El Síndic de Greuges de Catalunya, cargo equivalente al Defensor del Pueblo de esta Comunidad, acaba de hacer público un informe según el cual tenemos aquí 50.000 niños malnutridos. De ellos unos 750 presentan síntomas de desnutrición. Otro dato aportado por esta isntitución es que casi el 30% de los niños catalanes se hallan en situación de riesgo de pobreza; alrededor de 350.000 niños están en el borde mismo del precipicio, lo que presagia un incremento notable de esas cifras para dentro de poco. Son cifras horrorosas por más que el propio Síndic, Rafael Ribó, se apresurara a matizar que "Los niños en Catalunya no pasan hambre". La Generalitat ha saltado inmediatamente para insistir en ese mensaje: "En Catalunya nadie pasa hambre". Pues qué suerte tenemos. Ocurre que esta gente se entera poco de lo que pasa. Ya hace algunos meses les hablé aquí de "Nou Barris cabrejada diu prou!" (Nou Barris cabreada dice basta!), una plataforma que agrupa al movimiento asociativo de ese distrito barcelonés surgida precisamente a raíz de la constatación de que la única comida en condiciones que hacían muchos niños de barrios periféricos es la que les daban en el colegio, y de que la masiva retirada de becas escolares de comedor en la zona ha dejado a esos críos en riesgo de inanición. Pero tranquilos: esos niños no pasan hambre, "solo" están malnutridos. Es una manera de mirarlo, claro, aunque parece buscar intencionadamente la confusión entre quien no tiene para comer y quien se alimenta mal, que son dos cosas realmente muy distintas. Algunos tontuelos han echado enseguida las campanas al vuelo: los catalanes pasan hambre. Gran y satisfactoria noticia, ya ven, aunque nadie debería alegrarse de la desgracia ajena sobre todo cuando la viga en el ojo propio le puede acabar saliendo a uno por el occipital. Y es que la pobreza empieza a ser una realidad tangible en todo España, y parece obvio que hay Comunidades donde esa realidad tiene todos los números para manifestarse de un modo radicalmente más severo que en Catalunya. Otra cosa es los poderes públicos y la opinión publicada intenten ocultarla. Pero dejemos esas aguas ponzoñosas del catetismo carpetovetónico, y volvamos al tema que nos ocupa. ¿Dé donde viene todo esto? Digo, la malnutrición infantil, el crecimiento insospechado de la "exclusión social", la pobreza como fantasma que llama a las puertas no ya de las clases trabajadoras (pobres otra vez como en la larga postguerra española) sino de unas clases medias que hace tres o cuatro años cambiaban de piso cada cinco años, de coche cada dos y de lugar exótico de vacaciones cada verano. ¿De dónde ha surgido el monstruo que nos devora? Pues naturalmente de la destrucción y precarización del empleo en primer lugar, que ha dejado a cientos de miles de familias no ya sin los ingresos a los que estaban acostumbrados, sino sin siquiera los mínimos para subsistir en una sociedad en la que el abismo entre precios y salarios no cesa de crecer mientras se hunde el consumo incluso de artículos necesarios para la subsistencia. Y desde luego, de la destrucción de la cobertura que el Estado del bienestar prestaba a los ciudadanos haciendo accesibles para todos la sanidad, la educación, las pensiones, la asistencia social... Hace 30 años fue posible una reconversión industrial en España que cambió el modelo productivo existente porque jubilaciones anticipadas y desempleo corrían por cuenta de un Estado socialdemócrata y saneado; hoy, los que son arrojados al paro a millones son condenados a la desesperación y el hambre como horizonte único e inmediato para ellos y sus familias. Esta es la realidad española. Y si esto pasa con la población autóctona ¿se imaginan lo que está ocurriendo ya, aquí y ahora, en toda España me refiero, con los inmigrantes que se han quedado colgados de la brocha? Muchos de ellos lo han perdido todo: trabajo, vivienda, ahorros... a poco de haber reagrupado a sus familias en este país. ¿Y ahora, qué? No sé si recuerdan aquellos tiempos no tan lejanos cuando don Mariano Rajoy propugnaba el retorno de los inmigrantes a sus países de origen con billete de avión pagado, o cuando denunciaba el "efecto llamada" que medidas del Gobierno Zapatero como la legalización de trabajadores extranjeros y su inclusión en la Seguridad Social y el sistema de pensiones supuestamente tenían... ¿qué tiempos aquellos, verdad? Al "efecto llamada" del Gobierno Rajoy ya solo acuden delincuentes: mafias rusas, chinas y otras por el estilo, que se establecen en este país como en un paraíso del blanqueo de cualquier dinero manchado de sangre y de mierda, dispuestos a comprar ladrillo construido o por levantar (nótese el severo rebrote de los incendios veraniegos selectivos en terrenos de interés: Serra de Tramontana en Mallorca, áreas de naturaleza cercanas a Madrid, etc) Recuerden que uno de los proyectos acariciados por el actual Gobierno español desde hace tiempo es facilitar el permiso de residencia a ciudadanos rusos que compren inmuebles en España. ¿Será ése el remedio contra el hambre que nos acecha? Quizá, pero antes de malvender el país así valdría más morir todos, ellos los primeros, de malnutrición o de lo que fuese.
El Síndic de Greuges de Catalunya, cargo equivalente al Defensor del Pueblo de esta Comunidad, acaba de hacer público un informe según el cual tenemos aquí 50.000 niños malnutridos. De ellos unos 750 presentan síntomas de desnutrición. Otro dato aportado por esta isntitución es que casi el 30% de los niños catalanes se hallan en situación de riesgo de pobreza; alrededor de 350.000 niños están en el borde mismo del precipicio, lo que presagia un incremento notable de esas cifras para dentro de poco. Son cifras horrorosas por más que el propio Síndic, Rafael Ribó, se apresurara a matizar que "Los niños en Catalunya no pasan hambre". La Generalitat ha saltado inmediatamente para insistir en ese mensaje: "En Catalunya nadie pasa hambre". Pues qué suerte tenemos. Ocurre que esta gente se entera poco de lo que pasa. Ya hace algunos meses les hablé aquí de "Nou Barris cabrejada diu prou!" (Nou Barris cabreada dice basta!), una plataforma que agrupa al movimiento asociativo de ese distrito barcelonés surgida precisamente a raíz de la constatación de que la única comida en condiciones que hacían muchos niños de barrios periféricos es la que les daban en el colegio, y de que la masiva retirada de becas escolares de comedor en la zona ha dejado a esos críos en riesgo de inanición. Pero tranquilos: esos niños no pasan hambre, "solo" están malnutridos. Es una manera de mirarlo, claro, aunque parece buscar intencionadamente la confusión entre quien no tiene para comer y quien se alimenta mal, que son dos cosas realmente muy distintas. Algunos tontuelos han echado enseguida las campanas al vuelo: los catalanes pasan hambre. Gran y satisfactoria noticia, ya ven, aunque nadie debería alegrarse de la desgracia ajena sobre todo cuando la viga en el ojo propio le puede acabar saliendo a uno por el occipital. Y es que la pobreza empieza a ser una realidad tangible en todo España, y parece obvio que hay Comunidades donde esa realidad tiene todos los números para manifestarse de un modo radicalmente más severo que en Catalunya. Otra cosa es los poderes públicos y la opinión publicada intenten ocultarla. Pero dejemos esas aguas ponzoñosas del catetismo carpetovetónico, y volvamos al tema que nos ocupa. ¿Dé donde viene todo esto? Digo, la malnutrición infantil, el crecimiento insospechado de la "exclusión social", la pobreza como fantasma que llama a las puertas no ya de las clases trabajadoras (pobres otra vez como en la larga postguerra española) sino de unas clases medias que hace tres o cuatro años cambiaban de piso cada cinco años, de coche cada dos y de lugar exótico de vacaciones cada verano. ¿De dónde ha surgido el monstruo que nos devora? Pues naturalmente de la destrucción y precarización del empleo en primer lugar, que ha dejado a cientos de miles de familias no ya sin los ingresos a los que estaban acostumbrados, sino sin siquiera los mínimos para subsistir en una sociedad en la que el abismo entre precios y salarios no cesa de crecer mientras se hunde el consumo incluso de artículos necesarios para la subsistencia. Y desde luego, de la destrucción de la cobertura que el Estado del bienestar prestaba a los ciudadanos haciendo accesibles para todos la sanidad, la educación, las pensiones, la asistencia social... Hace 30 años fue posible una reconversión industrial en España que cambió el modelo productivo existente porque jubilaciones anticipadas y desempleo corrían por cuenta de un Estado socialdemócrata y saneado; hoy, los que son arrojados al paro a millones son condenados a la desesperación y el hambre como horizonte único e inmediato para ellos y sus familias. Esta es la realidad española. Y si esto pasa con la población autóctona ¿se imaginan lo que está ocurriendo ya, aquí y ahora, en toda España me refiero, con los inmigrantes que se han quedado colgados de la brocha? Muchos de ellos lo han perdido todo: trabajo, vivienda, ahorros... a poco de haber reagrupado a sus familias en este país. ¿Y ahora, qué? No sé si recuerdan aquellos tiempos no tan lejanos cuando don Mariano Rajoy propugnaba el retorno de los inmigrantes a sus países de origen con billete de avión pagado, o cuando denunciaba el "efecto llamada" que medidas del Gobierno Zapatero como la legalización de trabajadores extranjeros y su inclusión en la Seguridad Social y el sistema de pensiones supuestamente tenían... ¿qué tiempos aquellos, verdad? Al "efecto llamada" del Gobierno Rajoy ya solo acuden delincuentes: mafias rusas, chinas y otras por el estilo, que se establecen en este país como en un paraíso del blanqueo de cualquier dinero manchado de sangre y de mierda, dispuestos a comprar ladrillo construido o por levantar (nótese el severo rebrote de los incendios veraniegos selectivos en terrenos de interés: Serra de Tramontana en Mallorca, áreas de naturaleza cercanas a Madrid, etc) Recuerden que uno de los proyectos acariciados por el actual Gobierno español desde hace tiempo es facilitar el permiso de residencia a ciudadanos rusos que compren inmuebles en España. ¿Será ése el remedio contra el hambre que nos acecha? Quizá, pero antes de malvender el país así valdría más morir todos, ellos los primeros, de malnutrición o de lo que fuese.