Invertebrados asesinos
Los científicos han estudiado en profundidad el veneno de los caracoles cónicos, pero un nuevo estudio explora sus posibles y sorprendentes propiedades medicinales. Hay más de 1 000 especies conocidas de caracoles cónicos, pero únicamente alrededor del 2% han sido analizados de cerca.
El nuevo trabajo ha concluido que este veneno contiene compuestos químicos que pueden adaptarse para tratar el dolor crónico, la diabetes y otras enfermedades humanas. Concretamente, descubrieron que un grupo particular de caracoles cono (Conus rolani) -que vive en aguas profundas y poco accesibles- produce un veneno compuesto similar a la hormona somatostatina, una hormona que, en humanos y muchos otros vertebrados, actúa como un inhibidor multipropósito.
“Así que es esta hormona la que tiene muchas, muchas funciones diferentes en el cuerpo humano. Pero siempre está bloqueando algo. Y por eso, había sido una hormona interesante para el desarrollo de fármacos durante algún tiempo”, explica Helena Safavi-Hemami, profesora asistente adjunta en la Universidad de Utah y profesora asociada en la Universidad de Copenhague y coautora del estudio.
La diferencia entre la hormona que inhibe el dolor en los humanos y el compuesto tóxico del caracol cono, es que la versión de caracol dura mucho más y podría usarse para ayudar a desarrollar nuevos analgésicos. El compuesto del caracol, denominado Conosomatin Ro1, tiene una vida media de más de 158 horas, informan los expertos.
Un compuesto que suprime el dolor
Según los expertos, el compuesto se muestra prometedor en la fabricación de terapias futuras, o analgésicos, para pacientes con cáncer, trastornos endocrinos y dolor severo y crónico.
Aunque no todos los caracoles marinos tienen glándulas venenosas, esta especie contiene específicamente una mezcla muy poderosa. Tras la inyección, el veneno envía a la víctima a un shock excitotóxico, dejándolo inmóvil en segundos. Luego, el caracol abre la boca para engullir a su presa, provocando una muerte lenta y dolorosa.
“Esto da una idea del desarrollo de terapias de próxima generación. En términos más generales, este es un gran ejemplo de cómo la evolución en el mundo natural ya ha desarrollado productos naturales similares a medicamentos que tienen un gran potencial para mejorar la salud humana”, aclara Christopher Hill, profesor de Bioquímica en la Universidad de Utah.