente este último aspecto, la vida media, es del que hoy os quiero hablar. No quiero entrar en farragosos aspectos farmacocinéticos; os explicaré de forma muy simplificada que la vida media es una forma de medir el tiempo que el fármaco está presente en nuestro organismo: a mayor vida media, más tiempo estará.
Aunque existen excepciones, se puede inferir de la explicación anterior que cuanto mayor sea la vida media de un fármaco, menos veces hará falta tomarlo. Por eso, hay medicinas que se toman tres veces al día; otras, sólo una y algunas inyecciones duran meses.
Los sanitarios conocemos decenas de ejemplos de medicamentos nuevos que no aportan ventajas respecto a sus antecesores a excepción de una mayor vida media y, por tanto, un menor número de tomas diarias. Con frecuencia estos medicamentos, al ser nuevos, son más caros; pero, al aplicarse menos veces, suponen una mayor comodidad al enfermo y, teóricamente, mejora el cumplimiento del tratamiento.
A menudo me pregunto si este gasto en nuevos fármacos está justificado dentro de la Seguridad Social. Nuestro sistema sanitario debe procurar mantener unas cifras tensionales adecuadas; unas glucemias a raya; una infección controlada. Eso ya lo conseguiría mediante los medicamentos antiguos, los de vida media corta. ¿Hasta que punto se deben subvencionar los medicamentos modernos, igual de efectivos, más cómodos pero más caros?