"Cierra los ojos, te pesan los párpados". Si a esta frase le añadimos la imagen de un péndulo, obtenemos la percepción más extendida de la hipnosis. Los espectáculos televisivos de magia muestran a personas en trance que siguen como autómatas los dictados de un hipnotizador y son capaces de comerse una cebolla cruda convencidos de que es una manzana.
Quienes practican esta técnica de forma seria tienen que luchar continuamente contra la imagen estereotipada que la sitúa en el ámbito de las pseudociencias. Lo cierto es que no se trata de un método nuevo; al contrario, es una de las armas terapéuticas más antiguas: el poder de la sugestión. No es ningún encantamiento, sino una técnica psicológica que sirve como complemento de otros tratamientos pero no cura ninguna enfermedad.
Uno de los ámbitos en los que ha mostrado mayor utilidad es el del dolor. Precisamente, el Sistema Nacional de Salud del Reino Unido (NHS, sus siglas en inglés) acaba de anunciar la puesta en marcha de uno de los estudios más amplios sobre hipnosis clínica. El objetivo es evaluar si esta técnica ayuda a 800 madres primerizas a dar a luz con menos molestias y reduciendo la cantidad de analgesia que precisan, lo que contribuiría a aligerar el coste para las arcas públicas.
En este caso, la novedad está únicamente en la magnitud del ensayo, ya que la idea de utilizar este método para reducir el dolor del parto es muy antigua. De hecho, Santiago Ramón y Cajal relató, en un artículo publicado en 1889 en Gaceta Médica Catalana, cómo sometió a su esposa Silveria a hipnosis en el nacimiento de sus dos últimos hijos. "Dos fenómenos llamaron nuestra atención: la extrema rapidez del parto y la disminución considerable del dolor, manifestación subjetiva de las contracciones", escribió el premio Nobel. Muchas cosas han cambiado desde entonces, pero la comunidad científica aún no ha llegado a una conclusión definitiva. La sanidad pública española no recoge la hipnosis entre sus prestaciones, aunque unos pocos especialistas la practican en hospitales públicos con el beneplácito de sus compañeros.
**Publicado en "El Mundo"