El Séxodo, Parte 2: Histerias feministas deshonestas dejan en crisis la sexualidad masculina

Por Kheldar @KheldarArainai

La disfunción sexual no es exclusiva del S.XXI, ni tampoco del Oeste. Los “herbívoros” de Japón—hombres que evitan el sexo y prefieren ahorrar dinero y dar largos paseos para montar en motocicletas y flirtear con mujeres—han sido bien documentados y son reconocidos por los científicos sociales como el mejor ejemplo de la sexualidad masculina recluyéndose en sí misma.

Pero a pesar de que el séxodo, un nuevo retiro en soledad protagonizado por hombres del oeste, tiene unos matices distintos y una etiología dramáticamente diferente a la de otras crisis sociales observadas con anterioridad, muchas características son idénticas. Y lo que es problemático en el hecho de que los hombres tiren la toalla tanto en el este como en el oeste es la rapidez con la que el malestar se propaga en generaciones enteras, alimentado no sólo por la insatisfacción sexual, sino también por las presiones económicas y educacionales que sienten tantos chicos jóvenes.

Lee aquí ‘La Identidad Perdida del Hombre’.

Tal vez no deberíamos asombrarnos. No es un misterio que en el caótico mundo moderno, los hombres deberían encontrar medidas extremas que les ayuden a relacionarse con el sexo opuesto y obtener lo que quieren del mismo. Eso explica probablemente la fama de Julien Blanc, quien afirma que sus seminarios pueden cambiar la forma en la que las mujeres responden ante uno. Blanc está en el límite de un movimiento grupal conocido como “artistas del ligue” (original: “pick-up artists” o PUAs).

Pero otras voces dentro de los movimientos PUA o “de pastilla roja”, incluyendo a Daryush Valizadeh, que usa el seudónimo Roosh V, afirman que hay razones estructurales por las que la sociedad evoluciona alejándose de la satisfacción inter-género. Parte del problema son las expectativas femeninas irreales, según Valizadeh. “Acostarse con mujeres atractivas se ha hecho extremadamente difícil para hombres normales. Las mujeres de hoy, normales o incluso por debajo de la calidad normal de una persona, desean hombres de élite con aspecto por encima de la media, músculos, inteligencia y confianza.”

“Si una chica normal se lo curra suficiente, podrá pasar una noche con un ‘tío bueno’ de vez en cuando porque se da la casualidad de que le pilla caliente y quiere sexo fácil. Entonces la chica piensa que puede, de hecho, conseguir que ese hombre se comprometa con ella en el largo plazo; por lo cual niega a los hombres corrientes toda oportunidad, reservándose para el tipo de semental con el que tuvo un encuentro en el pasado.”

Valizadeh tiene también ideas controvertidas sobre el estado de la población femenina, de hecho. Dice: “Es dañino también que el atractivo de la mujer se reduzca tan rápido, principalmente a causa de la epidemia de obesidad. No importa lo que digan los miembros del movimiento de “aceptación de la gordura”: los hombres tienen una necesidad innata de mujeres sanas. Lo que ocurre es que las pocas mujeres atractivas que quedan obtienen cantidades ingentes de atención.”

De acuerdo con Valizadeh, el mercado sexual actual representa una distribución de Pareto en la que “el 20% de los hombres top tienen acceso al 80% de las mejores mujeres”, lo que provoca el efecto de que las mujeres esperen al hombre perfecto, un hombre que por supuesto nunca llega.

Valizadeh coincide con el autor sobre masculinidad Jack Donovan en que los hombres han sido afeminados por una cultura que rechaza y ridiculiza las características y los hábitos de los hombres. “Que tengas suerte intentando nombrar un hombre que sirva de modelo de conducta para otros hombres hoy en día y que de verdad les ayude a ser hombres,” remarca. Estos pensamientos tienen su eco en blogs ocasionalmente rudos pero cautivadores, tales como el extraordinariamente popular Chateau Heartiste.

También les apoya el estado actual de la guerra entre los sexos, la cual tiene una constitución bizarra. Una de las facetas más remarcables en las escaramuzas de mayor calado con feministas es cuan pocos hombres heterosexuales corrientes están involucrados. En la controversia con los videojuegos del GamerGate, la oposición a los “guerreros de justicia social” y sus intentos de censura en Twitter vino de hombres gay adultos en la vida pública y geeks, gamers e inconformistas; en el caso de Matt Taylor, fueron geeks y otras mujeres.

Los hombres jóvenes hetero simplemente pasan del asunto. No les interesa mojarse. Algunas mujeres, también, horrorizadas por lo que el feminismo de tercera ola lesbianizado dice hacer en su nombre, pasan de implicarse en la disputa. El absurdo resultado es que geeks, maricas y bolleras están dominando la discusión sobre cómo deberían interactuar hombres y mujeres. Jack Donovan, por ejemplo, es gay, como también lo es vuestro corresponsal. Es como si los gays fuesen los únicos hombres que quedan para defender el sitio de la masculinidad.

Los hombres quieren relaciones normales que incluyan sexo, dice Valizadeh. Algunos de ellos leerán libros o iran a seminarios de gente como Roosh V si no lo consiguen, o si necesitan salir del rol de “caballero de brillante armadura” que les instilan mediante una cultura dominada por las mujeres. (A los hombres se nos enseña que ser un buen chico te lleva a tener sexo. No lo hace.)

Lo que le parece raro a muchas mujeres es cómo de racional y sistemática es esta decisión de los hombres. Muchos se limitan a literalmente analizar costes y beneficios y deciden que las mujeres no valen tanta molestia. Son ellas las que salen perdiendo en este escenario: los hombres no necesitan la intimidad emocional sostenida que viene con una relación sexual gratificante y pueden limitarse a prácticas masturbatorias, acudir a la prostitución o a los ligues de una noche con mayor facilidad.

Pero esto es exactamente lo que es, desde el punto de vista de los hombres: una retirada táctica de la educación, el trabajo y el matrimonio por parte de hombres que se han hartado, como advertía un libro excepcional escrito por la Dra. Helen Smith llamado Men on Strike en Julio del año pasado. (El consenso en este asunto crece con rapidez.)

Los hombres, guiados (como algunos prefieren decir) por los hechos y no por las emociones, pueden ver que la sociedad no es justa con ellos y es más peligrosa para ellos. Señalan al hecho de que son más susceptibles de ser víctimas de asesinato y más propensos a cometer suicidio. Las mujeres no escogen servir en las Fuerzas Armadas y experimentan menor número de muertes y lesiones en el ámbito laboral, generalmente.

Las mujeres conllevan menores sentencias de custodia por los mismos crímenes. Tienen más becas disponibles para ellas en la universidad. Reciben mejor y más económico tratamiento médico, y pueden escoger opciones más favorables en seguros disponibles sólo para mujeres. En lo que se refiere a los niños, se les supone que son el cuidador primario (en castellano: que los cuidan mejor) y se les da trato preferencial en las cortes. Tienen más y mejores opciones contraceptivas.

Las mujeres tienen menor tendencia a perder su casa, su empleo o a abusar de las drogas en comparación a los hombres. Tienen menor tendencia a la depresión o a sufrir enfermedades mentales. Hay menos presión hacia ellas para que alcancen el éxito financiero. Hay menos probabilidades de que vivan en la pobreza. Se les da prioridad en los servicios de emergencia y asistencia médica.

Algunos llamarían a estas tendencias estadísticas “privilegio femenino.” Aún así en todas partes y en todo momento, según los defensores de los derechos de los hombres, las “experiencias vividas” y la percibida opresión de las mujeres se lleva el 100% de la atención mediática; en contra de la realidad de que las mujeres no sólo han alcanzado la paridad con los hombres, sino que los han sobrepasado en casi cualquier aspecto concebible. Las desigualdades que quedan son el resultado de las elecciones de las mujeres, dicen académicas feministas respetables como Christina Hoff Sommers, no prejuicios estructurales.

Y a pesar de ello, los hombres son constantemente azotados con conceptos inventados como “cultura de la violación” y “privilegio patriarcal”. La extraña pero inevitable conclusión de todo esto es que las mujeres están instigando su propia desdicha haciendo que los hombres las consideren meros objetos sexuales y nada más, porque la idea de involucrarse en una relación con una mujer es horripilante, o demasiado agotadora para tenerla en cuenta. Y el séxodo afectará a las mujeres de forma desproporcionadamente dura porque las investigaciones muestran que cuando las mujeres “se portan como hombres” al tener montones de encuentros sexuales casuales, se vuelven infelices, y más propensas a sufrir depresión y arruinar sus posibilidades de asegurar una relación significativa a largo plazo.

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Los videojuegos y el sexo casual no son el único refugio al que se retiran los hombres jóvenes. También se están involucrando en fetiches que para la generación de sus abuelos parecerían campos de internamiento, y que los separan todavía más del anteriormente sexo débil. Considerad, por ejemplo, el auge de la cultura furry y el fetichismo del sexo con animales antropomórficos, cuyo crecimiento explosivo se debe principalmente a internet.

El periódico estudiantil The Tab de Jack Rivlin, que mencionamos en la primera parte, ha observado la expansión de esta tendencia en los campus británicos. (Ya está muy extendida en los Estados Unidos.) Otros comportamientos sexuales alternativos, incluyendo la homosexualidad y el transgénero, son más prevalentes en los campus ahora, también.

“Es eminentemente plausible que haya un mayor número de personas que se identifiquen como homosexuales, bisexuales o de otras sexualidades, y estén contentas de ser reconocidas como tal en estos días,” afirma Tim Squirrell, presidente de Cambridge Union, de quien ya oímos en la parte 1, hablando sobre los estudiantes que pasan por su Unión. “Creo que nos estamos volviendo más abiertos y tolerantes con la gente que vive estilos de vida diferentes y tiene identidades distintas.”

La emancipación gay, por cierto, puede que no fuera una cosa uniformemente buena para las mujeres. Dependiendo de a quiénes creas—y harías bien en no tomar demasiado en serio las proclamas de los grupos defensores gays o de las revistas gays, por razones obvias—entre el 1% y el 10% de la población de hombres adultos son gays. (Probablemente la cifra sea más cercana al 1%.)

Hace apenas unas décadas, muchos de esos hombres—a riesgo de estereotipar, los más sensibles, artísticos, atractivos y mejor situados económicamente; o lo que es lo mismo, material para maridos perfectos—se habrían casado, tenido unos cuantos hijos y llevado una doble vida para seguir sus ocultos deseos. No habrían molestado a sus mujeres con el sexo, y hubieran sido padres geniales.

Pero ahora se están estableciendo con hombres, en muchos casos no tienen hijos siquiera. En otras palabras, un buen pedazo de los hombres más deseables—hombres que sin duda hubieran satisfecho las exhortaciones feministas—están ahora fuera del mercado, dejando incluso menos hombres a escoger en la reserva para las citas.

(Como nota al margen, aquí tienes un argumento que no leerás en ningún otro sitio: los hombres gays puntúan significativamente más alto, en promedio, en las pruebas de CI, y sabemos que el CI está cuanto menos parcialmente determinado por los genes. Los gays no se reproducen tanto ahora ya que no tienen que fingir una relación heterosexual. De hecho, las encuestas señalan que apenas se reproducen en absoluto.

¿Sería demasiada estrechez de miras preguntar si la recién adquirida tolerancia por los homosexuales ha hecho la sociedad… bueno, un poco más estúpida? Claro, suena un tanto disparatado. Pero aunque no hay duda de que liberar a los gays de la vergüenza y de llevar dobles vidas ha sido un imperativo moral, dictado por la compasión, ningún cambio social rápido sucede sin sacrificios.)

Todo esto va antes de discutir siquiera el rápido aumento del sexo sadomasoquista entre los jóvenes y la “nueva frontera de los derechos civiles” del transgénero,  un desorden psiquiátrico actualmente en proceso de ser etiquetado por las políticas de izquierda como un estilo de vida sexual alternativo.

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La respuesta a la primera parte de esta serie fue colosal. Hasta la fecha, en la versión original, más de 300.000 lectores la han compartido en Facebook. Más de 16.500 lectores dejaron comentarios. Cerca de 500 hombres me han escrito en privado para expresar su gratitud y su apoyo, de todos los continentes y de todas las edades. Los hombres jóvenes fueron especialmente conmovedores al respecto. (Predeciblemente, cientos de feministas rabiosas en Twitter lo catalogaron de “lloriqueo prepotente de los inmaduros muchachitos blancos,” probando así la premisa de esta historia para mí.) Aquí comparto las citas más representativas de mis conversaciones, reproducidas con permiso.

Mark, 24: “Todos los que conozco se sienten igual. Tu artículo nos habla de tú a tú. No somos perdedores y raritos, somos simplemente chicos normales que estamos o bien asustados de ser acusados de cosas terribles por arpías o simplemente nos la pela todo ya. No puedo creer que esté diciendo esto, pero no quiero tener nada que ver con las complicaciones de las mujeres nunca más.”

Mickey: “Le digo que no a todo, incluso aunque soy completamente heterosexual y me gustaría la intimidad de una relación basada en el respeto mutuo. Bueno, pensaba que me gustaría, pero ha pasado tanto tiempo y el estándar de conducta para las mujeres sigue tan bajo, igual que mi tolerancia por las gilipolleces en las citas, que ya ni siquiera parece un deseo realista.”

Francis, 28: “Soy un atleta. Mis padres tienen montones de dinero. Me sobran los amigos y tengo una gran vida social. Ya no quedo con mujeres. Ocasionalmente tengo rollos de una noche, pero lleno mi tiempo principalmente con otras cosas. Me acusaron de abusar de una mujer en la universidad y desde entonces he pensado… “pasando”. Hago deporte en vez de ir con mujeres.”

Tilo, 20: “No lo tengo del todo claro pero tu artículo me recuerda a mí y a un montón de mis amigos. Hago cosas furry por internet en secreto. Me horroriza la idea de que mis padres se enteren, pero es todo lo que me sirve. Las mujeres son una pesadilla. Tengo un hermano de diez años que siente lo mismo. Nos hemos rendido.”

Hector, 26: “Me aferré por un tiempo a esa creencia social pensando que la necesidad de una relación seria llega con la edad, pero nunca ocurrió y poco a poco fui dejándolo estar. Hoy, unas horas antes de leer tu artículo, estaba almorzando con mi madre y ella no dejaba de hablar de novias y de lo necesario que era para mí casarme, mientras que yo pensaba ‘¿por qué voy a amargarme la vida con esa mierda?’, y no fue hasta que leí tu artículo unas cuantas horas después, que me vino a la cabeza. No creo que mi generación sea la única afectada por esto.”

Podemos estar bastante seguros de que el séxodo no es un fenómeno aislado y extraño de internet, como se ha caracterizado a veces al grupo “Men Going Their Own Way” (Hombres a su aire, en traducción libre). Una combinación de desastrosa ingeniería social, privilegios especiales para las mujeres, la mofa indiscriminada hacia los hombres blancos en respecto a su sexo y color de piel, y el abandono educacional y económico de los chicos ha creado ya una, si no dos, generaciones perdidas.

Los hombres crearon la mayoría de lo que es bueno en el mundo. Los excesos de la masculinidad son también, dejemoslo claro, los culpables de gran parte de lo que es malo. Pero si tratamos de evitar caer en declive, la mediocridad y un mundo en el que los hombres son discriminados activamente; debemos detener el deterioro de las actitudes sociales hacia ellos antes de que se den tantas víctimas que toda esperanza de reconciliación entre los sexos se pierda. Si eso ocurre, serán las mujeres las que sufrirán.

Algunos nombres han sido cambiados.

 


Notas de la traducción:

El artículo original ha sido publicado en BreitBart.com bajo la autoría de Milo Yiannopoulos, columnista y Editor Asociado de BreitBart London. Es uno de los más conocidos comentaristas en materia de tecnología y medios de comunicación. Escribe una columna semanal para el Business Insider tocando los temas de tecnología, medios y política. Sus textos han aparecido en el Telegraph, Wall Street Journal, Times, WIRED, The Observer, The Spectator y muchos otros sitios. Aparece regularmente en televisión y en radio hablando sobre sociedad, política, medios y tecnología.

En 2011 fundó el tabloide digital The Kernel, que habla de cultura pop y de internet, y lo vendió a Daily Dot Media en enero de 2014. Es un conferenciante regular en el circuito tecnológico y ha sido dos veces nombrado como una de las 100 personas más influyentes en la economía digital británica por WIRED.

Milo ha sido llamado “el pitbull de los medios tecnológicos” en un perfil del Observer, “el Ciudadano Kane de los medios digitales” en la revista Forbes y “un capullo cínico e ignorante” por Stephen Fry.

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La traducción es de autoría propia, y he intentado respetar en lo posible la estructura y gramática general del texto. Se han adaptado algunos signos de puntuación y expresiones, para facilitar la lectura y la comprensión de las ideas. De cualquier forma, es posible que algunos párrafos no queden lo bastante claros. Si detectas alguno durante tu lectura, por favor, informa de ello y lo corregiré a la mayor brevedad posible.

Las ideas vertidas a lo largo de este texto no necesariamente coinciden con las mías propias. Sin embargo, las comparto porque estoy de acuerdo en cuanto a la situación que presentan. Es mi deseo particular por continuar con la Conversación que hemos iniciado en meses anteriores al respecto de este tema lo que me anima a traducir y presentar este texto en mi blog. También es culpa de mi deseo de cerrar brechas y dejar de señalar culpables o chivos expiatorios; de ahí este disclaimer parcial.

Hoy sí voy a hacer un par de declaraciones:

  • La subcultura e intento de movimiento contracultural conocido como Pick-Up Community o Comunidad de Seducción (para otros, como yo mismo, industria del ligue) es un abundante saco de mierda lleno de personas rabiosas y de manipuladores deseosos de afinar su capacidad de aprovecharse de los demás, especialmente de mujeres. Aunque también hay personas buenas dentro, pero suelen estar menos en primera fila. Por alguna cuestión que no alcanzo a comprender, son los que hacen el capullo activamente los que más llaman la atención. Los que pedimos esfuerzo, dedicación, disciplina, honestidad, vulnerabilidad, conexión y auténtica comunicación (y no ofrecemos métodos milagrosos e infalibles) estamos menos presentes.
  • Algunas de las figuras negativas, como el aquí citado Julien Blanc, son psicópatas de calibre, sociópatas o tienen y promueven rasgos de personalidad límite, demuestran misoginia y varios trastornos psicológicos. No defiendo en lo absoluto lo que hacen estas personas, pero sí lo que hacen otras que no van por los mismos derroteros (como Zan Perrion, Johnny Soporno y Steve Mayeda, que son los ejemplos más claros a mi disposición). En palabras de Zan, estos “artistas del ligue” son, de cara a las mujeres, como los perros que corren detrás de los coches: por mucho que las persigan y aunque llegasen a alcanzarlas, no sabrían qué hacer con ellas.
  • Aunque algunos puedan llamar a esto ataque gratuito y competencia desleal, no se trata ni más ni menos que de la cruda realidad. Una persona que anima a destruir el autoconcepto de otra para tratar de meterse a la fuerza en su vida, que recomienda usar violencia física y psicológica para satisfacer los propios deseos y demandas, que monta seminarios en torno a la idea del acoso sistemático y selectivo por método de detectar el perfil vulnerable a dichas pesquisas e iniciar un acoso y derribo… No merece comer en la misma mesa que las personas de bien.
  • Sin embargo, por las chorradas llamativas que hacen (que en la mayoría de los casos son montajes de vídeos muy bien preparados con actrices contratadas, cosa perfectamente demostrable), personas como Julien, que ha protagonizado un escándalo por imponer su intención sexual a mujeres a base de estrangularlas en público y de arrastrar la cabeza de ellas hacia su entrepierna; pueden llegar a embolsarse ganancias millonarias. De hecho, en el caso de Julien así ha sido. En España, no hace mucho estaba el escándalo de los cursos de machismo a 300 euros, protagonizado por el señor con el seudónimo de Álvaro Reyes… También tristemente conocido por difundir con sus publicaciones tendencias agresivas, violentas, denigrantes y misóginas.

Y esto es todo por mi parte, por el momento.

Si deseas ofrecer tu opinión de manera constructiva y responsable, estaremos encantados de leerte.

Si has comentado en la primera parte y deseas participar de nuevo en la conversación, gracias por tu fidelidad.