Sara Pérez Jerónimo**
Periodista
La esperanza de vida ha aumentado considerablemente en los últimos siglos. Sin embargo, pese a ser un regalo casi divino, se ha convertido un factor que no sabemos aprovechar. Mientras el índice de enfermedades infecciosas desciende cada día, hoy en día las que hacen estragos son las crónicas, normalmente adquiridas, y que nos acompañan de por vida.
Las estadísticas son muy concluyentes. Echando un vistazo a la raíz del problema, es posible detectar que los hábitos de vida inadecuados son uno de los mayores males de la sociedad, convirtiéndose en una de las principales causas y en el origen de muchas de estas enfermedades. Una de ellas es la diabetes.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) calcula que hay aproximadamente en todo el mundo, 170 millones de personas con diabetes, una enfermedad crónica y de carácter metabólico, en la cual la concentración de los niveles de glucosa en sangre (glucemia) son muy altos.
En el desarrollo de la enfermedad, el papel de la insulina es fundamental, ya que es la hormona encargada de controlar la glucemia.
Con el paso de los años, las investigaciones se han centrado en intentar buscar distintas soluciones de cara a la enfermedad, como nuevos tratamientos para los enfermos, la búsqueda de la insulina perfecta o el detonante de la diabetes mellitus tipo 1.
La insulina, vital para nuestro organismo
La insulina es una hormona que se produce y se segrega gracias a las células Beta que se encuentran dispuestas en grupos, denominados islotes de Langerhans. Este tipo de células se alojan en nuestro páncreas.
Su misión es muy clara. La insulina es como una llave, capaz de llegar a la célula y abrir sus puertas, permitiendo que la glucosa entre en ella y suministre la energía necesaria al cuerpo para su funcionamiento.
Si la llave no lograse abrir la puerta, la glucosa no podría entrar dentro de las células y en consecuencia, no les suministraría energía. Así, se conoce a la insulina como la hormona constructora por excelencia, ya que es imprescindible para el crecimiento y para la formación de los músculos.
Breve historia de la insulina
La insulina fue descubierta en 1921 por dos científicos, Banting y Best. Su hallazgo fue consecuencia de una serie de experimentos realizados en la cátedra de John J. R. MacLeod, profesor de fisiología de la Universidad de Toronto.
Banting, que ya había mostrado mucho interés por la diabetes, siguió de cerca los trabajos de otros científicos como Schafer, quien ya había observado que la diabetes estaba ocasionada por la carencia de una hormona originada en las células de los islotes de Langerhans y a la que denominó insulina.
Tras varias semanas de trabajo, Banting y Best lograron aislar la insulina y comprobar que era el elemento esencial en el desarrollo de la enfermedad.
Gracias a este descubrimiento, el equipo recibió en 1923, el Premio Nobel de Medicina.
Un paso adelante: la insulina recombinante
Cada día, los avances en el tratamiento de la diabetes son mayores. Desde que se logró aislar la insulina, las investigaciones y sus resultados han ido in crescendo.
La insulina juega un papel fundamental en el desarrollo de la enfermedad y su tratamiento. Sin embargo, cada paciente es un mundo y su diabetes debe ser vista como un caso particular y no una generalidad. Cada uno tiene sus necesidades y en consecuencia su tratamiento. No obstante, todos tienen rasgos comunes.
Los afectados por diabetes tipo 1 son insulinodependientes, por lo que independientemente de otros factores como los ajustes en la dieta y un plan de ejercicio adecuado, el enfermo debe suministrarse a diario insulina.
Por su parte, los diabéticos tipo 2 tienen varias alternativas para bajar sus niveles de glucosa, ya que su páncreas aun es capaz de fabricar insulina, pese a que la cantidad sea insuficiente. Así, en la actualidad, existen varios tipos de fármacos con efectos similares al tratamiento de insulina.
De este modo, la insulina es vital en el tratamiento de la diabetes tipo 1, y muy efectiva para todos aquellos afectados por diabetes mellitus tipo 2.
Hasta la década de los 80 del siglo pasado, la insulina era una sustancia que se obtenía y se purificaba únicamente a partir del páncreas de algunos mamíferos, principalmente vacas y cerdos.
Sin embargo, en numerosas ocasiones, el paciente desarrollaba reacciones de carácter inmunológico al tratamiento, ya que pese a ser una insulina muy similar a la humana, su organismo la identificaba como algo extraño.
Con el paso del tiempo, la biotecnología roja y la ingeniería genética lograron solucionar este problema, dando lugar al desarrollo de la insulina recombinante humana, una sustancia casi idéntica a la insulina humana natural, pero con unas pequeñas modificaciones genéticas que permiten mejorar las características de la misma.
Una vez más se confirma que la biotecnología ha permitido dar un paso de gigante en el mundo de la medicina y en este caso concreto, en el tratamiento de millones de enfermos en todo el mundo.
** Sara Pérez Jerónimo. Autora de la Tesina “Epidemiología y prevención de la Diabetes. El papel de las nuevas tecnologías al servicio del paciente”