August Landmesser el hombre que no hiso el saludo nazi
VIVIMOS en una sociedad donde los principios no son vistos de buena forma. A las personas que objetan o van contra lo que la mayoría considera correcto se les califica con el prefijo “anti” mas aquellos que objetan. Si están en desacuerdo con la homosexualidad, son antigays u homofóbicos; si cuestionan los desmandes de sacerdotes pedófilos y actos de falta de espiritualidad en la jerarquía de la iglesia; son anticatólicos; si es el caso de contrarrestar las formas no cristianas de pastores o dirigentes evangélicos; son antievangélicos; si es ir en contra de ciertas medidas negativas del gobierno; se los tacha de anti gobierno… ¡Nos olvidamos que disentir es parte de aquello que se llama libertad de conciencia!Preferimos ir tras la mayoría, no porque creamos que se la correcto sino porque pensamos es lo conveniente. Vivimos en una sociedad que nos ensena que debemos doblar las rodillas a la mayoría pues esta no puede estar equivocada. En el sistema educativo, si un maestro no opina, con razón, igual que lo que los facilitadores de MINERD ensenan; es visto como rebelde o reaccionario (jajaja en muchos talleres me han tachado así)... ¡y lo peor es que sus compañeros son quienes les caen encima! En la política es lo mismo. Si uno ve que las decisiones del Partido no son las favorables a la nación, al partido mismo y a su conciencia; y las objeta, es tachado como traidor o traidora. Y los mismos compañeros del partido hacen el trabajo de excretar a la persona. En la iglesia, cualquiera, si una persona cuestiona la organización o alguna de los dogmas de la misma; es tachada de hereje, antidogmatico, fanático… ¡y son los propios hermanos quienes fungen como inquisidores de ese hermano u hermana cuyo único crimen fue hacer uso del raciocinio que Dios le dio. Ahí viene las excomulgaciones o desfraternizaciones… ¡muchas de las cuales solo son resultado de un celo maldito por el status quo de la organización más que por la defensa de la verdad bíblica! A lo antes mencionado se le llama “presión de grupo”… aunque llamémosle por su nombre: “tiranía del grupo”.
Lamentablemente nuestra sociedad está llena de personas que se postran ante lo que la mayoría ha sido condicionada para creer es lo correcto.
Un suceso histórico y del que muchos no tienen seguro conocimiento; ocurrió en la Alemania Nazi. Buscando por el internet me tope con una foto interesante. En la misma aparece un grupo de personas haciendo el saludo nazi. Lo que llama la atención en la imagen no es tanto el grupo, sino la figura solitaria de un hombre. ¡El único que tenia los brazos cruzados! Imagínese eso. Todos haciendo muestra de lealtad hacia Adolf Hitler mientras que, con riesgo de su vida, ese solitario obrero hiso muestra publica que no apoyaba lo que vivía su país. Imagino que muchos a su lado le pidieron que hiciera el saludo. Argumentaban que solo es un acto protocolar que no tiene que ver con su ideología. Pero August Landmesser, un obrero alemán, casado con una judeoalemana, sabía que ese saludo significaba hacerse cómplice de las locuras de ese régimen. También sabía que no hacerlo, como ocurrió efectivamente, significaba caer en la lista de la GESTAPO y la SS y ser tachado, como lo fue, de “deshonrador del raza”. ¡Pero eso no evito que siguiera los principios de su consciencia!
Lo incorrecto es incorrecto aunque la mayoría lo de por correcto. Dios nos doto de discernimiento para saber que es correcto o que no. En la Biblia, en el libro de Daniel, aparece la conocida historia de los jóvenes hebreos quienes fueron lanzados al horno de fuego. El motivo fue que no se doblaron para adorar la estatua que el rey Nabucodonosor mando a levantar…. ¡Aunque todos los demás, incluyendo personas de su país, lo hicieron! Quizás seas de los que argumentes que es solo cuento. Ok, pero compáralo con la historia de August Landmesser… ¿o también creerás que es un cuento? El principio aquí es “individualidad proactiva”. La misma es “la capacidad de, pese a pertenecer a un grupo social, mantener tus principios e ideas de forma tan separada que puedas discernir entre lo correcto y lo correcto y tomar una decisión personal”.
La presión social es la mejor arma doblegadora de voluntades. Los dominicanos somos más susceptibles a la misma por nuestra particular forma de ser. Nos hemos habituado a ser servilistas y complacientes. Nos gusta quedar bien con todos. Eso es lo que hace que los países que aportan a nuestra economía y el estilo de vida de nuestros gobernantes impongan lo que quieran, sin si quiera nosotros analizarlo. ¡Y el pueblo jodio! ¡Se necesita en el Congreso y nuestras instituciones muchos August Landmessers!
La tiranía de las masas es tal que se inventan nuevos términos para etiquetar a personas que se resisten a la misma: recalcitrante, reaccionario, divergente, subversivo, rosca izquierda, rebelde, paria; ect son algunos de los más usados (en lo personal me gusta divergente). Ahora se acuno un término muy pop anglo: “hater”. El mismo se usa para calificar a las personas que no están de acuerdo, según quienes lo usan, con nada… (¡Aun siendo ese desacuerdo justificado!) y que dan a conocer su desacuerdo. Una cosa es ser alguien que todo le hiere y nada le huele… ¡Y otra es ser alguien consciente de que se vive en un estado debe podredumbre social! La misma Biblia dice que “a lo bueno llamaran malo y a lo malo bueno”. Claro, si usted no cree en lo que dice el Libro; ya no hay que hablar más nada (y, a la franca, parece que vivimos en un mundo donde nadie toma en serio lo que dice el Libro porque no les conviene). En la Alemania Nazi muchos creían que el nazismo y Hitler eran buenos y los redentores de la nación. Cristianos de ambos bandos apoyaron al Reich. Empresarios, maestros, doctores, obreros dieron su apoyo a la esvástica (y muchos se beneficiaron). Pero los “haters” de esa época vieron más allá. Vieron la locura de la raza superior. Vieron a sus esposas y esposos de ascendencia judía en peligro de muerte. Sus hijos, mestizos según el Reich, en peligro. A sus vecinos. Esos haters vieron que apoyar al Reich, aunque sea con un gesto o el silencio; los hacia cómplices. ¡August Landmesser fue un hater quien demostró valientemente que no seria cómplice de esa locura! Yo soy un hater… pues no estoy de acuerdo que los miembros del Congreso sigan viviendo a costilla de mis impuestos; no estoy de acuerdo con que la homosexualidad se mezcle con algo que Dios instituyo como sagrado en el Edén (léase génesis 2) o que se la glorifique (respeto la vida personal de quienes la practiquen pero en su círculo) como si fuera algo normal y de orgullo (por cierto el orgullo bíblicamente es pecado); no estoy a favor de que a nuestros niños se les dé tanto poder que al final los lleve a su autodestrucción; no estoy a favor de los programas de TV donde el chisme, la destrucción de reputaciones sea su fuerte; no estoy a favor de que los sacerdotes (y los menciono pues así lo establece el concordato) sean mantenidos por el Estado y no puedan ser juzgados en tribunales seculares (y me refiero a que nadie se ha empantalonado para que extraditen al nuncio violador de niños); no estoy de acuerdo en que los evangélicos sean tan irracionales y confundan el oponerse a una práctica que no va con la biblia a querer humillar y condenar a quienes la practican… ¡Eso se le deja a Dios! Seguro esto no gustara a muchos; pero hay que ser el primero en poner en acción lo que predica. Si todo eso me hace hater… ¡Soy un hater!
Nuestra sociedad necesita hombres y mujeres que no se doblen. Que mantengan los brazos cruzados solamente cuando extenderlos sea apoyar al mal. Nuestra sociedad necesita de muuuuchos August Landmesser.