El Zen del perdón

Por Chocobuda

Muchas vías espirituales en dan importancia al perdón y es parte fundamental de su filosofía. Nos llevan a pensar que perdonar es un acto maravilloso con el que el universo que nos rodea se puede arreglar y que la vida se pondrá linda una vez que nos perdonamos.

Perdonar o pedir perdón es una barrera enorme y que pocos están dispuestos a saltar. Para muchos es preferible quedarse así como están, por más dolor que haya, a aceptar que se han equivocado.

Pedir perdón nos cuesta trabajo porque es una forma de aceptar públicamente lo poco aptos que somos, lo tontos que hemos sido o nuestra debilidad real.

Perdonar es un festín de ego donde alguien es tan magnánimo que puede disculpar los actos de alguien más, aunque que sea algo lunático como algún hecho que sucedió hace decenas o cientos de años.

Y es ahí donde el budismo encuentra problemas con el concepto más esencial del perdón.

En el budismo tradicional, y aún más en el Zen, el perdón no existe. De hecho, no hay registro de ninguna enseñanza del Buda en la que él hable de perdonar. Cero. De igual manera, en los textos clásicos del Soto Zen japonés, tampoco hay referencia al perdón como lo conocemos en las culturas occidentales.

El perdón no es “algo” para el budismo por razones poderosas.

No hay tal cosa como un yo o ego (Anatta). Es solo una ilusión a la que nos aferramos. Si no hay Yo, entonces no hay nadie que pida perdón y no hay perdón que otorgar. Es decir, nunca hay ofensa alguna, por más ruda que sea la situación.

Debido a la Ilusión de Continuidad, asumimos que somos el mismo ser de hace 10 años o hace 10 minutos. Esto es completamente falso porque la persona que eras hace unos segundos, ya no es más. Ha muerto. Entonces tu Yo del pasado, el que fue ofendido o el que ofendió, ya no existe más.

Alguien ofendido es una persona que vive en la ingratitud y no encuentra la salida de ese mundo donde las sombras siempre acechan. No entiende la Ley de Causa y Efecto que rige el cosmos; todo lo que sucede tiene una razón y es el resultado de millones de conexiones. Todo lo que nos pasa sirve, es una enseñanza y es la materia prima de lo que todos los seres estamos construidos en este momento.

Todas las lágrimas, todo el dolor, así como todo lo bueno del pasado; es lo que te ha traído a leer estas líneas. Y saber leer es un milagro de la vida porque implica que estás, que tienes, que importas.

Y no podemos dejar de lado la pobre comprensión que tenemos del tiempo. Cuando mides el tiempo en segundos, en meses y en años, el tiempo se convierte en una cadena que cada vez pesa más. Entender que el tiempo es tan solo otra ilusión, hace que soltemos su importancia y nos mudamos a vivir justo aquí y ahora, donde está el universo en su totalidad.

¿Alguien te ofendió ayer o hace 5 años? Eso ya pasó, ya no es más. Solo tienes este instante. No puedes seguir cargando esa piedra en la espalda.

En la práctica Zen aceptamos todo lo que hay, aún el dolor, el abuso y la ofensa. Es parte de la vida. Es lo que nos forma. Es lo que nos hace avanzar y ser creativos para crecer. Nadie en la historia humana ha florecido sin pasar antes un buen tiempo por el lodo. Claro que no es fácil. ¡Es un reto constante! Pero para eso nos entrenamos en la espiritualidad del Budismo Zen: para ver con claridad honesta, aceptar, arreglar lo que hemos hecho mal y soltar.

En la charla de este Zazenkai, hablamos un poco más al respecto.