¿Te acuerdas de la película el Show de Truman?... sí, esa en la que la vida de Truman (Jim Carrey) es filmada a través de miles de cámaras ocultas, las 24 horas del día, y es transmitida en vivo a todo el mundo, aunque este no es consciente.
Ups perdón...esta entrada contiene spoilers! (Lo que viene siendo que destripo un poco la película en cuestión).
Sin embargo, pese al control , Truman no se conforma y quiere saber más.
Pues ahora imagínate que Seahaven existe... pero en lugar de actores y técnicos, es habitado por médicos, celadores y enfermera, y que no solo hay un Truman, sino 150 de ellos que viven ajenos a su realidad, aunque no por un programa de televisión, sino por una padecer una enfermedad.
Este Seahaven de la demencia se llama Hogewey, un pueblo como cualquier otro. Tiene sus cafés, sus restaurantes, sus tiendas, su teatro, su parque… pero tiene algo que lo hace completamente diferente a cualquier otra localidad del mundo: todos sus habitantes padecen algún tipo de demencia.
Los 150 residentes de este lugar cercano a Amsterdam están acompañados en todo momento por médicos, celadores y enfermeras, camuflados como jardineros, peluqueros, mecánicos o vendedores para no perturbar el idílico clima.
Hogewey es una especie de hospital al aire libre de 16.000 metros cuadrados especialmente diseñado para sus vecinos. Ellos pueden andar sin límites por sus calles -que además están decoradas como en los años 50- y vivir tranquilamente, sin sentir que están siendo tratados por una enfermedad que no tiene cura y que ni siquiera saben que padecen.
Fue fundado en el año 2010, y los residentes han sido diagnosticados con ‘demencia extrema’. Su media de edad es de 83 años y son cuidados por 250 profesionales de la salud y voluntarios que ofrecen su ayuda. Los pacientes viven en grupos de 6 o 7 en alguna de sus 23 casas. En ellas también duermen dos cuidadores, que velan por su bienestar. Los residentes disfrutan de habitaciones individuales, pero comparten la cocina y la sala de estar.
Hogewey ofrece grandes beneficios frente a los hospitales tradicionales, lo primero que notan los pacientes es una menor ansiedad. Se encuentran en un entorno familiar, tranquilo y humano, que reconocen y en el que se sienten seguros. Están rodeados por objetos que conocen y por personas muy parecidas a ellos, con los que comparten valores e historia. Todo el mundo se mantiene activo, porque siguen haciendo las cosas que todavía saben hacer, en vez de las que han olvidado.
En el complejo se realizan actividades como cocina, ciclismo, literatura o pintura, todos los ancianos puedan disfrutar de un ocio de calidad que además fomente su autoestima y permita que sus habilidades cognitivas se mantengan frescas. Se anima a que los pacientes sigan haciendo las mismas cosas que hacían en casa: pelar patatas, arreglar el jardín, hacer la colada, ir a comprar… todo para que puedan sentirse bien haciendo cosas que les son familiares.
Las casas también tienen sus peculiaridades. Una de ellas, por ejemplo, está decorada como una mansión, y los cuidadores se comportan como criados. En ella vive los enfermos que anteriormente disfrutaron de un alto nivel de vida, para que se sigan sintiendo igual. En otra, la decoración es mucho más simple. En ella viven carpinteros, fontaneros o electricistas, que disfrutan de un hogar muy parecido al suyo.
Y por supuesto, en Hogewey también hay diversión. Periódicamente se organizan bailes y espectáculos para que todos los residentes pasen un buen rato. En ellos su escucharse música que estuvo de moda en Holanda en la década de los 50. Antes de acudir al baile, las mujeres pueden peinarse en el salón de belleza del pueblo.
Pero claro, vivir en Hogewey no es barato, aunque está subvencionado por el estado, son unos 4000€ mensuales lo que pagan los residentes. Aun así la lista de espera se alarga varios años.
A pesar de que solo lleva en activo desde hace cuatro años, los beneficios de esta iniciativa frente a la hospitalización clásica o el habitual centro de internamiento es evidente: los pacientes suelen consumir mucha menos medicación, viven más, parecen más felices y responden mejor a las pruebas que miden su memoria y su capacidad de expresión, según publicó el año pasado la CNN.
El éxito de esta iniciativa ha hecho que otros países se animen a imitarla. Esperemos que algún día España se sume a esta gran idea.