El sincericidio (II)

Por César César Martínez Romero @corazonin
La semana pasada veíamos una palabra, el sincericidio, y dos significados.  Sobre el primero de esas dos acepciones hablábamos la semana pasada, la sinceridad extrema y la pareja.  Y hoy toca la segunda de las definiciones:
  • Manifestar a otra persona lo que se cree de ella sin ningún tacto, de forma ofensiva e insultante, creyéndose en posesión de la verdad absoluta y pensando que la franqueza  completa es imprescindible y la sinceridad está por encima de todo.
La idea es muy sencilla, veamos dos situaciones. Si creemos que nuestro jefe o jefa es tonto o tonta, ¿se lo tenemos que decir? O si un amigo o amiga se ha puesto un traje o un vestido para salir de fiesta y creemos que no puede haber elegido peor, ¿se lo tenemos que decir? En primer lugar necesitamos partir de un hecho, muchas veces nos equivocamos. A nuestros ojos una persona se puede estar comportando de forma inepta e incapaz, cometiendo equivocaciones y tonterías  a partes iguales y quizás todos esos errores y estupideces solo existen bajo nuestro punto de vista. Ni tenemos la verdad de todo ni somos críticos de moda infalibles. Y cuando no acertamos siempre tenemos que ser cautos en cómo decimos las cosas. En segundo lugar, no es necesario dar lo opinión sobre todo, eso es ser presuntuoso y pedante. Incluso aunque nos pidan opinión muchas veces lo hacen por compromiso, sin esperar la verdad desnuda y cruda. En tercer lugar, no tiene sentido decir lo que pensamos de algo si no va a servir para nada. Buscar expresar que esto o aquello o este o aquel es así o de aquella manera muchas veces no ayuda a nada, solo pone barreras entre personas con las que convivimos o que tenemos alrededor.
Y en cuarto lugar, pero por encima de todo… ¿Hay que ser grosero? ¿Hay que insultar  para decir algunas cosas? La mayoría de las veces, casi siempre, no. Si decidimos decir la verdad tendremos que cuidar como la decimos, ponernos en la piel de la otra persona, y hablar con cuidado.