El premiado parque infantil para menores con discapacidad diseñado por una veinteañera española, detalle a detalle

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El 90% de áreas infantiles que hay en España no cuentan con columpios accesibles. Esa es la premisa de la que parte Parque Constanz, el proyecto ideado por Ana Hernando Moreno que ha ganado el Premio Mini en la última edición del Madrid Design Festival.

El número de niños que hoy viven con algún tipo de discapacidad es una cifra que a menudo pasa inadvertida. Solo en la ciudad de Madrid figuran más de 25.000 menores, un dato con el que se encontró Ana Hernando Moreno (Cádiz, 1999) a las pocas semanas de empezar su proyecto final para la carrera de Diseño que cursaba en 2021, y con el que ganó el Premio MINI en la categoría de nuevos talentos durante la última edición del Madrid Design Festival.

Su trabajo consistía en planificar un parque que de verdad fuera accesible porque, según cuenta, el 90% de los que hay en España no cuentan con estructuras que lo sean. “El problema está en la propia ley, que a los niños les garantiza el acceso al área de juegos pero no que puedan interactuar con los columpios”, explica por videollamada. Como ejemplo cita un parque que vio en la zona de Tribunal, en el centro de la capital, repleto de troncos de madera y arena: “Es chulísimo pero, ¿cómo se supone que alguien va a jugar ahí si solo puede moverse con una silla de ruedas?”.

Los bancos blancos del Parque Constanz, ubicados en el centro del espacio, permiten que los padres descansen y observen a sus hijos jugar, a la vez que a los niños con problemas visuales les ayudan a orientarse gracias a su enfoque radial.

Lo que Hernando propone a modo de alternativa es un espacio para niños de entre tres y 12 años aproximadamente, cuya forma nace de una encuesta que la diseñadora hizo a 53 madres y padres con hijos con discapacidad y de entrevistas a seis perfiles –entre los nombres destaca María Martín-Granizo, campeona del mundo de parasurf, y el director de accesibilidad de la ONCE, Jesús Hernández Galán–, de quienes sacó varias ideas. Empezando por el hecho de que, en un parque, no todo puede estar al alcance de todos. Aunque sí existen fórmulas que lo permiten en un alto grado, como la de crear estructuras lo suficientemente genéricas y con varios usos, de modo que los menores, dentro de sus posibilidades, las aprovechen de la forma que más les guste. De este modo son los pequeños los que deciden en vez de que lo haga por ellos la arquitectura del columpio.

En el parque que ha ideado la andaluza no existen las típicas casitas ni toboganes al uso, son todo estructuras geométricas y abstractas que sirven para fomentar la imaginación. “Es como cuando le das una caja de cartón a un niño y de repente la convierte en un coche, una casa o un avión. La caja puede ser lo que él quiere que sea. Todo lo contrario a cuando le das un juguete con forma de coche. Como mucho el niño se imaginará que el objeto vuela o que se mueve súper rápido, pero poco más”, opina.

En total el parque tiene cinco estructuras sin ningún escalón de por medio. Hay un sube y baja como los de antaño al que las sillas de ruedas pueden acceder mediante una rampa y, arriba, la plataforma aparece cubierta por los lados, con agarraderas y un sistema que evita que las sillas se deslicen. La estructura roja viene con un balancín central en forma de nido. “Para moverlo no hace falta tener fuerza en el abdomen, basta con tumbarse en él”, añade la autora, subrayando que el columpio dispone de sus propias agarraderas. Así el pequeño puede trepar a través de la estructura, o en caso de discapacidad motriz, moverse o andar fortaleciendo su desarrollo.

A cada columpio de este proyecto de parque infantil se le ha añadido en relieve la forma de su estructura, pudiendo relacionar así formas geométricas con colores, tal y como marca el sistema Constanz.

Con tonos blancos se ideó el banco circular en el centro del parque, en azul está la estructura que combina tobogán y pasadizo, mientras que el columpio verde incluye un arenero y una mesita con el suficiente espacio para que quepan las sillas de ruedas. Respecto a los colores, tienen su razón de ser. Todos parten del sistema Constanz, el lenguaje que creó la artista colombiana Constanza Bonilla –del que el parque toma su nombre– y que ayuda a los niños con problemas de visión a relacionar formas geométricas con colores, permitiéndoles identificarlos y sentirlos. Cada columpio, de este modo, lleva una imprimación en relieve con un motivo distinto. “La estructura amarilla, que hace referencia a los rayos del sol, está cubierta de líneas rectas, y la azul, que evoca las olas del mar, viene con líneas onduladas”, comenta Hernando, que también ha colocado una señalética a la entrada del parque con un plano háptico de todo lo que contiene, dibujado en braille y acompañado por un pictograma con el sistema ARASAAC (muy útil para niños con autismo). Además, la distribución es facilísima de entender: el espacio se configura alrededor de un círculo central del que salen todos los caminos, los de entrada y salida más los que conducen a los diferentes columpios. Pero no solo eso. Cada camino cuenta con un sendero podotáctil de cara a los pequeños con dificultades visuales.

El sendero es de resina, los suelos son de caucho para que tengan un acabado blandito, a la vez que las estructuras se alzan con un cuerpo de poliestireno expandido de alta densidad. Hernando tardó en escoger los materiales porque quiso comprobar qué empresas se dedican a fabricar parques sostenibles y revisó sus propuestas hasta descubrir el pavimento británico Pavigen, capaz de aprovechar la energía cinética del movimiento de los niños para luego almacenarla en una batería y, de ahí, transmitirla a las estructuras, transformándola en energía lumínica. Una solución perfecta, puesto que a cada columpio se le puede integrar el sistema de autoiluminación Lux Play, y añadir el pavimento debajo del suelo de caucho cuesta muy poco a efectos prácticos.

La estructura roja, erigida sobre un suelo sostenible y un sendero podotáctil, es uno de los cinco columpios que presenta el Parque Constanz, todos con un tamaño de uno a tres metros de altura.

El parque estaría vallado únicamente con setos, aclara la autora, y detalla incluso qué tipo de seto sería: un laurel cerezo idéntico a los que abundan en la zona de Vallecas. Porque, en un principio, la iniciativa se concibió para el distrito madrileño –concentra casi 19.000 personas con discapacidad, la mayor cifra de toda la capital–, y más en concreto se desarrolló para un proyecto urbanístico con un futuro incierto, el de Conecta Vallecas, un área con zonas verdes y deportivas que pretende sustituir el puente elevado de la M-30 a su paso por el Puente de Vallecas.

Pero el diseño de Hernando se adapta a cualquier sitio. “Si se trata de un espacio muy reducido se puede instalar solo una estructura o ponerlas todas pero más pegadas. Hay muchas maneras de componerlo”, señala la andaluza, que ya se ha presentado a un concurso de la Fundación Caser y está a la espera de la resolución. Por otro lado, cuando termine en junio Publicidad, la otra carrera que está cursando en su doble grado, buscará ayuntamientos que puedan interesarse por la propuesta. Según ella, es necesario que haya una evolución dentro del diseño a nivel municipal: “Hay empresas como Monstrum y estudios tipo 100architects con proyectos que son una pasada, pero la mayoría de parques se han quedado muy atrás. Y los que tienen en cuenta la accesibilidad, normalmente son parques feísimos”. Justo de eso habló Jesús Hernández de la ONCE durante la entrevista que Hernando le hizo a comienzos del proyecto. “Para mí, él tiene toda la razón. No es justo que una persona por tener cierta discapacidad no pueda interactuar con cosas bonitas y bellas”. Pero, ¿aquí hay alguien al que se le pueda acusar de culpable? “Yo creo que sí. Pienso que los arquitectos y los diseñadores no han asumido gran parte de la responsabilidad que les corresponde”, confiesa.

Fuente: Icon Design
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