El principio de identidad

Por Luistovar


                  "Quizá lo que los induce a error sea precisamente la sencillez del asunto"
                                                                                   Edgar Allan Poe
Aunque la reciente Declaración de Cambridge confirma específicamente la existencia de conciencia [conciencia sensitiva] en los mamíferos y las aves, no niega que la conciencia también exista en los demás animales, y la  las evidencias actuales cada vez apuntan de manera más clara a corroborar la tesis (avalada por Gary Francione y, sobre todo, por Joan Dunayer) de que todos los seres que tienen un sistema nervioso activo (ya sean moluscos, peces, reptiles o insectos) pueden experimentar sensaciones y poseen, al menos, una consciencia básica de sí mismos y de lo que les ocurre.
Debo señalar que la presencia del utilitarismo ha distorsionado el conocimiento correcto dentro del ámbito animalista - y en general sobre toda la sociedad - acerca del fenómeno de la sintiencia, acerca de lo que realmente significa sentir, y sus implicaciones morales. Porque al utilitarismo sólo le importa el dolor y (a veces) el placer. Al utilitarismo le resulta irrelevante la individualidad y la voluntad propia de cada sujeto sintiente. Y por eso comprobaremos que sentir se confunde a menudo con el de solo hecho sentir dolor o sentir placer (también veremos que se dice sufrir y disfrutar). Este punto, además de no corresponder con la realidad de los hechos, abre una brecha moral insalvable entre el utilitarismo y la ética de derechos individuales.
Es un error considerar la sintiencia como solamente la capacidad para experimentar sensaciones (dolor, placer,...) olvidando o ignorando que la sintiencia se define por la aparición de la subjetividad (toda sensación hace referencia necesariamente a un sujeto). La subjetividad es el fundamento de la individualidad. Todo ser sintiente tiene conciencia de sí mismo como un ser único y diferenciado del resto de seres (individuos o cosas) que lo rodean. Este rasgo, de acuerdo con las evidencias que  se pueden encontrar en el trabajo de los científicos Donald Griffin y Rodolfo Llinás - entre otros - es común a todos los organismos que poseen un sistema nervioso 
Esta individualidad se define por la afirmación de la autonomía e independencia del individuo. Es decir, el individuo tiene su propia voluntad y sus propios intereses. (Aunque esos intereses a nivel básico pueden ser comunes al resto de seres sintientes.) Todo ser sintiente por el hecho de ser un individuo desea su propia conservación y desarrollo. La sintiencia es una facultad surgida evolutivamente en los animales para lograr la supervivencia. Los animales sintientes deseamos, entre otras cosas, perseverar en nuestra existencia y satisfacer nuestras necesidades. Así lo describe el catedrático Nolasc Acarín:
"Al igual que el resto de animales tenemos dos objetivos básicos en la vida, de forma que los impulsos que nos gobiernan tienden a conseguirlos. Son la perpetuación y la satisfacción del ansia de placer. Son los dos grandes estímulos que nos hacen vivir. (...) podría ser equivalente a lo que algunas escuelas psicológicas caracterizan como instinto de vida."
Placer y dolor sólo son medios, instrumentos, para conseguir nuestros fines. Cuando nos encontramos abocados a una situación de grave peligro y amenaza para nuestra vida, emplearemos todo nuestro empeño y energía en resolver o salir de dicha situación, por mucho sufrimiento y dolor que nos conlleve. Deseamos vivir, conservar nuestra existencia individual, y deseamos protegernos tanto del daño como de las intromisiones que pretenden someternos. Queremos que nuestra voluntad (el otro rasgo fundamental de la sintiencia) no sea vea anulada o sometida a la voluntad de otros.
Esta característica básica de la sintiencia que es la subjetividad, la consciencia de uno mismo, y lo que conlleva (el deseo de autonomía y de supervivencia) no es menos importante que la capacidad de experimentar sensaciones (dolor, placer, imágenes, sonidos, ...), y además, ambos fenómenos están intrínsecamente relacionados.
Por supuesto, el verdadero problema moral de esta cuestión consiste en que reconocer la sintiencia en los demás animales no deriva automáticamente en respetar a los demás animales. De hecho, este dato en realidad no se trata de ninguna novedad. Desde hace miles de años podemos encontrar testimonios acerca de como los humanos reconocían y asumían que otros animales también sentían (o que también razonaban). La ciencia actual no ha hecho más que confirmar con evidencias algo que en realidad ya se intuía desde hace milenios. En palabras del neurofisiólogo Antonio Damasio: "La conciencia no es algo únicamente humano, sino un proceso gradual que se ha desarrollado a lo largo de la evolución en muchas especies."
Y sin embargo reconocer que otros animales sienten no ha sido óbice para que los humanos les exploten. Porque para convertir este dato en un hecho moral necesitamos aplicar correctamente la lógica. Empezando por una aplicación inconsciente o emocional como es la empatía (lo que yo siento támbien lo sienten otros; A=A) hasta llegar al principio ético de igualdad - la igual consideración-  y el respeto por la persona.
En su prestigioso diccionario de filosofía,el académico José Ferrater Mora explica como el principio de identidad se refiere tanto a la existencia en sí misma (el ser) como a la lógica. Precisamente lo que yo defiendo aquí es que el principio lógico de identidad no sólo está necesariamente unido con el principio ontológico de identidad sino que también correspondería con el principio psicológico de identidad, es decir, la conciencia entendida como conciencia sensitiva. "La identidad de la persona es formalmente identidad de conciencia" afirma el filósofo David Sánchez Meca.
En resumen - y sin menoscabo de nada de lo expuesto anteriormente - la tesis que presento aquí, y que pretende sustentar una fundamentación objetiva de la ética y solucionar el problema filosófico del "ser y el deber ser", se podría resumir sustancialmente en tres pasos:
  • Cada ser sintiente (cada ser que posee un sistema nervioso activo) por el hecho de ser sintiente posee necesariamente, al menos, una conciencia básica, una conciencia sensitiva. Esta conciencia significa que se reconoce a sí mismo, que experimenta sensaciones, y que tiene una serie de intereses básicos como el interés en auto-conservarse, en evitar aquello que atente contra su integridad física. Es decir, todo ser sintiente posee identidad (A=A). Se reconoce a sí mismo diferenciado del resto de seres que le rodean. Cuando siente, experimenta una sensación, es él mismo, y no otro, quien siente. Las sensaciones no se producen en un vacío impersonal, sino que requieren por definición la aparición de un sujeto, una identidad, a la que se refieren.
  • El principio lógico de identidad expresa que cada ente es él mismo (A=A) y no otro distinto. Esto se corresponde en el ámbito empírico con lo que entendemos por sintiencia o conciencia sensitiva. No se corresponde meramente con la existencia ni con la vida como proceso biológico. Ya que ni la existencia ni la vida implican de por sí el tener conciencia de sí mismas. La existencia es el fenómeno primordial (el ser) y la vida no es en esencia más que un mecanismo natural (como la digestión).
  • Por lo tanto, si el respeto por la lógica, inherente a nuestra naturaleza y razonamiento, significa inevitablemente respetar el principio lógico de identidad, de ello se deriva también el respeto por el principio psicológico de identidad (que serían lo mismo en ámbitos diferentes), esto es, la sintiencia o conciencia sensitiva. Nuestra obligación racional de respetar la lógica implica el respeto moral por la persona. Esto fundamenta objetivamente la ética y desecha cualquier otro tipo de fundamentación distinta, que por necesidad sería arbitraria.

En realidad, no hay nada especialmente novedoso en esta argumentación, excepto, quizás, en el hecho de conectar el principio lógico de identidad con el principio psicológico de identidad - la mente o conciencia de cada individuo. Otras propuestas filosóficas han apelado al principio de identidad y al respeto por la persona, pero no tengo constancia de que ninguna haya conectado ambos principios en el sentido mencionado.
No obstante, esta conexión me parece singularmente importante pues fundamenta de manera racional e inapelable la objetividad de la ética, al mismo tiempo que excluye, por un lado, la irracional pretensión de que toda fundamentación es siempre necesariamente arbitraria, y, por otro lado, refuta prejuicios morales como el especismo o el utilitarismo anteriormente señalado. Ya no se trata de que el respeto por la persona (al que muchos llegamos primeramente a través de la empatía y de la intuición) sea una propuesta más entre otras, sino que es la única postura racional que alguien puede mantener en ética. 
Algunos esfuerzos modernos a favor de la objetividad en la ética, como es el reciente caso de Derek Parfitt, no han satisfecho realmente a nadie, puesto que Parfitt no soluciona el problema esencial de cómo encontrar un fundamento universal a las cuestiones morales, y simplemente se dedica a razonar sobre la coherencia interna, o la posibilidad práctica, de cada teoría moral.
Por supuesto, aunque bien soluciona algunos problemas esenciales, este planteamiento que he expuesto no está exento de complejidades en su aplicación, las cuales tengo intención de solucionar en sucesivas notas. Lo importante es que nadie que razone, que acepte la lógica y la racionalidad, puede proponer otra postura sin que ella resulte evidentemente arbitraria y sin fundamento objetivo.  Y creo que todos aquellos que aspiren a que sea la razón (y no la violencia) quien gobierne nuestras vidas, y apliquen la lógica, encontrará razonablemente satisfactoria este princpio de argumentación.
Solamente si por capricho o por beneficio pretendemos que la ética siga siendo una especie de buffet en donde cualquier teoría cabe, y cada uno se sirve a su gusto, nos resultará hostil la idea de que no podremos por más tiempo tolerar como supuestamente racional el hecho de que existan varias teorías morales esencialmente distintas y contrapuestas. Este relativismo moral no es racionalmente aceptable. Es decir, nada diferente de lo que ocurre en la ciencia racional (física, química, biología,...).
Ya es hora de que la ética, y la filosofía en general, partan de la evidencia y se basen solamente en la evidencia, y en la lógica. Y no más en prejuicios, gustos o fantasías que no nos han conducido más a que al desastre moral, a causar víctimas inocentes que podrían haberse evitado. Claro que si no aceptamos que el respeto por la lógica y, por tanto, el respeto por la persona es el centro de la ética entonces obviamente no veremos nunca esto como un problema.
   "¿Tu verdad? No, la Verdad, y ven conmigo a buscarla. La tuya, guárdatela." Antonio Machado
                                                                                                   
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