Recuerdo, que hace unos años estuve viviendo en el centro de la ciudad y que todos los días veía a un abuelito arreglar su puerta. El vivía en una casita que daba directamente a la calle y se dedicaba cada día a barrerla, a arreglar el árbol que tenía a la altura de su ventana, a sacar las hojas secas de sus geranios y a regarlos con mimo y esmero.
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Recuerdo, que hace unos años estuve viviendo en el centro de la ciudad y que todos los días veía a un abuelito arreglar su puerta. El vivía en una casita que daba directamente a la calle y se dedicaba cada día a barrerla, a arreglar el árbol que tenía a la altura de su ventana, a sacar las hojas secas de sus geranios y a regarlos con mimo y esmero.
Foto Mario Izquierdo
Cada día que pasaba, lo veía con la mejor de sus sonrisas, bien vestido y
aseado dedicándose a sus tareas cotidianas mientras saludaba y daba los buenos
días a todo el que pasaba. No sé qué edad tendría,
pero era bastante mayor. Era unabuelito
Yo
siempre pensé que ese señor se levantaba por las mañanas con el firme propósito
de arreglar su casa y saludar a los vecinos y que el día que le negaran o no
pudiera hacer esa tarea, sería el fin de sus días.
Todos
necesitamos tener propósitos y sueños que alcanzar, por muy simples o complejos
que sean. Necesitamos tener objetivos, metas, retos, ilusiones, algo que nos
mueva a levantarnos cada día con fuerza y con ganas de hacer cosas. Sólo tu
puedes saber qué quieres hacer y sólo de ti depende encontrar la manera de
conseguirlo y hacerlo realidad.
Y
hoy, ¿Qué propósito tienes? ¿Qué vas a hacer para conseguirlo? ¿Cuándo vas a
empezar?
Recuerdo, que hace unos años estuve viviendo en el centro de la ciudad y que todos los días veía a un abuelito arreglar su puerta. El vivía en una casita que daba directamente a la calle y se dedicaba cada día a barrerla, a arreglar el árbol que tenía a la altura de su ventana, a sacar las hojas secas de sus geranios y a regarlos con mimo y esmero.