Emociones encontradas, emociones complementadas

Por Yolanda Pérez @psicolunablog

La emociones nos atrapan y embargan tiñendo en la mayoría de las  ocasiones todo nuestro pensar sentir y actuar: alegría, tristeza, ira, miedo, vergüenza…, ojalá algún día todas las investigaciones  se pongan de acuerdo en definir, cúantas y cuáles son las emociones básicas o primarias.

En cualquier caso y hasta que ese momento llegue, podremos seguir analizando y observando de qué manera unas emociones activan a otras, entremezclándose o incluso jugando a disfrazarse unas de otras, ante el  temor quizá a ser descubiertas.

Experimentar determinadas emociones puede ser un balón de energía para todo el día o al contrario, convertirse en un trance  duro, doloroso e  incómodo de sobrellevar…

Conectar con ellas y dedicarles un momento  para que se expresen de una forma que no nos dañen o dañen,  es una buena forma de avanzar en el camino de saber  de qué parte de nosotros nos están hablando.

Hay un relato recogido en el libro de Jorge Bucay, Cuentos para pensar, que me gusta mucho por dos razones; la primera, porque lo  conocí hace ya algunos años a través de una paciente que a pesar de su sufrimiento, hizo un trabajo personal muy valioso.  Ella misma lo trajo a consulta cuando dio sentido a esa mezcla de sentimientos que le inundaba en ocasiones y que tanto le costaba manejar. La segunda, porque me encantó la sencillez con la que explica de qué manera una emoción suele ir unida a otras.

Desde entonces lo utilizo a menudo. Aquí os lo dejo, espero que os guste

Había una vez…
Un estanque maravilloso.
Era una laguna de agua cristalina y pura donde nadaban peces de todos los colores existentes y donde todas las tonalidades del verde se reflejaban permanentemente…
Hasta ese estanque mágico y transparente se acercaron a bañarse haciéndose mutua compañía, la tristeza y la furia.

Las dos se quitaron sus vestimentas y desnudas, las dos, entraron al estanque.
La furia, apurada (como siempre está la furia), urgida -sin saber por qué- se baño rápidamente y más rápidamente aún salió del agua…

Pero la furia es ciega, o por lo menos, no distingue claramente la realidad, así que desnuda y apurada, se puso, al salir, la primera ropa que encontró…

Y sucedió que esa ropa no era la suya, sino la de la tristeza…

Y así vestida de tristeza, la furia se fue.

Muy calma, y muy serena, dispuesta como siempre, a quedarse en el lugar donde está, la tristeza terminó su baño y sin ningún apuro (o mejor dicho sin conciencia del paso del tiempo), con pereza y lentamente, salió del estanque.

En la orilla encontró que su ropa ya no estaba.

Como todos sabemos, si hay algo que a la tristeza no le gusta es quedar al desnudo, así que se puso la única ropa que había junto al estanque, la ropa de la furia.

Cuentan que desde entonces, muchas veces uno se encuentra con la furia, ciega, cruel, terrible y enfadada, pero si nos damos el tiempo de mirar bien, encontramos que esta furia que vemos, es sólo un disfraz, y que detrás del disfraz de la furia, en realidad… está escondida la tristeza.

 

Yolanda Pérez