El último brote de paperas documenta de nuevo fallos de eficacia en esta vacunación

Por Miguel @MiguelJaraBlog

Hace unos días nos enteramos de que al menos dieciocho personas de Santa Coloma de Farners (Girona), de entre 26 y 35 años de edad, se vieron afectadas por un brote de paperas. Estaban vacunadas. ¿Por qué sufrieron las paperas si habían sido inmunizadas?

Al leer la noticia no he podido más que recordar que en junio pasado en Olot, población que dista menos de 50 kilómetros de la primera, se produjo otro brote, en esta ocasión de difteria, que acabó con la vida de un niño.

Como periodista que soy tampoco he podido evitar la comparación entre el ruido mediático que despertó este caso, que “avivó el debate sobre las vacunaciones”, en comparación con el de Santa Coloma, que ha pasado prácticamente desapercibido pese a que las dos principales agencias de noticias españolas, EFE y Europa Press, lo han difundido.

La diferencia parece estar en que el niño de Olot no estaba vacunado y los 18 jóvenes de Santa Coloma sí. O lo que es lo mismo, que por los motivos que sean no se trata igual un brote de una enfermedad vacunable cuando hay una víctima sin vacunar que cuando estas sí están vacunadas.

¿Por puede no interesar contar de lo ocurrido con las paperas? Durante el verano de 2012, la prensa de Asturias publicó que se había detectado un brote de paperas entre los veinteañeros de dicha comunidad autónoma.

No fue algo preocupante. Además, después de pasar la parotiditis (o enfermedad de las paperas), el paciente consigue inmunidad de por vida. Por lo general es benigna; sólo en un porcentaje muy pequeño deriva en algo peor, como meningitis.

Al poco tiempo se produjo otro de esos brotes de paperas en Madrid. Yo me pregunté en mi blog: ¿Seguro que no se ha hecho un uso ilegal de la vacuna? Un número indeterminado de jóvenes madrileños recibieron en su día dosis de esta inmunización de una eficacia más baja de la habitual, como reconoció el propio consejero de sanidad madrileño. El poder antigénico era del 58 por ciento; el de las de ahora es mayor, en torno al 85 o 88 por ciento. Pero no es efectiva 100% como muchas personas creen.

La culpa, según el experto de turno consultado por El Mundo, fue, como casi siempre, de los padres y madres, por “bajar la guardia”. Que estas vacunas presentasen esos sospechosos niveles de eficacia (el 42 por ciento de los chicos las recibieron para nada) no pareció alarmar a nuestras autoridades sanitarias.

La vacuna que les pusieron a los chavales fue Triviraten Berna, del laboratorio Instituto Berna. Esta vacuna sólo estaba indicada para quienes padecen alergia al huevo (numerosas vacunas se fabrican mediante cultivos de los agentes patógenos en huevo). Es probable que se utilizara en más de un chico que no cumplía esta condición.

La vacuna Triviraten tenía su uso restringido. Según las autoridades sanitarias:

No se recomienda su utilización en campañas de vacunación masivas ni en calendarios de vacunación de forma rutinaria y su uso está restringido al ámbito hospitalario”.

¿Sabían esto los afectados que se las pusieron y los familiares?, ¿y los médicos que las recomendaron?

Antonio Alemany, director general de Atención Primaria de la Comunidad de Madrid, declaró que en los días siguientes habría muchos más afectados, porque las paperas es una enfermedad muy contagiosa. Pero es “benigna”. Entonces, ¿para qué se utiliza una vacuna, de dudosa eficacia y cuyas reacciones adversas no son descartables, como las de cualquier medicamento por seguro que sea? ¿Estamos convencidos de que la vacuna no se aplicó fuera de su indicación, en cuyo caso su uso, además de insensato, quizá fuera ilegal?

La alergia al huevo tiene una prevalencia que oscila entre el 0,5 y el 2 por ciento de la población infantil. La única indicación legal de la vacuna cuestionada, como he indicado, es para quienes padecen dicha alergia. Según El Mundo, se diagnosticaron 21 casos sólo en Madrid.

Es probable que fueran bastantes más. Durante el curso 1999-2000, en Madrid se matricularon en educación infantil 18.469 niños de cero a dos años. Es imposible saber cuántos niños más no estaban matriculados. Si calculamos un máximo del 2 por ciento de niños con alergia al huevo sobre esas cifras oficiales, podrían haberse vacunado 269 bebés con Triviraten Berna.

De ellos, dada la baja eficacia de la vacuna (sólo valía para el 58 por ciento de los vacunados), a 113 niños se la pusieron para nada. Así que pocos casos aparecieron, 21 sobre al menos 113 posibles. Eso contando que la vacuna se hubiera administrado estrictamente a quienes padecían alergia al huevo y no se recetara fraudulentamente a otros bebés, como suele ocurrir con tantos medicamentos.

En el caso de Santa Coloma sabemos por declaraciones a Europa Press que la responsable del servicio de epidemiología de la Conselleria de Salud en Girona, Neus Camps, ha atribuido el contagio al hecho de que las dosis que llevaban no eran efectivas y ha precisado que la mayoría de los afectados se vacunaron entre 1986 y 1989.

Queda claro pues porqué con cierta regularidad se producen en nuestro país brotes de paperas, porque la vacuna que se usó en su tiempo tenía una eficacia muy baja. Muchos jóvenes hoy no están protegidos. Esto abunda una vez más en la importancia de informar sobre la verdadera necesidad, eficacia y seguridad de las diferentes opciones de inmunización.

No se puede meter todas las vacunaciones en el mismo saco. No es bueno hacer diferencias informativas entre casos de vacunados y no vacunados. Y no se puede catalogar de “antivacunas” a personas que no están en contra de las vacunas sino que quieren que el derecho a la información en temas de salud en general y de vacunas en particular sea efectivo.