El síndrome de Peter Pan y el dilema de Wendy

Por Clotilde Sarrió Arnandis @Gestalt_VLC

Este artículo es la segunda parte del publicado con el título el Síndrome de Peter Pan.

Síndrome de Peter Pan: problemas de pareja

La elección de nuestra pareja no es fruto de la casualidad. Es obvio que cuando establecemos una primera interacción con la otra persona es porque, sin ser conscientes, identificamos en ella algo que nos resulta familiar, nos es conocido, tal vez porque ya lo vivimos en nuestra experiencia relacional en el seno familiar, o bien porque la otra persona es capaz de satisfacer unas necesidades que no fueron cubiertas en nuestra familia de origen, aunque a veces, con el transcurso del tiempo, se den de bruces con la realidad nuestras expectativas de que la persona elegida nos ofrezca lo que en su día no tuvimos.

Al mismo tiempo, puede que también la otra parte de la pareja, inconscientemente, tenga las mismas expectativas de que el otro le cubra unas carencias que, en realidad, nada ni nadie podrán satisfacer porque en realidad forman parte de nosotros, son nuestras propias experiencias vividas y sólo podrán ser resueltas a nivel personal. Podremos apoyarnos el otro, pero esto no significa que él –o ella– vaya a resolver nuestros problemas personales.

En toda relación de pareja los problemas que surjan de la misma no deberán ser atribuidas a una u otra parte, pues son responsabilidad de ambos. Así, cuando en la relación se detecta que algo no funciona, serán las dos partes quienes deban implicarse en darse cuenta de cómo se está produciendo el problema y, preferiblemente, ser ayudados por un profesional para resolver la situación.

Centrándonos en el síndrome objeto de este artículo (Síndrome de Peter Pan), la relación se establece en base a unas necesidades no satisfechas, muy probablemente por ambas partes en sus relaciones tempranas, pues la mujer, en este caso podría sentirse impulsada por una necesidad de proteger y comportarse como una madre al tiempo que el hombre Peter Pan necesita ser protegido y tratado como un niño. En este caso (que más adelante trataremos al hablar del Síndrome de Wendy) ambas necesidades parecerán estar cubiertas y satisfechas pero no dejan de ser disfuncionales porque los roles de la relación no deberían ser materno-filiales, sino de pareja. O puede darse también el caso de que no haya tal disfunción si previamente existiera un pacto tácito por ambas partes a través del cual ambos se sientan cómodos.

En cualquier caso, y como se dijo al inicio del apartado-2, remarquemos que en el Síndrome de Peter Pan son habituales los problemas de pareja. De hecho, éstos son el motivo principal por el que un hombre Peter Pan acude por primera vez a un profesional cuando la mujer con quien conviven les convence para que inicien una terapia de pareja, y él acceden porque, por su inseguridad y su baja autoestima siente pánico ante la idea de que ella le abandone.

La intervención de la mujer en estos casos, siempre con la ayuda de un profesional cualificado, pueden resumirse en los siguientes puntos:

  • Ayudarlo a que se dé cuenta de que algo no funciona como debería y a detectar las consecuencias de su forma de ser.
  • Ser firme y clara a la hora de poner límites. Él intentará rebasarlos pero nunca hay que ceder ante su conducta inadecuada.
  • No permitir que la culpe de unos errores que sólo son consecuencia de una conducta que él se negará a asumir.
  • No seguirle el juego de su comportamiento infantil cuando persevere en actuaciones no apropiadas para su edad, y explicarle los motivos.
  • Debe ser él quien busque las soluciones adecuadas ya que, cada vez que se le ayude a encontrarlas se le estará reforzando para que no contraiga responsabilidades.
  • Precisamente porque son reacios a que se les haga ver sus defectos, hay que mostrarle sus errores.

Tratamiento psicológico

No hay un tratamiento específico para este trastorno, por ello, el mejor modo de abordarlo consiste en realizar una intervención psicológica que permita al paciente darse cuenta de su comportamiento, enfrentarse a su realidad y aceptar las consecuencias de sus actuaciones y omisiones.

Según Kiley, el éxito terapéutico es siempre difícil y la detección precoz del síndrome mejora considerablemente el pronóstico al evitar que éste progrese (cuanto más tardío es el diagnóstico, más difícil es de tratar).

El hombre Peter Pan se lamentará y protestará sistemáticamente porque no querrá asumir responsabilidades, por ello la terapia deberá motivarles a que se impliquen cada vez más en las decisiones que les exige el mundo real. Tanto el adolescente como el joven o el adulto que padece este trastorno, es reacio a entender su infantilismo y reticente a modificarlo. Se sienten tan cómodos en la gratificante irresponsabilidad inherente a la niñez que los fracasos en su adaptación a los comportamientos adultos son continuos.

Si la evolución no es satisfactoria, conforme pasan los años lo que al principio podía abordarse como un trastorno caracterológico o del comportamiento, acabará convirtiéndose en una severa psicopatología (en términos de la Terapia Gestalt “ajuste conservador”) por empecinarse el paciente en permanecer en una infancia feliz y eterna y no afrontar los límites y la aceptación de la normas que les supondría incorporarse como adultos en la sociedad.

La tendencia del hombre Peter Pan será rechazar aquello que le suponga esfuerzos o inconvenientes como estudiar, trabajar o forjar vínculos saludables de relación con los otros.

El dilema de Wendy

Como complemento del síndrome descrito, es interesante valorar la relación de pareja en la que un hombre Peter Pan convive con una mujer que sufre el llamado Dilema de Wendy (descrito también por Dan Kiley ) y se caracteriza por sentirse inferior y permitir que otros controlen sus inseguridades, sus temores y, en suma, su destino.

Si para una mujer sin ningún trastorno psicológico es difícil convivir con un hombre Peter Pan y le desencadena necesidades no satisfechas, si esta mujer sufre además el Síndrome de Wendy, la situación se vuelve especialmente compleja, pues se sienten tan inferiores que permiten (e incluso obligan) a que su Peter Pan controle su vida. Aunque Wendy finja estar bien, la realidad será que sufre una intensa y permanente ansiedad y, aunque a los ojos de los demás todo lo que haga por su pareja parezca amor, ella estará ejerciendo un rol de madre sumisa y protectora pero no de esposa.

Paradójicamente, una pareja de estas características suele funcionar mejor –ser menos disfuncional– que cuando uno de los dos miembros no sufre ningún trastorno psicológico.

Los Kidult

El Síndrome de Peter Pan guarda cierta relación con un nuevo estilo de vida o fenómeno sociológico conocido con el nombre de Kidult (que podríamos traducir como niños-adultos) y que define a una generación de jóvenes de entre 20 y 40 años proclives a consumir productos que les recuerdan a su infancia y que tienden a eludir sus responsabilidades familiares al vivir en la ficción de que no están envejeciendo.

Sociológicamente, los Kidults pueden considerarse una consecuencia del consumismo y definen a unos jóvenes-adultos que son capaces de conseguir sus caprichos de ocio bien porque viven aun con sus padres, bien porque están emancipados y tienen trabajo o bien porque su pareja trabaja por ellos.

En su libro Rejuvenile , el escritor y periodista Christopher Noxon reseña que muchos visitantes de Disney World son adultos que acuden sin niños; que el público de entre 18 y 34 años consume más canales de dibujos animados que de noticias y que la media de edad de los jugadores de video juegos supera los 30 años y cada vez va en aumento.

Noxton apunta la hipótesis de que los Kidults «quieren experimentar el tiempo como lo hacíamos de niños, para encontrar algún alivio a la ansiedad que provoca pensar en el futuro».

Consideraciones finales

En cierto modo todos tenemos un pequeño Peter Pan que habita en un recóndito rincón de nuestra psique, y sería un error erradicarlo de pleno. Sin embargo, conforme el individuo crece en edad, experiencia, madurez y se convierte en un adulto, no debe permitir que ese lado infantil de su mundo interior –deseable y saludable si se canaliza saludablemente– le aparte de la realidad y le impida seguir creciendo y aceptar las responsabilidad de sus actos en ese imparable camino que es la maduración personal.

El Síndrome de Peter Pan es cada vez más frecuente, y tal vez las causas del aumento de su prevalencia en nuestra sociedad se encuentren en la sobreprotección que se reciba de los padres, la excesiva gratificación inherente a la cultura de la inmediatez, el aumento progresivo de la edad de emancipación de los jóvenes y su poca propensión a asumir responsabilidades. En cualquier caso, estos razonamientos y consideraciones sólo son hipótesis de quien firma este artículo, a la espera de que se publiquen estudios epidemiológicos que aporten información científicamente validada sobre este síndrome.

Bibliografía

KILEY, D., The Peter Pan syndrome, Dodd, Mead & Co; 1983.

KILEY, D., El síndrome de Peter Pan. Los hombres que nunca crecieron, Javier Vergara, Editor. Buenos Aires, 1995.

POLAINO-LORENTE, A. ¿Síndrome de Peter Pan?: los hijos que no se marchan de casa Desclée de Brouwer, 1999.

NOXON, CHRISTOPHER. Rejuvenile (Bellerose Village, NY, U.S.A.)

Clotilde Sarrió – Terapia Gestalt Valencia

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