El tapiz de Bayeux: una fuente de gran valor

Por Beldz

Eltapiz de Bayeux es una fuente histórica y artística de valor incalculable. A mí siempre me ha fascinado. De hecho, los tapices en general me gustan mucho; me parece increíble la paciencia del tejedor y las horas invertidas para historiar sobre una tela un hecho histórico de gran relevancia o cualquier otro tema simbólico. Uno de mis preferidos son los tapices de La dama y el unicornio, de finales del siglo XV, que se encuentran en el museo de Cluny de París, en una sala especial que realza todo su esplendor.
Pero en esta ocasión no voy a hablaros de estos tapices, sino de otro que tiene una gran fama: el tapiz de Bayeux, que recibe este nombre porque se encuentra en la localidad francesa de Bayeux, en el Musée de la Reine Mathilde. Está bordado sobre un lienzo de lino blanco de 68 metros de largo y 53 centímetros de alto, dividido por 58 escenas que cuentan la conquista normanda de Inglaterra, producida en el siglo XI. Os pongo en antecedentes: el reino de Inglaterra se formó en el siglo X, con alternancia en el poder de dinastías anglosajonas y reyes daneses que se disputaban el territorio de la llamada heptarquía, los siete dominios originales, entre los que destacaba el condado de Wessex. Cuando Canuto el Atrevido, último rey danés, murió sin herederos, en 1042, lo sucedió su hermanastro por parte de madre, Eduardo el Confesor, un sajón que había pasado 25 años desterrado en Normandía. Eduardo inauguró un largo período de paz y prosperidad, pero tuvo que hacer frente a la rebelión de Godwin, duque de Wessex, que se oponía a la influencia normanda promovida por el rey. Pese a todo, Eduardo decidió que su sucesor sería Guillermo, duque de Normandía, y relegó a segundo plano las reivindicaciones anglosajonas. Pero a la muerte de Eduardo en 1066, fue Haroldo, hijo de Godwin, quien se proclamó rey con el respaldo de la nobleza local. Guillermo, con el aval del Papa, cruzó el canal de La Mancha con una flota y se enfrentó con Haroldo en la batalla de Hastings, donde Haroldo halló la muerte. Empezaba así el dominio normando en Inglaterra, que influyó profundamente en la historia de Gran Bretaña.
La suerte del conflicto entre el normando Guillermo y el anglosajón Haroldo II se decidió el 14 de octubre de 1066 en lo alto de Senlac Hill, a unos pocos kilómetros de Hastings (Sussex). En este cerro se atrincheró la infantería pesada de Haroldo, atacada durante todo el día por los arqueros y la caballería de los normandos. Por la mañana, la ofensiva de los normandos no obtuvo ningún resultado, pero luego las filas de los sajones empezaron a resquebrajarse, hasta que la caballería logró penetrar en su formación y mató a Haroldo. 
El tapiz se atribuyó durante mucho tiempo a Matilde de Francia, esposa de Guillermo el Conquistador. Pero probablemente fue un encargo de Odón, hermanastro de Guillermo y obispo de Bayeux, y se confeccionó en Inglaterra, en Kent, de donde era duque Odón. De allí lo llevaron a Francia, a Bayeux, donde el tapiz debía exponerse en la catedral de la ciudad como testimonio de la gloria normanda. En este fragmento, los drakkar normandos surcan las aguas del canal de La Mancha para arribar a Inglaterra.

El tapiz no es sólo un despliegue de información sobre los usos y costumbres de una batalla medieval, sino que también aparece, en las franjas superior e inferior, escenas de la vida diaria, como las labores agrícolas. Para analizarlo más profundamente, os he copiado un fragmento del libro La caballería y el mundo caballeresco, de Josef Fleckenstein:
Es una suerte que, además de las fuentes narrativas, se nos haya conservado un testimonio visual de gran calidad de aquel acontecimiento: el famoso tapiz de Bayeux. El tapiz representa la batalla como un combate entre jinetes. El principal interés se centra claramente en la caballería, que es también la que decide el resultado. Los normandos se aseguraron la superioridad táctica mediante un ataque por sorpresa de su ejército de caballería. Los guerreros de a caballo de ambos bandos, llamados también milites, como en Francia, portan cotas de nudillos y ojetes, además de escudos largos almendrados y yelmos con protector de nariz, denominados a menudo en literatura cascos normandos. Los escudos largos llevan por lo general un cerco de color y están decorados con dibujos ornamentales o figuras; sirven, evidentemente, para caracterizar a sus portadores, por lo que funcionan como un precedente del escudo de armas, sin serlo aún de manera genuina. La forma del escudo suele denominarse también normanda, aunque esta atribución sea dudosa -en la medida en que, a pesar de aparecer testimoniada por primera vez en el tapiz de Bayeux, lo mismo que el nasal o protector de nariz, no lo portan sólo los normandos sino también sus enemigos, los sajones-. Permítasenos, no obstante, la hipótesis de que los normandos contribuyeron, al menos, de manera importante al desarrollo y propagación de esta forma de escudo, que sin duda alguna perfeccionaron.

La serie de imágenes del tapiz describe de un modo especialmente impresionante el uso de las principales armas de ataque, la lanza y la espada, común desde siempre entre los milites. Como es natural, la espada sólo se utilizaba cuando el combate no se había decidido a lanzadas o cuando la lanza se había quebrado. Pero lo más revelador es la posibilidad de reconocer los distintos tipos de manejo de la lanza. Durante la marcha, se lleva apoyando el regatón en el estribo y, a menudo, al hombro, o sostenida libremente en la mano. La imagen, sin embargo, cambia durante el ataque. En ese momento, el jinete procura alargar su alcance arrojando la lanza sobre el contrario, pero la manera más segura y eficaz de utilizarla consiste en alancear con ella, sobre todo cuando se ataca en formación cerrada. El jinete debe estar en ambos casos firmemente asentado, posición permitida por el uso del estribo. De hecho, todos los milites aparecen representados en el tapiz con el estribo y también con espuelas, que en el apogeo de la caballería se convertirán en símbolo de la condición caballeresca.

El tapiz reproduce una imagen de la batalla poco habitual por su amplitud y nos proporciona adicionalmente algunas indicaciones que merecen nuestra atención. Así, por ejemplo, uno de los participantes en la batalla es el obispo Odón de Bayeux, hermanastro del duque Guillermo. El obispo aparece revestido de la armadura acostumbrada, pero por su condición episcopal no porta espada sino una maza. Así, el hecho de que el obispo Odón de Bayeux prestara personalmente servicio de armas no constituye ninguna rareza sino que nos demuestra que los normandos fueron unos aplicados alumnos de los francos, pues responde a la práctica observada ya en Carlomagno de integrar en el servicio de la guerra a los magnates espirituales al igual que a todos los demás vasallos de la corona. El obispo Odón se limitaba, por tanto, a cumplir con su deber feudal. Sin embargo, es notable que, a pesar de cubrirse con una armadura completa, porta maza en vez de espada. El servicio de guerra estaba prohibido a los clérigos por el mandamiento eclesiástico según el cual quien echa mano de la espada, morirá por la espada. Al portar maza, el obispo evita formalmente incurrir en culpa, a pesar de que la maza sirve para el mismo objetivo que la espada.
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Parte de la información la he extraído de dos libros que os recomiendo: uno es Cómo leer la historia en el arte, de Burkhard Schwetje y Flavio Febbraro. Los autores seleccionan momentos históricos relevantes y los ilustran con una pintura que también destaca ese preciso acontecimiento de la historia. El otro es La caballería y el mundo caballeresco, de Josef Fleckenstein, un estudio sobre el nacimiento y la consolidación en la Europa medieval de esta clase social.