¿Es ahora cuando vivimos en la modernidad? Porque ayer, al parecer, lo hacíamos en la antigüedad... Qué pensarían entonces los habitantes de esa misma antigüedad, ¿vivirían ellos así hundidos en la perspectiva tan poco moderna de sus meras apariencias? Cuando el pintor romántico Turner fuese a Roma para encontrar el sentido que su visión del Arte tuviese dentro del clasicismo más encumbrado en la historia, hallaría que el decadentismo de un pasado estaba irremediablemente unido al sentido más artístico actual del mundo. Entonces pintaría años después, de memoria, una visión de la Roma antigua (del antiguo foro romano) desde una de sus colinas modernas... Al lienzo lo titularía Roma Moderna, Campo Vaccino, y en él aparecen pobladores contemporáneos, edificios construidos en época actual así como el resplandor maravilloso de las antiguas construcciones clásicas ruinosas tan artísticas. En su visión romántica nada es más real ni menos que el sentido artístico de lo que expresaría en su obra. Por eso la brumosidad de su lienzo respondería a una necesidad estética más allá de sus realizaciones estilísticas tan particulares: hay una eternidad o, mejor dicho, una atemporalidad que el sentido de la historia o del mundo imprime siempre de la visión que el ser humano tenga de su vida. ¿Somos la modernidad de lo de antes? ¿El pasado, es decir, lo que se dio antes de ahora, dejará de tener sentido real por una agregación de sucesos que, ahora novedosos, hacen a lo anterior prácticamente nada? El pintor compone su obra romántica con el componente igualitario de la formalidad tonal única de su color tan dominante. Para el ánimo romántico el mundo es monocolor porque nada que lo distinga tiene que separar el sentido de la forma, el momento de su fin, o la causa de su efecto. La grandeza del creador británico fue titular el lienzo además con el calificativo de moderna para la antigua ciudad imperial. Era entonces la forma en la que el concepto frente a la imagen hacía una clara distinción temporal. ¿Tan ilusoriamente creado estaba el sentido estético de su composición?
Hoy, doscientos años después casi de su creación pictórica, la obra de Turner nos es absolutamente arcaica. ¿Dónde estará ahí la modernidad? No la veremos por ningún lado, como tampoco el contraste estético, ahora inexistente, entre luz y oscuridad. La luz en la obra de Turner es tan poderosa que no se verá incluso, que no existe, realmente, porque estará en todas y en ninguna parte. Consigue el pintor romántico hacer de la luz aquí una metáfora, una especie de sin sentido real que aporte dimensiones, efectos, distancias, localizaciones o sublime deferencia de unas cosas sobre otras. No hay nada de eso en esta obra romántica, sin embargo. La disposición de las cosas está ahora sintonizada dentro de un único esquema de luz que no sustancia nada sino que accidenta, que añade a la vida partes similares de las cosas que, emergentes por su diferenciación, aparecen separadas no porque lo estén sino porque la arbitrariedad del pintor así lo procura... con sentido. Para nosotros, seres actuales que observamos el cuadro romántico, no hay nada de modernidad en lo que vemos ahora desde nuestro sentido real del término. Es ahora un contrasentido estético... ¿Cómo podemos calificar de moderno algo que no lo es? Pero, sin embargo, el sentido estético de la obra romántica no es ese, no tiene nada que ver con la modernidad ni con el tiempo actuante. Es una dislocación de cosas que el Arte hace para enfrentarnos con nuestra perplejidad representativa. La realidad no es absoluta y el mundo no puede ser definido nunca en un momento dado. Siempre habrá otros momentos posteriores que hagan inútil el calificativo de moderno. Para un observador estético la visión desde ese mismo lugar en el que el pintor situó su paleta entonces, es la visión de un panorama de belleza no posicionado en ningún referente temporal o contemporáneo. La representación de un efecto estético no alcanza nunca a añadir información de un hecho, sino solo a emocionarnos con el sabio acontecer de su incisiva inspiración estética más universal.
Y la inspiración del pintor romántico era entonces mostrar la incongruencia de separar en tiempos la grandiosidad de una creación sublime..., aunque el paso del tiempo y su deterioro clásico hicieran por entonces suponer lo contrario. La belleza sobrevive en el propio hecho representativo y sobrepasará el efecto temporal de su distancia. No hay ninguna diferencia entre admirar una belleza de entonces y de ahora... Del mismo modo, no hay contraste entre la luz del atardecer o del amanecer en un paisaje donde, ahora, la luz no tenga nada que ocultar ni que mostrar especialmente. Y no reflejará así nada porque no existe ahora para eso, no compone con sus apariencias visibles el sentido material de un momento definido por el tiempo. No es necesario para trasladar a la emoción de un efecto estético la verdad de lo que significa temporalmente. El Arte romántico viene a recomponer las diferencias estéticas representadas, esas cosas que en sus lugares inamovibles de temporalidad son lo único que, equivocadamente, aparecen sin fisuras a los ojos insensibles de lo definitivo. No hay nada definitivo como no hay nada comenzado del todo. Todo es una dimensión extendida que supera las diferencias encontradas por el desamparo de verlas, ahora, separadas, sin sentido artístico, sin reflejo emancipatorio de lo que una emoción sea capaz de reflejar en una imagen conciliadora de belleza; de belleza atemporal, incondicional o versada únicamente en los alardes humanos que pueda una composición creativa hacer de una parte señalada de la historia, del mundo o de la vida del hombre. Nada hay que el tiempo lo descubra sin los valores universales de belleza que puedan hacer, de un mundo, una obra de Arte. El Romanticismo surgió de ese sentimiento tan especial sin límites. Pura sintonía idealizada de una realidad perdida sin la motivación humana tan sensible que lo represente. ¿Por qué el mundo juzgará las cosas desde la concepción temporal de su distancia cronológica? ¿Hay más verosimilitud, estética o de la que sea, en un futuro que en un pasado? El pintor Turner quiso contestar a esa pregunta con la brumosidad de su estilo artístico tan moderno... Cuando la obra fue expuesta en la Royal Academy sería acompañada de un verso de Lord Byron: Ha salido la luna y, sin embargo, no es de noche; el sol todavía reparte el día con ella. Como este poema romántico, la obra de Turner evocaría la sublimidad perdurable de Roma, un sitio que había sido para los artistas a lo largo de la historia menos un lugar en el mundo real que en la imaginación sensible.
(Óleo romántico Roma Moderna, Campo Vaccino, 1839, del pintor inglés Turner, Museo Paul Getty, Los Ángeles, EEUU.)