El tiempo entrecruzado, la onírica belleza, la infinitud del pasado y nuestro engaño.

Por Artepoesia



El cine ha utilizado la Literatura para encontrar la inspiración que las imágenes han necesitado -y necesitan- para llegar a emocionar con sus relatos. El gran productor norteamericano David O. Selznick (1902-1965), en uno de los castings que realizó por su trabajo a lo largo de su vida, se encontró en una ocasión con una joven extraordinariamente bella pero vulnerable. Antes de finalizar su corta actuación ante el exigente productor, ella, la joven aspirante, se derrumbó. Acabó en un mar de lágrimas, decidida ya a dejarlo todo allí. Él, sin embargo, vio algo que le hizo convencerse de que esa mujer podía llegar a ser toda una estrella. Así fue como Jennifer Jones (1919-2009) consiguió, después de sobrevivir como simple modelo, alcanzar los primeros peldaños de su gloria.
En 1948 logró protagonizar la película que aquél produjese basada en la novela del escritor Robert Nathan (1894-1985), El Retrato de Jennie. En la película, la protagonista, Jennie, acaba siendo convertida en la modelo artística del retrato que un pintor frustrado necesita para alcanzar la inspiración y la belleza que no había podido obtener antes. Con la salvedad de que ella no existe realmente, sólo es una ensoñación, una representación fantasmal. Tan real es, sin embargo, para el pintor como lo son las ideas, las imágenes y los sonidos que los propios creadores puedan llegar a tener. A la vez ella, que permanece siempre joven cuando el pintor, en cambio, va envejeciendo, parece venir de un tiempo indefinido. Nada muere, todo cambia; hoy es el pasado de otro tiempo, dirá el personaje de Jennie.
Las tres etapas en que dividimos el tiempo, pasado, presente y futuro, no son más que conceptos creados para posicionarnos con lo que no comprendemos. Sólo existe el pasado, es lo único que nos pertenece, lo que nos referencia, lo que nos sitúa en nuestra propia historia. El futuro no existe. Y el presente es imposible de ser medido, de ser atrapado ni siquiera en un segundo. Sin embargo, el novelista Robert Nathan afirma, No hay distancia en esta Tierra tan lejos como ayer. Esa es la contradicción. Lo único que poseemos es como una gran rueda girando que, a medida que avanzamos subidos a ella, nos alejamos más y más de todo; estando, a la vez,  parado y distante mirando una luz.
Cuando Ulises llegó a la isla de Ogigia -cerca del estrecho de Gibraltar- naufragó frente a sus costas. Fue acogido gratamente por Calipso, una ninfa y reina a la vez de esa fabulosa y tranquila isla. Ella siente un amor por Ulises tan grande que hace que éste parezca como transportado a otra dimensión. Él debe continuar, sin embargo, hacia su destino, hacia su Ítaca querida, pero, percibe, de pronto, como que el tiempo se ha detenido. Está rodeado de un paraiso, así es como Calipso intenta hacer olvidar a Ulises de su impenitente destino. Llega, incluso, a ofrecerle la inmortalidad. Pero él se niega, no sabe ya bien por qué, lo ha olvidado. No es feliz, y no sabe por qué, siente una necesidad, pero es incapaz de comprenderla.
Atenea, la diosa protectora del héroe, le pide a Zeus que ayude a Ulises a regresar a su destino. El dios obliga a Calipso a que deje libre a Ulises para que pueda reemprender su camino. Ésta acepta con todo el dolor que le supone dejar partir al que ama.  El héroe se había llevado, sin saberlo, casi diez años detenido en esa maravillosa pero perdida isla de Ogigia. Nuestra vida se pierde a veces por un tiempo que no existe, que creemos vivir pero que no lo vivimos realmente. Del mismo modo pensamos que tenemos nuestro tiempo como algo que nunca se va a acabar, como algo que nos pertenece, que podemos atraparlo a través de un soporte, el que sea, para mantener así su belleza, de manera que ésta nos complazca, deseosa  a la vez que nuestra, para siempre.
(Cuadro del pintor Arnold Boecklin, 1827-1901, Calipso y Ulises, 1883; Óleo del pintor actual español Guillermo Pérez Villalta, 1948, El rumor del Tiempo, 1984, Particular; Cartel británico de la película El Retrato de Jennie, 1948; Fotograma de la actriz Jennifer Jones en la famosa película Duelo al Sol, 1952; Fotograma de la película El Retrato de Jennie, 1948;  Cuadro del pintor actual español Angel Mateos Charris, Futuro no, presente no, pasado, 1999; Autorretrato del pintor en su estudio, del pintor surrealista Arnold Boecklin, 1893; Cuadro del pintor Boecklin, Autorretrato con la Muerte y el Violín, 1872; Óleo La isla de los Muertos, 1883, de Arnold Boecklin.)
Vídeo de la película El Retrato de Jennie, 1948; Vídeo El Pen Story: