El tanatorio municipal de León, una tumba de tumbas

Por A-Cero Blog

Hoy Joaquín Torres, director de A-cero, recomienda el tanatorio municipal de León. El edificio se proyecta como una pieza totalmente encastrada bajo la rasante del terreno, tanto para eludir la excesiva proximidad de la zona residencial colindante como para buscar referentes que apoyen los contenidos singulares del espacio interior. Una lámina de agua, como cubierta superior del edificio, convierte el reflejo del agua en su única fachada aparente, en una continuidad apenas alterada por la presencia de los islotes que son las emergencias de los patios interiores; en uno de sus extremos, los singulares lucernarios de la capilla del tanatorio aportan la necesaria carga identificativa y simbólica a la nueva construcción.

El acceso, ritualizado por una gran rampa que se entierra poco a poco, termina en una imagen del cielo que se entreabre lo suficiente para dejarnos pasar. Una vez traspasado el umbral, el diseño de la estructura del hall principal nos transmite todo el peso de la losa y  el espesor infinito de su perímetro. Unos patios esponjan e iluminan. Desde las salas de vigilia la única visión posible del exterior es la del cielo. El edificio se ha construido por entero en hormigón, el único material posible para construir una sepultura.

Ubicado junto a las áreas verdes de un barrio residencial, a unos 200 metros del recién premiado MUSAC y a unos 400 del auditorio de León,  el edificio no se levanta, sino más bien se introduce bajo tierra o mejor dicho  bajo un estanque de agua que sirve de “tumba de tumbas”, así la construcción facilita la discreción y privacidad en esos momentos dolorosos. El color escogido nos remite a la piedra de Boñar con la que está construida toda la ciudad. En el interior una lámina de madera de iroko se dobla sobre sí misma para separar el hall principal de las salas de vigilia. Retales de color negro manchan el edificio, al modo del brazalete que expresa el luto y la tristeza de los visitantes.