La decoración ha corrido totalmente por su cuenta, nosotros sólo hemos participado en las cortinas que sí llevan el sello López García (¡y a mi que me encantan en esos ventanales tan enormes!) pero, como os decía, los detalles me gustan tanto que tenía que enseñároslo para que vierais este ejemplo de un gran ambiente, conseguido con una decoración minimal y eligiendo bien los colores y elementos.
Nada más entrar observamos dos cosas: por un lado no hay ningún muro que divida este espacio - la entrada, el comedor y el salón comparten un espacio único-, por otro los techos son muy altos. Esto se debe a que el apartamento está en el último piso del edificio, y en la construcción se respetó la altura total del tejado, lo que, unido a la falta de paredes, le da al salón un aire de loft.
Desde el principio Tamar tenía muy claro que había que aprovechar toda esa luz, y por eso decidió que "el color" del apartamento sería el blanco, y no solo en techos y paredes, la casa debía ser como una caja de luces, por eso su primera mejora fue cambiar el suelo original por otro de madera en color blanco. Y esa premisa, la de la luz inundando cada rincón, fue la que marcó el resto de la decoración del salón.
Para empezar, para separar los ambientes se colocó como divisor una estantería abierta también en color blanco. De esta forma, no sólo se consigue crear un hall de entrada lleno de luz (no se desaprovecha ni uno de los rayos de sol que entran por ese enormes ventanal), sino que además se dota de privacidad a la zona de comedor y se aumenta la capacidad de almacenaje de la casa. Todo ello, además, dando personalidad a ambas zonas.
La zona del comedor "escondida" tras la estantería, sigue la línea cromática con una mesa redonda blanca. En una elección muy acertada, para las sillas ha optado por un modelo transparente, estilo Louis Ghost, inspirado por Philippe Starck que, sin que se produzca una ruptura total (eso se queda para los detalles en turquesa como ya estaréis adivinando), sí que marca un punto y seguido en la línea cromática manteniendo al mismo tiempo la luminosidad del rincón.
Y es que, insisto una vez más, la luz juega un papel fundamental en este salón a pesar de que toda la estancia tenga un único ventanal. Por eso, además de su gran altura, a la hora de vestir las ventanas, también ha sido importante la elección de la tela del visillo - un tejido con caída, pero bastante transparente - y del tipo de barra, en madera blanca y con argollas.
Mueble para la tele, mesa de centro, sofá de cuero... el todo al blanco por el que apuesta Tamar, hace una concesión al color en la zona de televisión, con la pared trasera pintada en un intenso turquesa haciendo ángulo con otra decorada con un papel pintado con fondo gris y grandes motivos geométricos en gris más oscuro y, de nuevo, turquesa.
Esa pared empapelada, no sólo otorga importancia a una zona que de otra forma quedaría como un espacio vacío en medio del salón (seguramente terminaría cargado de fotos o imágenes inútiles dado nuestro habitual horror vacui con este tipo de pared), sino que además, su guiño al gris y al turquesa sirve como nexo de unión con el resto de elementos decorativos que dan personalidad a la estancia: alfombra y plaid del sofá en gris; y los cojines, la vela sobre la mesa del comedor, y la fila inferior de los cajones de almacenamiento de la estantería divisoria, en turquesa.
Como en aquella trilogía de Krzysztof Kieślowski de los 90, la película del salón de Tamar podría titularse así, "Tres colores": blanco, turquesa y gris.
@ Todas las fotos del post son cortesía de Tamar, la propietaria del apartamento.
¡¡Gracias!!
**Para ver bien los detalles pinchad sobre ellas**
Cerramos el capítulo 1 de "En casa de Tamar", pero la historia no acaba ;)
¡No os perdáis los siguientes episodios!
¡¡FELIZ MIÉRCOLES!!