La convocatoria de elecciones generales para el día 20 de noviembre -que también es fecha para unas elecciones: el aniversario del fallecimiento del dictador Franco-, ha disparado la carrera electoral. Curiosamente los más sorprendidos parecen ser los dirigentes del PP, y eso que vienen reclamando elecciones anticipadas desde el 15 de marzo de 2004.
De todos modos la campaña electoral de la derecha extrema/extrema derecha española no la hace el PP sino la turba de empresarios, banqueros, periodistas, jerarcas católicos y otros poderes fácticos, que como un solo manipulador de conciencias se han abalanzado a pedir el voto para las listas que Mariano Rajoy. Ocurre que faltan apenas tres meses y medio para la cita con las urnas -a lo que habrá que descontar el mes de vacaciones de agosto-, y todo indica que o quienes manejan el fantoche ponen la carne en el asador o se les puede volver a escapar la oportunidad. Y esta vez ya sería demasiado, incluso llevando coom cabeza a un político tan inútil y ya derrotado anteriormente como Rajoy.
Las encuestas de verdad, las que PP y PSOE nunca hacen públicas en los medios, dicen que la distancia entre ambos partidos es tan pequeña, que en noviembre puede pasar cualquier cosa. Por si quieren más señales el PNV empieza a posicionarse como si ya estuviera claro que nadie va a tener mayoría suficiente y menos absoluta para gobernar en solitario; CiU lleva tiempo ofreciéndose al mejor postor, convencidos los nacionalistas derechistas catalanes de lo mismo.
Y si embargo las encuestas de encargo publicadas dan ventajas al PP que solo pueden suscitar la sonrisa, ya que diferencias de diez y hasta catorce puntos entre ambos partidos es simplemente un delirio. Se trata de meros instrumentos de agitación social: unos, el PP, intentan convencer de que van a ganar, y que por tanto lo mejor es subirse a su carro o quedarse en casa quienes pensaban votar al PSOE; para los socialistas, las encuestas de medios próximos que dan ganador al PP son un modo de llamar a la movilización del electorado de izquierdas para impedir la victoria de los herederos del franquismo. En ese sentido, la elección para los comicios de la fecha del 20-N es cualquier cosa menos inocente.
Solo la encuesta del CIS, hecha cuando apenas empezaba el fenómeno Rubalcaba -recién nombrado candidato socialista, y antes de su discurso de candidatura orbi et urbe-, con sus siete puntos de diferencia a favor del PP, se acercaba a la realidad en el momento en que se confeccionó. Hoy la distancia es sustancialmente menor. Y recordemos que una diferencia de cuatro puntos en las encuestas es considerada por los expertos un "empate técnico", en el que todo está abierto.
Para rematar el asunto, Rubalcaba ha tomado una velocidad endiablada apenas sonar el disparo de salida. El sprinter que es, un tipo que en sus años de atleta acreditó poco más de diez segundos en los cien metros lisos ¡hace casi treinta años!, ha comenzado a moverse como un correcaminos entre actos públicos, entrevistas en los medios y reuniones con pesonajes clave. Justo todo lo contrario que Mariano Rajoy, que continua como lo dibuja el genial Peridis: indolente, tumbado en un sillón, con el puro en la boca y una copa en la mano, esperando que la fruta le caiga en el regazo. Pues resulta que hasta en las encuestas encargadas por los medios que pastorean el ganado de la derecha española, los ciudadanos de este país consideran que el paquidermo Rajoy es menos solvente que Rubalcaba en prácticamente todos los ítems en que se les enfrente.
En resumidas cuentas, el oso sigue sin ser cazado y noviembre que parece lejano, en realidad está a la vuelta de la esquina. Mientras tanto ya ven, en tanto un candidato circula a toda velocidad por la geografía ibérica, el otro se dora la panza tomando el sol en Sanxenxo. Es apenas un síntoma, pero bastante clarificador.
Eso sí, da cierta grima el ver a Rubalcaba en un utilitario rojo circulando aparentemente solo por Madrid. Y es que ya saben, siempre hay suelto un loco de esos preparado para actuar solo solísimo, como en Noruega. O sucede un accidente de tráfico de esos tan extraños y tan oportunos que han sufrido algunas personalidades en este país, del general Mola en adelante. Todo presuntamente, claro, faltaría más.
Aunque me parece a mí que a Rubalcaba en materia de seguridad personal hay poco que enseñarle. Pienso de todos modos que sería mejor que dejara de moverse en coches privados.
En la fotografía que ilustra el post, Mariano Rajoy observa de manera esquinada a Alfredo Pérez Rubalcaba.