Estos días hemos sabido de una adolescente que ha tenido que ser rescatada por los bomberos cuando se había colgado de una estructura a considerable altura y consiguiente riesgo, y sólo para hacerse una autofoto, eso que entre todos ahora llamamos “selfie“. Forma parte de la historia del cinema la vieja (60 años) película “Rebelde sin causa“, del todavía inolvidable James Dean i el juego del “chicken” en su acepción de cobarde, de conducir a gran velocidad un automóvil hacia un precipicio y abandonarlo en el último instante. O las lesiones o muertes que cada temporada veraniega se asocian a saltos desde acantilados, “balconing” o cabuzones en piscinas sin apenas agua.
Que niños y adolescentes busquen situaciones de riesgo extremo como diversión no es una novedad. Cambian los modos. O la difusión que permiten las comunicaciones telemáticas. Subyace un sentimiento de invulnerabilidad propio de la inmadurez que preside todas las conductas de riesgo. Es lo de probar que no pasa nada. Algunas sin embargo contienen una base de autoagresión que puede tener otros origenes. Y tambien otras manifestaciones que deberían ser objeto de vigilancia o detección a los que ya nos hemos referido en este blog.
Pediatras y educadores, además naturalmente de los padres deben tener presente estas peculiaridades de los comportamientos, cuyas consecuencias tienen mal tratamiento y sólo prevención.
X. Allué (Editor)