Foto por US Embassy Sweden
Entrevista a Elinor Ostrom. Premio Nobel de economía 2009
Elinor Ostrom, es la primera mujer en recibir el Nóbel de economía; catedrática de Ciencias Políticas en la Universidad de Indiana es una científica formada en la interdisciplinariedad y una mujer apasionada por la investigación. Cuarenta años de estudio en la gestión de los bienes comunes y en la evolución de las instituciones le han permitido concluir, desafiando la creencia convencional, que, a través de la cooperación y de la autorregulación, una sociedad puede hacer crecer su patrimonio común con mejores resultados que por la vía de la privatización o de una creciente intervención estatal. En estos momentos de crisis global, el “Premio Nóbel a la ciencia de la cooperación” podría convertirse en un revulsivo para el viejo, dominante y decadente paradigma económico actual, basado en la competencia feroz, que no ha sabido tratar los recursos del planeta Tierra que nos sustenta, como lo que realmente son: los bienes comunales de una humanidad presente y de una humanidad futura que siempre se olvida en su cuenta de resultados.
Usted es la primera mujer que recibe el Premio Nóbel de Economía. Tradicionalmente esta ciencia se ha centrado en la competencia. ¿Es una coincidencia que, siendo mujer, haya centrado usted su teoría en la cooperación más que en la competencia dentro de un campo que ha estado dominado por los hombres?
No creo que sea cuestión de género, no creo que tenga importancia. Hay estudiosos que trabajan sobre este mismo tema y son hombres. Hay investigadores de relieve en Suiza, podría citar también a Sam Bowles de Santa Fe Institute. De mi propia cátedra puedo nombrar a Jimmy Walker y Roy Gardner. Todos estos hombres también han estado intentando comprender cuándo la gente trabaja para cooperar y cómo se configura el marco de los límites donde los incentivos invitan a no cooperar, lo que constituye una cuestión teórica muy importante.
Es posible que, como mujer, haya sido más consciente para ver las distintas formas de cooperación en el campo de trabajo, pero considero que el tema no es exclusivo del sexo femenino.
Otra cuestión también relacionada con su visión, con su forma de trabajar: su carácter interdisciplinario. ¿Cree que esto es importante? ¿Por qué la ciencia económica no se abre a este nuevo paradigma?
La mayoría de las disciplinas dentro de las ciencias sociales están muy relacionadas entre sí. Y esto no sólo ocurre con las ciencias económicas. Sucede lo mismo con las ciencias políticas, que están muy centradas en cuestiones internas.
Yo tuve la ocasión de recibir una formación interdisciplinaria muy amplia cuando cursaba mis estudios universitarios. Mi marido y yo creamos un centro de investigación en los setenta —Taller de Teoría Política y Análisis de Políticas en la Universidad de Indiana— con un enfoque interdisciplinario muy fuerte en economía, ciencias políticas, antropología, derecho, sociología y otros campos. Creo que todos tenemos que abrirnos a un enfoque más amplio, interdisciplinario, de los problemas sociales.
Para la gente es muy complicado entender la teoría económica, especialmente, la macroeconomía, que parece estar muy alejada de sus preocupaciones diarias. ¿Cómo explicaría usted a esa gente de qué trata su teoría de los bienes comunes?
Mi teoría trata sobre cómo la gente que se encuentra con un problema común trata de resolverlo con éxito y algunas veces consigue autoorganizarse lo bastante como para mantener un sistema hídrico, un bosque, un barrio, un sistema de sanidad, etc. Le pondré un ejemplo, El Tribunal de las Aguas, una institución creada en la Edad Media por una comunidad de regantes en el Levante español y que sigue manteniendo hoy su arbitraje en los conflictos por el uso del agua, ha demostrado ser eficaz y robusta, mientras que instituciones para el riego creadas por los gobiernos generan muchos conflictos y en ocasiones no funcionan en absoluto.
Hemos estudiado varios cientos de sistemas de irrigación en el Nepal. Y sabemos que los sistemas de irrigación gestionados por los campesinos son más eficaces en cuanto al aprovisionamiento de agua a todos los rincones y presentan una mayor productividad y unos costes menores que los fabulosos sistemas de irrigación construidos con la ayuda del Banco Asiático para el Desarrollo, del Banco Mundial, de la Agencia Norteamericana para la Ayuda al Desarrollo, etc. Así, sabemos que muchos grupos locales son muy eficaces. Pero esto no es universal, de modo que no podemos ser tan ingenuos como para pensar: «Oh, fíjate, limitémonos a entregar las cosas a la gente, que ellos ya se organizarán». Existen muchos escenarios que desestimulan la autoorganización.
Entonces, parece que, desde su punto de vista, en este tipo de gestiones obtienen éxito las asociaciones con organización horizontal. Normalmente lo que vemos en empresas, en la política, en todo tipo de ámbitos de nuestro mundo actual es que la organización es mucho más vertical. ¿Sugiere usted que la organización horizontal es la clave para organizar los bienes comunes?
Desde una perspectiva policéntrica, en cada escala la estructura tiene que ser horizontal, pero luego es posible que se requiera una anidación en más unidades y en unidades más grandes. De esta manera, las unidades que posiblemente resulten exitosas son complejas y multiescalonadas.
Probablemente en países menos desarrollados en los que los gobiernos y la propiedad privada no son tan fuertes la gestión de los bienes comunes es más fácil. Sin embargo, en países como los nuestros, donde la política y el marketing lo controlan todo, resulta imposible encontrar las condiciones particulares que permitan que la gente se gobierne a sí misma. ¿Qué se puede hacer?
Bueno, en Estados Unidos hay unas dos mil comunidades intencionales* esparcidas por todo el país que se auto-organizan, que muestran una diversidad de formas organizativas. Hemos estado estudiando grupos por ejemplo en Estados Unidos que se han formado alrededor de un bosque, porque viven en los alrededores de un bosque. Y si usted va a Wisconsin ahí encontrará un gran número de asociaciones de lagos. Si usted mira lo que pasó en Nueva Orleáns después del Katrina, también encontrará organizaciones de vecinos e iglesias locales que fueron capaces de conseguir que la gente volviera de nuevo a la zona, organizándolos a todos, consiguiendo que aquello volviera a tomar forma, que empezaran a recuperarse. Los recursos manejados por los sistemas que hemos estudiado son muy diversos, pues van desde sistemas de irrigación hasta pesquerías de aguas interiores, o hasta tierras de pastoreo en montañas y bosques.
*(Conjunto de personas que, a partir de una cierta afinidad en sus objetivos, se asocian para el apoyo mutuo.)
Pero si organizaciones de este tipo entran en conflicto con las reglas impuestas por el gobierno, ¿qué sucederá? ¿Cómo se pueden resolver estos conflictos?
Obviamente, depende del tipo del conflicto. El gobierno de la nación a menudo tiene la capacidad de invadir las competencias que se tienen a escala local o regional, pero es necesario entender la importancia de las organizaciones a escala de un bosque. Es especialmente importante para el mantenimiento del sistema democrático, porque si todo lo que tenemos en nuestro sistema democrático es votar a nuestros dirigentes nacionales, estamos perdiendo unos aspectos muy importantes de nuestra democracia.
Permítame que le ponga un ejemplo de aquí. En España existen zonas que han sido gestionadas de forma tradicional durante siglos y siempre fueron ricas en biodiversidad. Las comunidades las utilizaban para cazar, como campos de cultivo, pastos e, incluso, quedaba espacio para los depredadores. A pesar de todo, hace 150 años estas áreas tenían mucha riqueza en términos de biodiversidad. Actualmente estos territorios están protegidos como parques nacionales en los que todas las actividades están estrictamente reguladas. Las comunidades rurales están a punto de destruirse, ya que la gente se va a vivir a las ciudades. Se podría pensar que estos ecosistemas protegidos y liberados de la presión prosperarían, pero claramente la biodiversidad está sufriendo. ¿Qué estamos haciendo mal?
No estoy interesada en el tratamiento de unidades de una escala muy grande sin gente local.
Perdone que insista, en estos territorios es muy difícil que los usos tradicionales prosperen a causa de su estricta reglamentación. ¿Usted propone que quizá los gobiernos se tengan que abrir más y tratar de ver estos casos particulares en cada una de las diferentes áreas?
Sí. El problema aquí está en que cuando se destruye lo local, es muy difícil reconstruirlo. A la gente le costó mucho tiempo llegar a entender la confianza, la reciprocidad, etc. Llegamos, lo destruimos y luego diez, quince o veinte años más tarde intentamos devolvérselo, pero se destruyeron las bases para que se les pueda devolver la autogestión en la zona. En algunos casos, las áreas convertidas en protegidas a nivel nacional o internacional para conservar la biodiversidad resultaron ser un desastre. En otros casos, en los que la población local por alguna ley sí puede participar y el presupuesto para el parque es considerable, todo funciona. Hemos creado muchas áreas sobre el papel, que no fueron efectivas y resultaron destructivas para esas comunidades locales. Para administrar la propiedad común necesitas crear límites para un área con un tamaño similar al problema con el que la gente está tratando de lidiar. Pero no tiene por qué ser una jurisdicción formal. A veces los funcionarios públicos ni siquiera saben que la población local ha llegado a ciertos acuerdos. Puede que no hayan pasado por los tribunales, o incluso que no estén escritos. Por eso a veces las autoridades públicas destruyen lo que la población ha estado creando durante años.
En su opinión, a nivel más global o a escala local, pero en un nuevo mundo global civilizado ¿cuáles serían las claves para enfrentarnos correctamente a los retos medioambientales?
Tendría que haber niveles múltiples de organizaciones que permitieran a la gente diseñar reglas que se adaptasen a la ecología local. En España existe esa larga tradición, parte de la cual procede del norte de África, como resultado de la migración de ideas, que ha tenido bastante éxito, al menos en términos de algunos sistemas de irrigación. Si tenemos manuales en los que no se habla de la complejidad del medio que tratamos de regular ni de la necesidad de instituciones adecuadas, instituciones que encajen bien, entonces los dirigentes políticos educados con estos manuales piensan que todo esto es muy sencillo y que lo único que necesitan es dar órdenes desde arriba. Ya que muchos procesos biológicos ocurren a distintas escalas (pequeña, mediana y grande), las prácticas de gobierno que puedan lidiar con este nivel de complejidad deben estar organizadas a múltiples escalas y estar adecuadamente relacionadas.
Cualquier sistema que se diseñe para manipular y regular sistemas biológicos complejos debe incluir tanta variedad de acciones que realizar como las que existen en los sistemas que se quieren regular. El problema con el cambio global es que todo el mundo quiere centrarse sólo en el plano internacional. Afortunadamente, cada vez más personas están reconociendo que podemos y debemos hacer mucho a nivel local y regional. Si simplemente nos sentamos a esperar, será un desastre total. Nosotros podemos organizarnos localmente y después ir a nuestros vecinos y decir: «Mirad lo que estamos haciendo, vosotros podríais hacer esto». Entonces podemos empezar a crear redes de sistemas de éxito y aprender a ponerlos en práctica.
También creo que algunos científicos, muchos biólogos, naturalistas, incluso ecologistas, que han tenido esta visión de conservación de la naturaleza han entendido tradicionalmente al hombre como su peor enemigo. Y a veces eso se manifiesta en estudios científicos que prohíben hacer esto, tocar aquello, contradiciendo claramente algunas conclusiones empíricas a las que las comunidades locales han llegado a través de la experiencia de muchas generaciones. Yo creo que ahora, al menos aquí, en España, nos encontramos con un conflicto, al ver que las cosas no van bien si solamente aplicamos el punto de vista científico, que, por cierto, es muy reciente. ¿Qué piensa usted sobre esto?
Sí, yo creo que es un problema. Creo que todos tenemos que ser humildes y también tenemos que reconocer que a veces esa especie de conocimiento detallado que la gente tiene sobre los ecosistemas pequeños no se traduce en las estadísticas que tenemos sobre un área más grande. Es un problema para las zonas costeras donde la gente maneja datos y conclusiones muy diferentes a los oficiales sobre las distintas especies. Luego se intentan diseñar capturas para toda la costa a partir de esos datos oficiales y la mayor parte de los programas no funciona.
Lo que uno aprende de un análisis serio de las experiencias es que los usuarios locales son buenos administradores de sistemas en pequeña escala para el manejo de los recursos por varias razones. Por tanto, los usuarios locales han de ser incluidos desde el principio en el diseño de las futuras políticas relativas a la biodiversidad, pues conocen bien los aspectos específicos de la ecología local y pueden idear las reglas para esas circunstancias particulares.
Pero la visión romántica de que cualquier cosa a nivel local se hace mejor que a nivel nacional o incluso global, no resulta útil como base para un esfuerzo a largo plazo para mantener la biodiversidad. Cualquier grupo u organización se enfrenta con una serie de problemas si intenta manejar o administrar sistemas complejos de recursos en los que se incluyen muchas especies o productos, cuyo tiempo de maduración, y por tanto de generación de beneficios, sea variable.
Usted habla de que la responsabilidad en la conservación de la naturaleza, en su buena gestión, una gestión sostenible, tiene que ver con que las personas se sientan responsables de las áreas en las que viven. Creo que es claramente opuesto a lo que está pasando actualmente con la globalización. La gente vive en ciudades, se siente muy alejada de la naturaleza, de los problemas cotidianos del cambio climático. ¿Podría desarrollar algo más este punto?
Sí, estoy de acuerdo con usted y me preocupa este tema. Creo que es posible conseguir que la gente de las áreas urbanas revise mucho más sus responsabilidades sobre las emisiones de gases causantes del efecto invernadero que hubo en el pasado. Con eso producirían beneficios reales para su propio vecindario y para sus propios hogares, invirtiendo en un mejor aislamiento, utilizando menos el coche. Cuidarían más su salud, al desplazarse andando o en bicicleta. Se pueden hacer muchas cosas. Sobre esto hay un artículo mío en Solutions (Soluciones). Lo escribí hace tres o cuatro meses aproximadamente.
Hay beneficios locales públicos que la gente puede recibir al mismo tiempo que se están generando beneficios para el medio ambiente mundial. Por supuesto, si son sólo unas pocas personas, no tendrá consecuencias, pero si cada vez más personas sienten «Éste es el tipo de vida que debería vivir”, esto puede ayudar sustancialmente a resolver el problema global.
Las soluciones pasan por conseguir que la gente reconozca que puede enfrentarse a todo eso. En Estados Unidos en algunos barrios la población se ha puesto muy en serio a crear huertos comunitarios. Algunos dicen: «Bah, ¿qué puede resolver eso?». Pero si se puede conseguir que la mayor parte de la verdura para una comunidad pequeña se produzca allí mismo, de forma local, además, con todo el mundo arrimando el hombro, eso puede ser importante para el presupuesto de la gente muy pobre.
¿No cree que probablemente a través del consumo, un consumo responsable, sobre todo de artículos de primera necesidad, como comida y cosas por el estilo, se puede conseguir que la gente se involucre en los cambios, en la democracia, causando un cambio a través de las opciones diarias que se hacen en el consumo?
Sí, y en la producción, en la producción comunitaria.
Entonces, ¿cree usted que incluso las comunidades urbanas pueden involucrarse en la producción a pesar de las limitaciones del entorno?
Pero hay muchos locales libres, mucho espacio disponible. Así que, hay comunidades en ciudades; y hay ciudades que tienen en cuenta estos temas. Si tienes una organización, puedes aspirar a utilizar algún local libre dependiente de las autoridades locales.
Usted hace especial hincapié en la comunicación. Se supone que ahora estamos más interconectados y comunicados que nunca, pero, sin embargo, tenemos los problemas que tenemos. ¿Qué piensa usted sobre la comunicación?
Bueno, creo que ahora gracias a la interconexión tenemos la oportunidad de conseguir mayores objetivos. Y tenemos que reconocer que, en una serie de casos, sin esta comunicación la autoorganización no se podría llevar a cabo. Hay ejemplos de gente que usa sus teléfonos móviles para llevar a cabo acciones colectivas. Tenemos que mejorar nuestra forma de trabajar en red a nivel de vecindario, de ciudad, de estado, a nivel de país más que a nivel mundial. Y para seguir enseñando de alguna manera la “tragedia de los comunes”* necesitamos enseñar a la gente la gran variedad de medios que han utilizado quienes han superado esa “tragedia de los comunes” a múltiples niveles.
Lo que hemos descubierto es que los individuos, a través de la comunicación, a través de la posibilidad de llegar a un acuerdo sobre lo que van a hacer conjuntamente, construyen un nosotros bien definido que les permite seguir normas, cooperar y, en ocasiones, sancionarse unos a otros y ayudar a que todo esto se mantenga.
Si estás en una pesquería o tienes un pastizal y sabes que el beneficio a largo plazo de tu familia es que no lo destruyas, y si puedes hablar con las otras personas que utilizan ese recurso, entonces también puedes crear reglas que encajen en el escenario local y organizar a la gente para hacerlas cumplir. Pero si la comunidad no tiene una buena forma de comunicarse entre sí o los costos de la autoorganización son demasiado altos, entonces no se organizará, y habrá fracasos.
*(La tragedia de los comunes es un famoso ensayo de Garrett Hardin, en el que dice que la comunidad como tal es incapaz de lograr acuerdos racionales sobre el uso de recursos comunes y que, aún en el caso de lograrlo, es incapaz de reforzarlos. Si, por ejemplo, hay un pastizal al queel pueblo tiene acceso, entonces cada persona pondrá tantas vacas en esa tierra como le sea posible para maximizar su propio beneficio, y muy pronto ese terreno sufrirá de sobrepastoreo y perderá todo su valor)
Parece que en muchos aspectos usted ve en las comunidades tradicionales un ejemplo a seguir, a diferencia de la visión (también muy tradicional) que a menudo las considera menos desarrolladas. Además, usted cree que hay mucha inteligencia en su manera de organizarse.
Correcto. Pero hay que tener cuidado, no hay que pensar que estamos idealizando las comunidades tradicionales, no proclamamos ni que todo sea malo, ni tampoco que todo sea bueno, pero tienen mucho que ofrecer de cara al futuro.
Mientras que los románticos locales suponen que los pueblos indígenas son conservacionistas por naturaleza, los idealistas internacionales asumen que los acuerdos internacionales se aplican de manera casi automática y tienden a funcionar bien. Poner toda la fe en las organizaciones de mayor tamaño no protege a las generaciones futuras de los errores de las mismas en la búsqueda de patrones de uso sostenible. Y, si las unidades de gran escala destruyen la viabilidad de las de menor escala, entonces los fallos de las organizaciones internacionales tendrán consecuencias mucho mayores que los fallos de las organizaciones locales.
Y ¿ha podido encontrar en su investigación algunos rasgos característicos que distingan aquellas comunidades que pueden aportar mucho de cara al futuro de las comunidades que no han obtenido éxito? ¿Podría enumerar las características que normalmente tienen las comunidades que logran autogobernarse?
Si el grupo tiene una visión común del futuro, puede ver lo que puede hacer. A veces la gente quiere colaborar, pero no tiene ni idea de lo que puede hacer; pero si de verdad llegan a entender algunas de sus acciones, hay líderes locales, líderes de escala más grande, que asumen algunas responsabilidades de comunicar y unir a la gente sin apropiarse de todos los beneficios. Y esos grupos poseen una historia de las acciones internas, de confianza a nivel local. Al principio se requiere mucho esfuerzo para construirla, pero si se llega a construir, la gente puede alcanzar muchos objetivos.
Usted dice también que la participación es clave. ¿En qué sentido?
Es clave para conseguir beneficios en común. A veces los beneficios en común son los obtenidos por cosas como la mafia [risas] y en este caso los beneficios en común no son buenos para el resto de nosotros. De modo que, no cualquier organización es buena, pero es posible organizarse y obtener beneficios en el nivel local, regional, nacional o internacional sin tener un gobernante único.
Entrevista de Odile Rodríguez de la Fuente para el número 21 de la revista Agenda Viva