Me sorprende que todo el mundo se ponga a opinar sobre la elección del nuevo papa cuando ni les va ni les viene. Son totalmente ajenos a la religión católica o incluso a cualquier religión o espiritualidad y sin embargo se les llena la boca cuando hablan de las razones por las que se ha ido el papa y de quien debería ser su sustituto. No quieren saber nada de la Iglesia, ‘no creen en ella’ pero si pueden aconsejar a los católicos sobre quién debería ser su papa.
Tampoco me parece muy adecuada la postura de los católicos que se sienten inferiores o creen que deben estar siempre a la defensiva o enseguida se sienten ofendidos por cualquier opinión.
Tendríamos que ser todos un poco más maduros. El primer paso es ser hombres. El segundo paso es ser buenos. Hombres inmaduros y malos hay en todas partes, en la Iglesia y fuera de ella. Pero también en la Iglesia hay hombres que entregan su vida por los demás. Hay hombres que tienen fe, que ven las cosas desde Dios y no con los criterios del mundo, los cuales no son validos para opinar sobre la elección del papa ni para su propia elección.
La liberta de expresión existe pero también existe la libertad para discernir los conocimientos y autoridad moral de la persona que opina, y para hacer oídos sordos a las necedades.
De verdad, gastamos demasiada energía en hablar. Tal vez lo hagamos a propósito para estar agotados y no tener que actuar. Y no tengamos tantos miedos. ¿Tenemos fe o no?