Ayer por la mañana se me presentaron en casa mis compadres de la taberna, esa donde nos juntamos todas las tardes para jugarnos al tute unos garbanzos y unos cuantos céntimos de euro. El Matías y toda la panda. Un cuadro. Uno con un gorro de Papá Noel en la cabeza, el otro tocando una zambomba sin ningún sentido musical, el de más allá lanzando serpentinas hasta que mi mujer le amenazó con la silueta de la escoba… Y el Matías, en representación de todos, me entrega un paquete componiendo una sonrisa bobalicona. De esas que vienen a decir: «Yo sé lo que es, yo sé lo que es…». Total, que me lo da, lo abro y miro la caja con ojos desorbitados. A coro, mis compadres de la taberna exclaman un ‘oooooooh’ que retumba toda la casa. Luego, prorrumpen en un aplauso y lanzan toda clase de alabanzas y referencias a mi persona y alegría. «¡Un aifon! ¡Ya 'tiés' un aifon!».
Eso sí, esta mañana, una vez que ya he empezado a saber cómo arranca y se maneja el cacharro, he llamado a mis amigos de Te Lo Garantizo y lo he asegurado. Que dicen mis compadres de la taberna que con lo que ha costado, como para que le pase algo. ¡Ni un resfriado! Faltaría más.
Como siempre, para todo lo demás, vuestro amigo Argimiro, el Garantizador. Ya con iPhone 5.