Óscar, un hombre moreno de 31 años, reconoció algo de sí mismo hace un par de meses al mirarse al espejo, unas trazas de identidad que, confíaba ayer, van a ser suficientes para reiniciar una vida que desde el 2005 ha transitado sin rostro. Ese rasgo de sí mismo, que también ven sus familiares, es parte del resultado de la obra de arte quirúrgico del equipo de 32 especialistas del Hospital del Vall d'Hebron, coordinados por el cirujano plástico Joan Pere Barret, que el pasado marzo encajó en el cráneo de Óscar todos los órganos de un rostro ajeno. Fue el primer trasplante de cara completo del mundo. Agradecido a la familia del donante, y en homenaje a los médicos, Óscar expresó ayer en público, aún de forma ininteligible, su reconocimiento. Acto seguido, le dieron el alta médica y volvió a casa.
Cuando llegó al Vall d'Hebron, hace ahora tres años, su rostro solo mantenía activos los ojos y la lengua, pero no podía comer alimentos sólidos ni articular palabras. Óscar sufrió un accidente en el 2005 del que sobrevivió con la cara completamente destrozada: dientes mandíbula y pómulos eran una masa desordenada y la barbilla había desaparecido. Los músculos faciales, pómulos, huesos maxilares, dientes, paladar, nariz, labios, lagrimal, nervios y venas que ahora dan vida a su cara los ha recibido en donación.
Ese deseo de recibir de otra persona todo lo que había perdido fue su sostén psíquico y emocional hasta que el pasado marzo entró en el quirófano para ser operado. Fue una complejísima intervención, de 24 horas, que Barret, formado en Texas (EEUU), Holanda y Gran Bretaña, había preparado durante tres años.
A Óscar ahora no se le entiende lo que dice porque los labios superior e inferior aún no han adquirido sensibilidad nerviosa. No puede moverlos y, aunque él emite voz y palabras –una voz bonita– el sonido llega sin la modulación imprescindible que le da sentido. Dentro de 15 o 18 meses, hablará de forma clara, aseguran los médicos. También podrá masticar los alimentos que ahora recibe triturados, y sus párpados y pómulos dispondrán de sensibilidad nerviosa. Podrá cerrar los ojos. «Le quedan muchos meses de logopedia, fisioterapia y rehabilitación, pero si su evolución se mantiene como hasta ahora, Óscar podrá llevar una vida normal», aseguró Barret.
El paciente ha sufrido dos crisis de rechazo inmunológico a los órganos
ajenos, una pequeña trombosis facial y una fístula lingual. Todo lo ha superado. A cambio, su rostro le ha regalado signos de indudable normalización: una semana después de recibir el trasplante, tuvo que afeitarse porque a su nueva mandíbula le crecía la barba. «Su mayor deseo es volver a pasear por la calle sin que la gente se pare a mirarlo, y poder sentarse a la mesa en una comida familiar», explicó la hermana de Óscar.
La selección del donante fue un proceso de ingeniería plástica de considerable dificultad: se precisaba un cráneo cuyas dimensiones óseas internas fueran equiparables a las que había tenido Óscar.
«Que encajara en la calavera de otra persona», resumió Barret. «Lo fundamental –dijo–, era que tuvieran la misma distancia entre la base de la nariz y el labio superior. Y que las órbitas externas de los ojos, y las de las pupilas, guardaran proporción». La larga preparación de este trasplante le exigió ensayar, volver a hacer prácticas anatómicas. La experiencia se repetirá dentro de unos meses con dos nuevos pacientes, ya en preparación. **extraido de El Periódico( Barcelona)