El verbo odiado en la sala siroco: arrebatos sonoros que estallan contra el mundo

Por Asilgab @asilgab

Salir corriendo. Huir de uno mismo hasta que ya no quedan calles por las que correr. Hacerlo bajo el estallido sonoro de unas guitarras arrebatadoras. Que buscan con urgencia una salida. Que surgen como una luz en plena oscuridad. Que desean encontrar aquello que buscan con la fe del que necesita reencontrarse con la persona amada. Así se presentaron los componentes del grupo oscense, El Verbo Odiado, sobre el escenario de la Sala Siroco de Madrid que, enseguida, se les quedó pequeño, enarbolados como estaban junto a la bandera de la libertad. Una bandera expresiva. Musical. Onírica bajo la que los sonidos del grupo discurrían entre la voz de Jorge y las guitarras del resto del grupo; una fusión que entremezcla sonidos shoegazede grupos ya desaparecidos como Nadadora, o de esos otros que buscaban la psicodelia como Nudozurdo, sin dejar de renunciar a la agenda sonora de, por ejemplo, unos Pasajero que vuelven dispuestos a dar guerra. En este caso, El Verbo Odiado conoce muy bien sus armas, y junto a las letraheridas composiciones de Jorge, las cuerdas de sus guitarras son las verdaderas protagonistas de sus sonidos a los que acompañan muy bien el bajo y una inconmensurable batería. Y todos ellos, juntos, son como arrebatos sonoros que estallan contra el mundo. Así lo hicieron desde el minuto uno cuando empezó a sonar Ahora o nunca, un tema progresivo en su concepción musical y que avanza con la inteligencia de los medios tiempos con grandes dosis de energía —marca de la casa del grupo oscense— que, como muy bien nos apuntó Jorge, nace de un pequeño pueblo de una pequeña capital de provincia. En ese pequeño tarro de las esencias es desde donde el grupo se ancla con la determinación de saber muy bien aquello que hace, tal y como sucedió, por ejemplo, cuando sonó Tarantino con unas guitarras que son como rasguños de amor y que no cejan en la búsqueda de esa nota alta. Profunda. E incandescente: «Estoy tan emocionado que/ Voy a disimularlo bien.» En ese tobogán de sonidos inasequibles al desaliento fueron abordando temas como Cuestión D, donde las guitarras surgen como un amor apócrifo que nos lleva a un espacio más que propicio donde perder el sentido por la intensidad de una melodía que se transforma en verbo. Verbo odiado.

Los temas que escuchamos ayer, y que formarán parte de su tercer larga duración, tienen una cadencia menos oscura, y son el resultado de una concepción compositiva menos ensimismada, lo que les dota de una mayor luz y un brillo que sin embargo no les resta ni un ápice de fuerza o energía, porque de ahí vuelven a nacer canciones hipnóticas. Progresivas. E insultantes. Como sucedió cuando atacaron Maniatados o Mediocre, cuyas notas de un sonido rompedor fueron igual que aves que aletean como valientes guerreros contra la oscuridad. Canciones que de nuevo suben y bajan sin descanso; un movimiento que las convierte en mágicas y plenas de hipnotismo. Brutales y tajantes contra el miedo que se apodera de nuestros sentidos. Y, sin duda, cuando tocaron su hit, Nada que celebrar la sala, que estaba llena, surgió como un coro colectivo donde quien más quien menos coreó esta canción llena de brillantes matices, y que ayer abordaron con más energía que en el disco —si cabe—, para convertirla en algo único y especial, lo que la convierten en la gran proa musical de este grupo llamado a alcanzar mayores cotas de reconocimiento y cuotas de seguidores. Una percepción que se hizo más firme cuando sonó La pasión del verbo donde unas guitarras más maduras interfieren de una forma directa sobre nuestros sentidos, porque buscan, buscan y buscan, mientras la canción sube, sube y sube.

El Verbo Odiadoejecutaron ayer un concierto sin bises ni descanso en la Sala Siroco de Madrid, lo que nos permitió disfrutar de su intensidad de una manera plena y sin fisuras, donde las canciones se iban sucediendo una tras otra en un inteligente setlist que, a buen seguro, hizo las delicias de sus seguidores. Fieles seguidores de unos sonidos que siguen de plena vigencia y que necesitan de bandas como ellos que las pongan en práctica de un modo tan enérgico y convincente. Así nos lo pareció cuando sonó La Pasión del Verbo con un final arrollador y cortante, o El odiado, otro de los grandes temas del grupo, donde regresaron a los sonidos iniciales con la premura de los nuevos reencuentros, cuando los lazos se mantiene unidos con fuera, y en el que las guitarras fueron de muchos quilates al derramar notas de gran altura que anoche sobrevolaron sobre las necesidades más ocultas de los que allí estábamos presentes. Deseos entrecortados por la luz de un nuevo día, y que consiguieron que este medio tiempo brillara por sí mismo en una versión extensa y llena de matices. Fargo y La mancha fueron el punto y final a una hora llena de ritmos altos y progresivos con un Jorge que se fue soltando cada vez más, y que ejerció de frontmande la banda oscense. Con La manchaconsiguieron darle un impecable final al concierto, pues se trata de un tema que sube y se rompe, y vuelve a subir. Una canción que define muy bien al Verbo Odiado, un grupo, que sin duda, merece mucho más como nos demostraron ayer en su concierto madrileño donde fuimos testigos de los destellos sonoros que estallan contra el mundo.

Ángel Silvelo Gabriel.