Todo esto que antes sabíamos de forma más o menos intuitiva tiene ahora un aval científico, de la mano de la cronobiología y de dos ramas modernas íntimamente ligadas a ella: la cronodieta y la crononutrición.
Multitud de cambios hormonales en nuestro interior siguen las pautas de un reloj interno que marca el ritmo de nuestra vida: la renovación diaria de las células y los ciclos menstruales femeninos, se rigen por la cronobiología, disciplina encargada de estudiar estos ritmos biológicos, así como sus aplicaciones en medicina y biología.
La crononutrición estudia cómo influyen en nuestro organismo, durante el día y la noche, los nutrientes en nuestra alimentación. La cronodieta intenta comprender a qué hora es conveniente comer ciertos alimentos para estar más sanos.
Hemos aprendido que la capacidad del organismo para asimilar los hidratos de carbono rápidos, como los azúcares y los dulces, es mucho mayor por la mañana que por la noche. La cronobiologia y la crononutrición nos dan 5 claves para ponernos en hora:
• Es conveniente eliminar la luz blanca de las cocinas. Con ellas el organismo no sabe si es de día o de noche. Con una lámpara de luz amarilla el cuerpo reconoce que no es de día.
• Debemos evitar picotear. Con unos horarios claros de comida, el organismo puede saber qué hora es.
• Hay que hacer un mínimo de tres comidas al día. Se pueden hacer hasta cinco ingestas diarias, pero teniendo en cuenta que habrá que ir reduciendo el número de calorías que aportamos en cada una de ellas.
• No debemos comer por la noche, nuestro cuerpo no está preparado para ello. Al hacerlo se desincronizan todos nuestros relojes internos. Hay que cenar poco y pronto, dejando pasar un rato hasta la hora de irnos a dormir.
• Por último, pero no menos importante, hay que comer despacio. La velocidad es nociva para nuestra cronobiología y para los sistemas de saciedad del organismo. Las personas obesas tienden a comer en mitad de tiempo que las delgadas.