El último Señor del Dragón, de Joanne Bertin - Crítica - Novedad

Por Eltiramilla

Título original: The last Dragonlord
Serie Señor del Dragón: El último Señor del Dragón, Dragon and Phoenix, Bard’s Oath.
Rama: romántica, fantástica
Edición: La Factoría de Ideas, 2010
Valoración: 3 sobre 5

Linden Rathan es el menor de una raza de inmortales conocidos como los Señores del Dragón, hombres que además de su alma humana poseen otra perteneciente a la poderosa bestia que les da nombre y en la que pueden transformarse. Como el último en despertar a este poder, Linden lleva seiscientos años solo esperando a su alma gemela, la mujer que alberga la mitad que lo complementa. Con la llama de la esperanza casi agotada después de tan larga espera viajará a Cassori, uno de los Cinco Reinos de la humanidad, junto a sus compañeros y almas gemelas Kief y Tarlna. Su misión es mediar en la elección del regente tras la muerte de la reina para tratar de evitar una guerra civil entre los dos pretendientes al trono. Esta tarea sencilla, aunque agotadora, se verá complicada por las maquinaciones de la Fraternidad de la sangre, una sociedad secreta de humanos desaparecida tiempo atrás, pero que ahora resurge con más fuerza que nunca, suponiendo un grave peligro no solo para el Reino de Cassori, sino también para los propios Señores del Dragón e incluso para la tan ansiada compañera de Linden, a la que después de seis siglos al fin ha encontrado.

Hombres dragón, intrigas palaciegas, magia un tanto oscura, la búsqueda de un alma gemela… ingredientes suficientes para lograr una fórmula literaria atrayente y eficiente. Siempre y cuando se sepa cómo mezclarlo todo, claro. En el caso de El último Señor del Dragón no nos encontramos ante un resultado homogéneo, dado que la obra cuenta con puntos realmente destacables que compiten estrechamente con otros que necesitarían una pequeña mejora. Ejemplo de ello es el inicio de la historia, con la que te encuentras de sopetón, sin mayor explicación o preparación del terreno, lo que produce una cierta sensación de desubicación en los primeros momentos. Esto se acentúa a medida que vamos leyendo y nos encontramos con razas y términos que no conocemos pero que se tratan como si fueran algo de cada día, y aunque algunos se explican mucho más adelante, ya es tarde, porque para entonces ya nos hemos preguntado por enésima vez qué demonios es eso. Incluso hay cuestiones que quedan en el aire para una libre interpretación. Tampoco ayuda a sacudir este desconcierto inicial el hecho de que la autora presente tantos puntos de vista distintos, desde el de nuestro protagonista, hasta el de la sirvienta de palacio, pasando por el bardo, la sanadora, el mago oscuro, los secuaces, la chica protagonista, su prima e incluso la tercera en discordia; todo un popurrí que en primera instancia se hace algo difícil de seguir. Sin embargo, y haciendo honor a la verdad, llega un punto en el que ritmo e hilo se encuentran y por fin podemos relajarnos. A pesar de ello, quizá hubiera resultado mejor que la autora hubiese condensado más y no ramificado tanto el desarrollo de la acción. Claro que no todo son “peros”: si bien la novela nos muestra una gran cantidad de personajes, todos ellos están tan bien construidos que logran despertar un sentimiento de camaradería y cariño. En definitiva, una trama de intrigas aderezada con amor donde la clave no reside en quiénes serán los enemigos (estos se descubren casi desde el principio), sino en la incertidumbre de saber cuándo y cómo llevarán a cabo el golpe, qué harán los protagonistas ante las maniobras perpetradas por sus rivales y de qué manera terminará todo. Todo ello supondrá aliciente suficiente para leer de buena gana sus 376 páginas de letra minúscula. Por desgracia, hay que señalar algo grave de la novela que no es culpa de su escritora y que le hace un flaco favor: los repetidos fallos de corrección y las abundantes erratas. Una verdadera pena, ya que realmente llegan a oscurecer la valoración final.

El último Señor del Dragón es una historia de amor y fantasía que nos muestra a unos seres hasta ahora no explotados, los hombres dragón, todo un soplo de aire fresco en una época en la que siempre se saturan las mismas criaturas. De agradable lectura, posee un buen equilibrio entre romance y acción más allá de la pareja, ofreciendo así la dosis justa para satisfacer a los corazones más románticos sin empalagar a aquellos menos proclives a ello.